Episodios 23 y 24
EPISODIO 23.-
Después de un periodo sabático, volví a escribir por el primer tercio de los años 70’s. Continué haciendo cuentos y letras de las canciones que componía con Constantin para los CoFraGa’s; pero pronto recibí el consejo de Gustavo Sáinz (que me había publicado una narración corta) de hacerlo sobre temas diversos aunque versaran sobre asuntos que no me gustaran. Así, inicié con comentarios sobre música, libros, cine y curiosidades. Hasta la parte alta de la siguiente década comencé a hacer comentario político; en ese tenor publiqué algunos en el diario “El Porvenir”, de Monterrey. Sin embargo, no era yo sino un vil tirador; mas sí, bastante sarcástico, por lo cual recibí acres críticas por parte de mi hermano Regis. Denis, quien ya por entonces colaboraba en diarios de Querétaro con asuntos de índole económica, me conminaba a desarrollar análisis político. “...eres universitario, no un tecleador sin preparación ni cultura”.
Abandoné para mejores tiempos la máquina de escribir (no por las fraternales censuras, sino porque no me pagaban lo que enviaba a la redacción) y la canjeé por el piano y la guitarra: me dediqué a escribir música instrumental inscrita en la corriente que dio en llamarse “New Age”. No por haber pertenecido a aquella generación de alumnos de los pioneros del rock en México, que por lo general no sabían más acordes que los que se circunscribían a tónica, dominante y subdominante, era yo ignorante de la teoría armónica. Acaso me bastaba armar una buena estructura con armonías dotadas de novenas, onceavas, treceavas (y una que otra de las mal llamadas disonancias (no lo son, la música de Debussy y Grieg lo confirma), para construir sobre ella la melodía que surgía, prácticamente, como si ya existiera y sólo fuera menester sacarla de mi mente cual si fuera espagueti sorbido del plato. Sí; desarrollar el andamiaje de arpegios era lo laborioso; la melodía -generalmente repetitiva, obsesiva y un tanto minimalista- emergía espontáneamente, como si escurriera subrepticiamente de la nada. Como inescrutable numen; pero no sucede así.
No hay inspiración, es la suma de labores (de índole diversa, múltiple), previamente acumuladas, cuyos contenidos particulares se van forjando en nuestra mente como un cúmulo de conocimientos concatenados (que el cerebro se encarga de sistematizar) y que configuran nuestra experiencia inconsciente. Para el caso, hay que diferenciar entre apariencia y esencia; a la primera corresponde la inspiración, y a la segunda el trabajo.
La creación artística, en general, se yergue sobre dos planos: uno material –que es el sustento técnico- (en música, por ejemplo, las leyes de la armonía y del ritmo) y otro intelectual (siguiendo con el ejemplo de la música, lo que le da la calidad de única: la melodía y la letra, en su caso), cuyo producto será tan simple o complejo como sean los conocimientos que nutren la experiencia inconsciente construida con trabajo –aquí- no diferenciado, sino abstracto (el concreto, el diferenciado, es el que nos remite a la materialidad, el que nos da de comer). Una clase de trabajo que no está exclusivamente relacionado con la música, sino –además-con lo múltiple que nutre el intelecto y nos relaciona con los demás: El que nos hace desarrollarnos espiritualmente como personas e individuos: aprender y aprehender –respectivamente- del y el mundo.
Si el universo intelectual de un creador artístico está limitado a su cotidianidad material, difícilmente su obra tendrá un carácter amplio en cuanto a contenidos, aunque no necesariamente a formas.
(Después de este magno rollo, Gastón, habría que discurrir: ¿lo que es forma en un contexto, en otro podría ser contenido? ¡Ah, claro! ¡Tiempo y espacio!).
