Monday, August 14, 2006

Episodios 5, 6, 7 y 8

EPISODIO 5.-


Nuestro pequeño universo infantil y adolescente estaba constituido por dos realidades. La frontera entre una y otra era Arcos de Belem. Hacia el norte, se situaba la vieja Ciudad de México con sus herencias históricas y culturales: La Ciudad de los Palacios. Al sur, desde veinte años antes, habían empezado a delinearse los primeros barrios periféricos, los primeros asentamientos de desplazados por una provincia cuyo campirano costumbrismo no ofrecía las posibilidades de desarrollo ni, tampoco, niveles económicos satisfactorios como los de la gran metrópoli que respondía, paulatinamente, a la transmutación de un país eminentemente agrario en uno incipientemente industrial.

Hacia el norte, los oriundos de la gran capital; hacia el sur los inmigrantes. Hacia el norte quienes se empleaban en el comercio y el área de servicios; hacia el sur, quienes se empleaban como obreros fabriles y en el pequeño comercio. Hacia el norte quienes aspiraban, o –al menos- tenían la oportunidad de escalar la pirámide social mediante mejores niveles de escolaridad; hacia el sur quienes sólo aspiraban a ganar mejores salarios que los obtenidos en sus tierras de procedencia. Hacia el norte, las clases medias y resabios de una vieja aristocracia venida a menos que añoraba el pasado y los iberomex, descendientes de exiliados de la Guerra Civil en España; hacia el sur, el proletariado atraído por la urbe y los oficios. Hacia el norte, los grandes hoteles, el centro comercial y cultural; hacia el sur, las vulcanizadoras, los lavaderos en los patios; el dormitorio público y sus “... ese ñero del oriente, presta un veinte” y su Banda del Araña; los talleres y sus balatas, sus cambio de aceite; los tugurios, los prostíbulos (aunque de nuestro lado estaba el tradicional: Las Vizcaínas).

Sin embargo, como cualquier frontera con esas características, Arcos de Belem ofrecía sitios donde ambos tipos de población confluían. Ahí estaban la iglesia del barrio y la escuela (según parece, la más grande del país en ese tiempo, inaugurada, años antes -durante el periodo presidencial de Abelardo Rodríguez- como un símbolo de la revolución triunfante sobre el antiguo régimen; se alzó, precisamente, sobre lo que fue la Cárcel de Belén). Consecuentemente daba asiento a otro signo de la modernidad pos revolucionaria: Televicentro, compañero de generación de nuestra palomilla. Los otros medios de comunicación, las radiodifusoras, se encontraban a unas cuantas cuadras de la frontera, hacia el norte: XEW, en Ayuntamiento; XEQ, en José Ma. Marroquí; Radio Mil, en Ayuntamiento; Radio Centro, en Victoria o Artículo 123, no recuerdo bien; sólo XEDF, que inició sus transmisiones en los tempranos 60’s y cuyos contenidos eran eminentemente de carácter popular, se encontraba en el lado sur, en Dr. Río de la Loza.

La frontera, por otra parte, ofrecía amplias posibilidades de socialización entre los niños y adolescentes de ambas márgenes: la calle era poco transitada y empedrada, lo que favorecía el acercamiento, la convivencia, entablar lazos amistosos y la colaboración en organización de juegos, amén del disfrute, compartido, del ocio. La inocua vagancia. Más allá, al sur de la frontera, se localizaba el México Bronco: Dr. Andrade, Dr. Jiménez (pertenecientes al Barrio de Campo Florido). Sin embargo, el lado norte albergaba células de ese mundo ajeno a nosotros: la calle de Delicias, con su fabrica de cigarros, su mercado informal –tipo tiangüis- sobre el arroyo de la calle, sus vecindades de mil patios. La frontera no era un territorio violento; estaba normada por tácitos pactos de no agresión entablados por las sabias generaciones de jóvenes que nos precedieron, supongo. Los surotas y los delicianos peleaban entre sí o contra invasores allende los límites del territorio neutral (un tramo pequeño de Río de la Loza, otro de Niños Héroes, Balderas –con extensión a La Ciudadela-, Av. Juárez, San Juan de Letrán y Arcos de Belem).

[Más allá de ese cinturón suriano, se asentaban las clases medias emergentes: Narvarte. Al oeste, noroeste y suroeste –Juárez, Cuauhtémoc, Roma e Hipódromo Condesa-, desde tiempos anteriores a la inmigración pos revolucionaria, habitaba la rancia aristocracia, la gente decente forjada durante el porfiriato. Los nuevos ricos, los hijos del alemanismo, estaban muy lejos: Polanco y Las Lomas de Chapultepec. Casi por entero, el norte y el este albergaban otros cinturones de pobreza, con inserciones middle-class como Jardín Balbuena.

Por mucho que nos creamos los reyes de la Creación, la especie más inteligente, la sublimación de la Naturaleza, etc., a los humanos nos sigue moviendo la más prosaica de las motivaciones: el hambre. Esa es la razón última de la migración; sea esta enfocada en niveles macro y micro. Los poderosos han creado grandes culturas sobre los hombros de la gran masa de desposeídos que, en determinado momento, no pueden soportar más ese vacío –que deviene agudo dolor- en las entrañas. Es lo que propicia las ideas de cambio; y este puede ser violento o pacífico: la masa se vuelve sobre los poderosos y les reclama su cuota. Sucedió en las antiguas culturas y sucede en las modernas: Roma no pudo contener las invasiones de quienes llamaba bárbaros; igual sucede, actualmente, con los norteamericanos que no pueden contener a quienes llama –con igual carga semántica que lo hacían los romanos- latinos, igual que Europa entera no puede contener a los africanos y musulmanes. Así la añeja Ciudad de los Palacios no pudo detener a quienes llamaba indios y pelados. emanados de la pobreza y el hambre que privaba en sus lugares de nacimiento. A final de cuentas, las invasiones prosperan porque el mismo desarrollo de las sociedades requiere de esa fuerza de trabajo como capital variable y para ampliar el mercado interno como consumidores. Pero permíteme continuar}.