Y es igual para el comentario político. Hay que saber diferenciar entre Apariencia y Esencia: Hoy se privilegia, sobremanera, la informática. La gran disponibilidad de datos a la que se tiene acceso merced a los modernos medios de comunicación –Internet, principalmente- crea la ilusión de que la praxis no requiere de rudimentos teóricos para asir el conocimiento, la esencia de los sucesos, la verdad. Políticos, analistas y lacayos se solazan anunciando que el crecimiento económico del país es superior al de tal o cual nación, por lo cual se ha incrementado el ingreso per cápita; que la democracia (¡sí, cómo desafueros no!), gracias al presidente Fox, apuntala la edificación social y política del país (¿De cuál país están hablando?); que la pobreza está siendo abatida; que vamos (¿quiénes?) por el camino correcto (¿el camino al Rancho San Cristóbal?). En un primer nivel de análisis –simplísimo- se encontrará que el concepto ”ingreso per cápita”, en una sociedad tan abruptamente polarizada como la mexicana (y en cualquiera), es una falacia procaz; pues no hay parámetro de comparación –por ejemplo- entre los ingresos de Slim y los de un indígena que habita en una cueva de la Sierra Tarahumara. Se hallará que la democracia conceptual parte de la expresión social de libertad en cada ser (del uno inserto en su íntima relación social más apriorística); por tanto, se construye de abajo hacia arriba, no a la inversa; un individuo se hace libre, no le dan la libertad. Se notará que el otorgar dádivas a algunos sectores (o hacer menos pobres a algunos pobres, en términos de ingreso) constituye el montaje de un guiñol perverso, ya que se está favoreciendo el que los ricos se hagan más ricos, lo que hace -a aquellos- mucho, pero mucho, más pobres.
Hay que despepitar los “datos duros”; pues éstos, tomados tal cual, sólo sirven para ponerse al servicio del ejercicio de la manipulación desde el poder.
(Cuando, nuevamente, consigamos escribir en alguna publicación... tenemos que hacer un artículo que hable de la abstracción como instrumento metodológico valiosísimo. Por cierto, tienes que hablar a “La Jornada”, a ver que onda... ¡Ah!, y con Carlos Pe Marcué).
¿Sabes, Gastón? El personaje femenino, en el cuento que hemos estado escribiendo, tiene tanta fuerza, que con frecuencia siento que ella me dicta lo que es, piensa y hace. (Ajá, como la melodía en el caso de la música, que decíamos hace rato). Kafkianamente, pudiera suponerse que es ella quien me describe y que, al darme vida como protagonista de su relato... ¿me hace creer que soy yo quien la ha inventado? Posee una coherencia de pensamiento que yo, que soy su creador, no tengo. Es una y es otras a la vez. Como Mara, Violeta, Lorena, Edurne, Tara, Martha... Las que fueron, y las que no (que fueron más); las posibles y las imposibles; las cercanas y las lejanas; las que huyeron y las que se quedaron. Son una. Las reales y las imaginadas. Las de una sola noche, y que jamás volvieron, y las que permanecieron algún tiempo. Los enamoramientos fugaces y los eternos. La Santísima Dualidad: Venus y Minerva, que es la Única. Non.
Lo simple y lo complejo. Ausencia y omnipresencia. Lo uno y lo múltiple. Todo y nada.
Inmanencia, sensualidad, carácter, amor, rebeldía, inteligencia / imaginación y trascendencia..
Irreverencia, revolución y sensualidad. Rock, barroquismo, utopía y cachondez.
Subversión del valetudinario orden
“...who put all those things in your head…”
*******************************************
EPISODIO 24.-
Llegamos a París la noche del 25 de junio al rededor de las 11:00 p.m. Habíamos pasado el día en autobús, salvo por un paseo naval por una parte del Rhin entre las poblaciones de St. Goar y Boppard. El 24, fue una jornada de viaje con tan sólo tres escalas dentro del territorio alemán: Munich, Nuremberg y Frankfurt. El día anterior (23 de junio) lo pasamos en Venecia, Verona e Innsbruck, ciudad donde dormimos en un hotel situado cerca del barrio universitario con un frío que calaba la osamenta. Habiendo partido, en el inicio del estío, de ciudades italianas (Roma, Siena, Florencia, Padua y, las ya mencionadas, Venecia y Verona), donde la calidez de su gente es incuestionable, el paso por Austria y Alemania nos hizo resentir el cambio (se nos informó que en Innsbruck había nevado la noche anterior a nuestra llegada). El arribo a La Ciudad Lux, aún con la lluvia pertinaz con que fuimos recibidos, lo sentimos como un festejo de bienvenida, pues el clima, por mucho, se antojaba bonancible. Además, se terminaba nuestra condición de judíos errantes. ¿Qué más pudiéramos pedir?
Dimos un breve paseo nocturno en autobús, antes de arribar al sitio donde nos hospedaríamos, por el Trocadero, La Torre, el Campo Marte y un lugar que no pude identificar en donde se encontraban las magdalenas, amigas del amor y la soledad, esperando la llegada de improbables –por la lluvia- e impíos bacineros del placer. Después, la curiosidad fue vencida por el sueño.
De camino hacia el hotel, para lo cual tendríamos que pasar a la margen izquierda del Sena La Plaza de la Concordia nos saludó y, después de una vuelta a la misma, tomamos rumbo hacia Avenida de La Opera; luego, algunas callecillas hasta llegar a la Rue de la Banque casi esquina con la Des Petit Champs. Habíamos llegado.
Después de la asignación de habitaciones, Ligia y yo decidimos salir a buscar un sitio cercano donde cenar. Nos aventuramos por la des Petit Champs y a escasa distancia descubrimos un pasaje llamado 2 Pavillons, el cual nos llevó a la parte trasera del Palais Royal, al Teatro, dejando descubierto a nuestros ojos un lugarcito con mesas sobre la breve acera, por lo cual se invadía el arroyo de las angostísimas calles Beaujolais y Montpénsier; tanto, que cuando pasaba algún auto, los parroquianos tenían que moverse de su sitio para dar espacio al tránsito vehicular que, por suerte, no era abundante. Nos pareció un buen punto el “Bar de L’entreacte”, del cual nos hicimos asiduos bebensales a partir de esa noche, a pesar del inconveniente. Nos atendió una espigada muchacha de origen afro que no atinaba a descifrar que, en nuestro malísimo francés, le solicitábamos vino blanco: nos sirvió cerveza clara. Me recordó a la protagonista de una película porno light titulada “La Alcoba”.
Regresamos al hotel cerca de la media noche. Ebrios, nadando entre las notas de la Suite No. 1 de Peer Gynt emanada de nuestro desafinado canturreo. Mariposa danzarina, ¿Antira?, en los pasillos del hotel. Sueño:
La calle Steinkerque con sus tiendas baratas: camisetas de a 9 euros. Saint Eleuthere. Espace Salvador Dali. Rue Norvins. Rue Saules. Place Jean-Baptiste Clément. Café Gattopardo. Galería Ateliar Guix. Moulin de la Galette. Rue de L’abreuvoir. Rue du Mont-Cenis. Afroatraco en un súper en las inmediaciones de Sacre Coeur.
Café de Flore. Rue Saint Benoit. Les Deux Margots. Saint Germain des Prés. Sarte-Beauvoir.
Saint Eustaque. El músico callejero pulsando su balalaica. Au Pére Tranquille. Les Halles. L’entrecot. Un can con miríadas de trencitas inculpando con sus ladridos a los inocentes de la plaza.
Passage Beaujolais. Rue Richelieu. Rue des Petit Champs. Hotel.
“Danse sur la merde”, “Danse sur la merde”, “Danse sur la merde”. “...merde, merde, merde...”. ¿Canción de Solveing?
Gritos de una ladronzuela tunecina (¿El Lamento de Ingrid?), con su letrerito “pour mange”, cargada en vilo por dos fornidos gendarmes. Danza Árabe. ¿Para qué? A fin de cuentas las barreras de París serán derrumbadas por los surotas, como cayó el Muro de Belén. Tarde o temprano, porque El Sur También Existe. Espabilo: ¿”La Mañana”?
La Muerte de Aase. El cabernet-syrah (cuyas botellitas robamos del avión) había inundado mi cerebro; mis pensamientos se tambaleaban sin poder ocultar su ya evidenciada beodez (¡Estás bien empédocles, Gastoncito!). La mirada de Ligia -pupilas danzarinas con atuendos que cintilaban al Sol- en contubernio con sus labios, externaban una simulación de sonrisa que emitía una buena ración de socarronería. Se mofaba de mi embriaguez, aunque la suya –en menor grado- era igual de notoria.
- ¿Sabes?, yo sé lo que es estar como muerto.
- ¡Ay, Bebé! ¡Ya estás con tus incoherencias de borrachín tumbado a media calle, en medio de sus orines!
- No, serio: yo sé lo que es estar muerto.
- A ver... ¿qué puedes decir que demuestre que estás en tus cinco sentidos, aunque se encuentren un tanto mermados?
- Neta: ¡no manches!; o sea, huei...¿mexplico?
- Correcto. Estás en perfecto estado... de ebriedad.
- ¿No puedes creer que yo sepa lo que es estar muerto?
- En tal caso, te diré que yo ni siquiera existo... yo no tengo historia, ¿la tienes tú?
- Estoy hablando en serio, Li...
- Yo también; tan sólo soy producto de tu imaginación febril. Siempre he sospechado que estás un tanto chiflado, mi amor, que inventas cosas locas. Yo, entre ellas.
- No me confundas...
- Bueno, pues, contéstame la pregunta. ¿Tienes historia?
- Tú sabes quién soy, qué hago, qué quiero...
- ¡Historia, chamaco! His-to-ria. ¿Sos boludo, acaso, pibe? ¡No me infle la concha! Ache, i, ese, te, o, ere, i, a. ¡Historia! ¿De dónde vienes? ¿Cuáles son tus orígenes? ¿Qué legados recibiste?, (dije “legados”, no frega’os). En esencia: ¿quién eres?
- Pásame otra botellita de Chenet.
- No, ya estás muy borracho. Anda, haz un esfuerzo por pensar; aunque a ustedes, los hombres, les acarree mucha aplicación. Cuenta tu historia; quienes no la tenemos disfrutamos de escuchar la de otros.
- Bien. Siéntate, aquí, junto a mí. Ponte cómoda, porque será larga. Empiezo:
“ EPISODIO 1.- María nació el 25 de diciembre de 1910, pero no fue sino hasta hace diez años que se enteró de ello, pues siempre supuso que su onomástico era el día 23; sus hijos y esposo siempre se lo festejaban este último, hasta entonces. El menor de la descendencia fue quien realizó el hallazgo al tramitar la obtención de una copia del acta de nacimiento de su progenitora, la cual no aparecía por ningún lado. Descubrió más: que su abuelo acudió al Registro Civil con la niña María, neonata, a dar fe del alumbramiento la Navidad del año en que Madero llamó a la rebelión contra Porfirio Díaz...”
(Who put all those things on your head...)
Después de un periodo sabático, volví a escribir por el primer tercio de los años 70’s. Continué haciendo cuentos y letras de las canciones que componía con Constantin para los CoFraGa’s; pero pronto recibí el consejo de Gustavo Sáinz (que me había publicado una narración corta) de hacerlo sobre temas diversos aunque versaran sobre asuntos que no me gustaran. Así, inicié con comentarios sobre música, libros, cine y curiosidades. Hasta la parte alta de la siguiente década comencé a hacer comentario político; en ese tenor publiqué algunos en el diario “El Porvenir”, de Monterrey. Sin embargo, no era yo sino un vil tirador; mas sí, bastante sarcástico, por lo cual recibí acres críticas por parte de mi hermano Regis. Denis, quien ya por entonces colaboraba en diarios de Querétaro con asuntos de índole económica, me conminaba a desarrollar análisis político. “...eres universitario, no un tecleador sin preparación ni cultura”.
Abandoné para mejores tiempos la máquina de escribir (no por las fraternales censuras, sino porque no me pagaban lo que enviaba a la redacción) y la canjeé por el piano y la guitarra: me dediqué a escribir música instrumental inscrita en la corriente que dio en llamarse “New Age”. No por haber pertenecido a aquella generación de alumnos de los pioneros del rock en México, que por lo general no sabían más acordes que los que se circunscribían a tónica, dominante y subdominante, era yo ignorante de la teoría armónica. Acaso me bastaba armar una buena estructura con armonías dotadas de novenas, onceavas, treceavas (y una que otra de las mal llamadas disonancias (no lo son, la música de Debussy y Grieg lo confirma), para construir sobre ella la melodía que surgía, prácticamente, como si ya existiera y sólo fuera menester sacarla de mi mente cual si fuera espagueti sorbido del plato. Sí; desarrollar el andamiaje de arpegios era lo laborioso; la melodía -generalmente repetitiva, obsesiva y un tanto minimalista- emergía espontáneamente, como si escurriera subrepticiamente de la nada. Como inescrutable numen; pero no sucede así.
No hay inspiración, es la suma de labores (de índole diversa, múltiple), previamente acumuladas, cuyos contenidos particulares se van forjando en nuestra mente como un cúmulo de conocimientos concatenados (que el cerebro se encarga de sistematizar) y que configuran nuestra experiencia inconsciente. Para el caso, hay que diferenciar entre apariencia y esencia; a la primera corresponde la inspiración, y a la segunda el trabajo.
La creación artística, en general, se yergue sobre dos planos: uno material –que es el sustento técnico- (en música, por ejemplo, las leyes de la armonía y del ritmo) y otro intelectual (siguiendo con el ejemplo de la música, lo que le da la calidad de única: la melodía y la letra, en su caso), cuyo producto será tan simple o complejo como sean los conocimientos que nutren la experiencia inconsciente construida con trabajo –aquí- no diferenciado, sino abstracto (el concreto, el diferenciado, es el que nos remite a la materialidad, el que nos da de comer). Una clase de trabajo que no está exclusivamente relacionado con la música, sino –además-con lo múltiple que nutre el intelecto y nos relaciona con los demás: El que nos hace desarrollarnos espiritualmente como personas e individuos: aprender y aprehender –respectivamente- del y el mundo.
Si el universo intelectual de un creador artístico está limitado a su cotidianidad material, difícilmente su obra tendrá un carácter amplio en cuanto a contenidos, aunque no necesariamente a formas.
(Después de este magno rollo, Gastón, habría que discurrir: ¿lo que es forma en un contexto, en otro podría ser contenido? ¡Ah, claro! ¡Tiempo y espacio!).
Y es igual para el comentario político. Hay que saber diferenciar entre Apariencia y Esencia: Hoy se privilegia, sobremanera, la informática. La gran disponibilidad de datos a la que se tiene acceso merced a los modernos medios de comunicación –Internet, principalmente- crea la ilusión de que la praxis no requiere de rudimentos teóricos para asir el conocimiento, la esencia de los sucesos, la verdad. Políticos, analistas y lacayos se solazan anunciando que el crecimiento económico del país es superior al de tal o cual nación, por lo cual se ha incrementado el ingreso per cápita; que la democracia (¡sí, cómo desafueros no!), gracias al presidente Fox, apuntala la edificación social y política del país (¿De cuál país están hablando?); que la pobreza está siendo abatida; que vamos (¿quiénes?) por el camino correcto (¿el camino al Rancho San Cristóbal?). En un primer nivel de análisis –simplísimo- se encontrará que el concepto ”ingreso per cápita”, en una sociedad tan abruptamente polarizada como la mexicana (y en cualquiera), es una falacia procaz; pues no hay parámetro de comparación –por ejemplo- entre los ingresos de Slim y los de un indígena que habita en una cueva de la Sierra Tarahumara. Se hallará que la democracia conceptual parte de la expresión social de libertad en cada ser (del uno inserto en su íntima relación social más apriorística); por tanto, se construye de abajo hacia arriba, no a la inversa; un individuo se hace libre, no le dan la libertad. Se notará que el otorgar dádivas a algunos sectores (o hacer menos pobres a algunos pobres, en términos de ingreso) constituye el montaje de un guiñol perverso, ya que se está favoreciendo el que los ricos se hagan más ricos, lo que hace -a aquellos- mucho, pero mucho, más pobres.
Hay que despepitar los “datos duros”; pues éstos, tomados tal cual, sólo sirven para ponerse al servicio del ejercicio de la manipulación desde el poder.
(Cuando, nuevamente, consigamos escribir en alguna publicación... tenemos que hacer un artículo que hable de la abstracción como instrumento metodológico valiosísimo. Por cierto, tienes que hablar a “La Jornada”, a ver que onda... ¡Ah!, y con Carlos Pe Marcué).
¿Sabes, Gastón? El personaje femenino, en el cuento que hemos estado escribiendo, tiene tanta fuerza, que con frecuencia siento que ella me dicta lo que es, piensa y hace. (Ajá, como la melodía en el caso de la música, que decíamos hace rato). Kafkianamente, pudiera suponerse que es ella quien me describe y que, al darme vida como protagonista de su relato... ¿me hace creer que soy yo quien la ha inventado? Posee una coherencia de pensamiento que yo, que soy su creador, no tengo. Es una y es otras a la vez. Como Mara, Violeta, Lorena, Edurne, Tara, Martha... Las que fueron, y las que no (que fueron más); las posibles y las imposibles; las cercanas y las lejanas; las que huyeron y las que se quedaron. Son una. Las reales y las imaginadas. Las de una sola noche, y que jamás volvieron, y las que permanecieron algún tiempo. Los enamoramientos fugaces y los eternos. La Santísima Dualidad: Venus y Minerva, que es la Única. Non.
Lo simple y lo complejo. Ausencia y omnipresencia. Lo uno y lo múltiple. Todo y nada.
Inmanencia, sensualidad, carácter, amor, rebeldía, inteligencia / imaginación y trascendencia..
Irreverencia, revolución y sensualidad. Rock, barroquismo, utopía y cachondez.
Subversión del valetudinario orden
“...who put all those things in your head…”
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EPISODIO 24.-
Llegamos a París la noche del 25 de junio al rededor de las 11:00 p.m. Habíamos pasado el día en autobús, salvo por un paseo naval por una parte del Rhin entre las poblaciones de St. Goar y Boppard. El 24, fue una jornada de viaje con tan sólo tres escalas dentro del territorio alemán: Munich, Nuremberg y Frankfurt. El día anterior (23 de junio) lo pasamos en Venecia, Verona e Innsbruck, ciudad donde dormimos en un hotel situado cerca del barrio universitario con un frío que calaba la osamenta. Habiendo partido, en el inicio del estío, de ciudades italianas (Roma, Siena, Florencia, Padua y, las ya mencionadas, Venecia y Verona), donde la calidez de su gente es incuestionable, el paso por Austria y Alemania nos hizo resentir el cambio (se nos informó que en Innsbruck había nevado la noche anterior a nuestra llegada). El arribo a La Ciudad Lux, aún con la lluvia pertinaz con que fuimos recibidos, lo sentimos como un festejo de bienvenida, pues el clima, por mucho, se antojaba bonancible. Además, se terminaba nuestra condición de judíos errantes. ¿Qué más pudiéramos pedir?
Dimos un breve paseo nocturno en autobús, antes de arribar al sitio donde nos hospedaríamos, por el Trocadero, La Torre, el Campo Marte y un lugar que no pude identificar en donde se encontraban las magdalenas, amigas del amor y la soledad, esperando la llegada de improbables –por la lluvia- e impíos bacineros del placer. Después, la curiosidad fue vencida por el sueño.
De camino hacia el hotel, para lo cual tendríamos que pasar a la margen izquierda del Sena La Plaza de la Concordia nos saludó y, después de una vuelta a la misma, tomamos rumbo hacia Avenida de La Opera; luego, algunas callecillas hasta llegar a la Rue de la Banque casi esquina con la Des Petit Champs. Habíamos llegado.
Después de la asignación de habitaciones, Ligia y yo decidimos salir a buscar un sitio cercano donde cenar. Nos aventuramos por la des Petit Champs y a escasa distancia descubrimos un pasaje llamado 2 Pavillons, el cual nos llevó a la parte trasera del Palais Royal, al Teatro, dejando descubierto a nuestros ojos un lugarcito con mesas sobre la breve acera, por lo cual se invadía el arroyo de las angostísimas calles Beaujolais y Montpénsier; tanto, que cuando pasaba algún auto, los parroquianos tenían que moverse de su sitio para dar espacio al tránsito vehicular que, por suerte, no era abundante. Nos pareció un buen punto el “Bar de L’entreacte”, del cual nos hicimos asiduos bebensales a partir de esa noche, a pesar del inconveniente. Nos atendió una espigada muchacha de origen afro que no atinaba a descifrar que, en nuestro malísimo francés, le solicitábamos vino blanco: nos sirvió cerveza clara. Me recordó a la protagonista de una película porno light titulada “La Alcoba”.
Regresamos al hotel cerca de la media noche. Ebrios, nadando entre las notas de la Suite No. 1 de Peer Gynt emanada de nuestro desafinado canturreo. Mariposa danzarina, ¿Antira?, en los pasillos del hotel. Sueño:
La calle Steinkerque con sus tiendas baratas: camisetas de a 9 euros. Saint Eleuthere. Espace Salvador Dali. Rue Norvins. Rue Saules. Place Jean-Baptiste Clément. Café Gattopardo. Galería Ateliar Guix. Moulin de la Galette. Rue de L’abreuvoir. Rue du Mont-Cenis. Afroatraco en un súper en las inmediaciones de Sacre Coeur.
Café de Flore. Rue Saint Benoit. Les Deux Margots. Saint Germain des Prés. Sarte-Beauvoir.
Saint Eustaque. El músico callejero pulsando su balalaica. Au Pére Tranquille. Les Halles. L’entrecot. Un can con miríadas de trencitas inculpando con sus ladridos a los inocentes de la plaza.
Passage Beaujolais. Rue Richelieu. Rue des Petit Champs. Hotel.
“Danse sur la merde”, “Danse sur la merde”, “Danse sur la merde”. “...merde, merde, merde...”. ¿Canción de Solveing?
Gritos de una ladronzuela tunecina (¿El Lamento de Ingrid?), con su letrerito “pour mange”, cargada en vilo por dos fornidos gendarmes. Danza Árabe. ¿Para qué? A fin de cuentas las barreras de París serán derrumbadas por los surotas, como cayó el Muro de Belén. Tarde o temprano, porque El Sur También Existe. Espabilo: ¿”La Mañana”?
La Muerte de Aase. El cabernet-syrah (cuyas botellitas robamos del avión) había inundado mi cerebro; mis pensamientos se tambaleaban sin poder ocultar su ya evidenciada beodez (¡Estás bien empédocles, Gastoncito!). La mirada de Ligia -pupilas danzarinas con atuendos que cintilaban al Sol- en contubernio con sus labios, externaban una simulación de sonrisa que emitía una buena ración de socarronería. Se mofaba de mi embriaguez, aunque la suya –en menor grado- era igual de notoria.
- ¿Sabes?, yo sé lo que es estar como muerto.
- ¡Ay, Bebé! ¡Ya estás con tus incoherencias de borrachín tumbado a media calle, en medio de sus orines!
- No, serio: yo sé lo que es estar muerto.
- A ver... ¿qué puedes decir que demuestre que estás en tus cinco sentidos, aunque se encuentren un tanto mermados?
- Neta: ¡no manches!; o sea, huei...¿mexplico?
- Correcto. Estás en perfecto estado... de ebriedad.
- ¿No puedes creer que yo sepa lo que es estar muerto?
- En tal caso, te diré que yo ni siquiera existo... yo no tengo historia, ¿la tienes tú?
- Estoy hablando en serio, Li...
- Yo también; tan sólo soy producto de tu imaginación febril. Siempre he sospechado que estás un tanto chiflado, mi amor, que inventas cosas locas. Yo, entre ellas.
- No me confundas...
- Bueno, pues, contéstame la pregunta. ¿Tienes historia?
- Tú sabes quién soy, qué hago, qué quiero...
- ¡Historia, chamaco! His-to-ria. ¿Sos boludo, acaso, pibe? ¡No me infle la concha! Ache, i, ese, te, o, ere, i, a. ¡Historia! ¿De dónde vienes? ¿Cuáles son tus orígenes? ¿Qué legados recibiste?, (dije “legados”, no frega’os). En esencia: ¿quién eres?
- Pásame otra botellita de Chenet.
- No, ya estás muy borracho. Anda, haz un esfuerzo por pensar; aunque a ustedes, los hombres, les acarree mucha aplicación. Cuenta tu historia; quienes no la tenemos disfrutamos de escuchar la de otros.
- Bien. Siéntate, aquí, junto a mí. Ponte cómoda, porque será larga. Empiezo:
“ EPISODIO 1.- María nació el 25 de diciembre de 1910, pero no fue sino hasta hace diez años que se enteró de ello, pues siempre supuso que su onomástico era el día 23; sus hijos y esposo siempre se lo festejaban este último, hasta entonces. El menor de la descendencia fue quien realizó el hallazgo al tramitar la obtención de una copia del acta de nacimiento de su progenitora, la cual no aparecía por ningún lado. Descubrió más: que su abuelo acudió al Registro Civil con la niña María, neonata, a dar fe del alumbramiento la Navidad del año en que Madero llamó a la rebelión contra Porfirio Díaz...”
(Who put all those things on your head...)
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