Hubo un hecho propiciatorio para que los linderos de la ciudad vieja se modernizaran: el paso del presidente Ruiz Cortines de Los Pinos a Palacio Nacional. El Regente del Distrito Federal ordenó que Arcos de Belén fuera pavimentada, contara con un buen sistema de drenaje. Con ello, las obras acabaron con la gran diversión de las inundaciones: se acabaron los juegos con barquitos de papel y el chapotear por el empedrado. Alinearon la calle, así que algunos edificios fueron derruidos para dar paso fluido al transporte vehicular; su majestad, el automóvil, acabó con las festividades del 24 de septiembre a media calle. No hubo más torito, volantines, rueda de la fortuna, caballitos, romería ni cohetes. Demolieron el hotel, el billar, lo que quedaba del convento mercedario (ahí encontraron cazuelas repletas de monedas viejas y oro, así como esqueletos de nonatos producto de impías relaciones de clérigos y monjas), La Cien (una vieja escuela primaria) y el viejo Cine Alambra. A punto estuvieron de entregar a la piqueta una parte de nuestra escuela: El Centro Escolar Revolución; pero una rápida movilización de padres de familia y maestros impidieron que en aras de la modernidad de la combustión interna se atentara contra la educación. “Son los enemigos de la Revolución –la escuela había sido construida sobre las ruinas de la Cárcel de Belén- que quieren destruir nuestros frescos” gritaba una maestra en uno de los mítines de repulsa a las intenciones de ampliar la calle en detrimento de nuestro centro educativo.

No recuerdo cuánto duraron las obras; pero sí que nos divertíamos haciendo tronar palomas de a peso y cohetes coreanos dentro de los tubos de desagüe que esperaban el turno de ser instalados. En ocasiones, nos introducíamos en una excavación bajo las vías del tranvía “para ver las chispitas” que producía el roce de las ruedas metálicas con las vías al reducir la velocidad para dar vuelta y tomar Luis Moya. En la otra esquina, empezaron a construir un edificio alto al cual nos introdujimos una vez, furtivamente, para brincar temerariamente, dada nuestra corta edad, de su azotea a la del contiguo. Pero no quiero recordarlo. No quiero hacerlo. Hace daño. No quiero rememorar detalles. Quiero borrarlo de mi memoria. Que nadie lo cuente. Atentaría contra el curso de la historia.

Cuando terminaron las obras, la calle contaba con dos carriles separados por camellones con flores. ¡Cuánta belleza! Levantaron las vías y nunca más hubo tranvías en los que Francois y otros viajaban de mosca. Ni volví a contemplar marchas campesinas como aquella que me intrigó tanto –años atrás- en la que los henriquiztas gritaban: “¡Ruiz Cortines güey!”. Y así continuó por muchos años la nueva imagen de la frontera belenita, solo afeada por las múltiples Barda Arana como testimonio de lo que el zapapico tumbó. Hasta que el metro se llevó las flores y ocurrieron las primeras emigraciones de las familias originarias y las inmigraciones bárbaras, fenómeno propiciado por el viraje económico y social de nuestro pequeño mundo que, de barrio –clase media- viejo, se convirtió –merced a la obra pública y al modernísimo transporte- en territorio ocupado por la invasión hambrienta de alcanzar mejores acomodos. La frontera fue derribada. Cayó... El Muro de Belén.






EPISODIO 6.-

¨{Manuscritos Filofóforos, por V. I. Lenón (O séase yo mero), para matar el tiempo en tanto dura el vuelo a Güeva York y luego a Roma.

CUADERNO # 1

1.- Según Gestalt, son 3 los estados del ser:
-El mundo interno, experimentado en lo emocional y lo físico.
-El mundo exterior, experimentado mediante los sentidos.
-El pensar, la zona intermedia (¿abreviatura? ZIM).

2.- Se basa en existencialismo; se ocupa de problemas generados por negativa a aceptar responsabilidad de lo que somos y hacemos. Pertenece a corriente humanista

3.- Diferencia ÷ experiencia y pensamiento, y después se ocupa de lo que EXPERIMENTAMOS, no de lo que pensamos.

4.- El organismo humano y su entorno, que incluye a otros seres: es una sola entidad. (NB: El concepto existencialista del "Yo soy yo y mi circunstancia").

5.- “Experiencia” significa "estar en contacto" con uno mismo y con el mundo. (Entonces no estoy orate: Él / ella / yo otro es estar en contacto contigo, que es conmigo mismo, ¿no, Gastón Clon?).
6.- Al sustraerse de experiencia (evadirla, pues’n) se pierde la percepción, separándose + y + del propio potencial. Eso = neurosis. (¡Chin!, creo que me hablan)

EVASION, ANSIEDAD Y PERCEPCIÓN

7.- Cuando dejamos "aquí y ahora", = "evasión". Es necesario “darse cuenta” de fuga propia y después arriesgarse a experiencia; "estar con" y "dejar que las cosas sucedan”

8.-El bato loco (yo merengues) supone que huye de los hechos, pero de a devis huye de sus sentimientos. Cuando decide afrontar experiencia, prescinde de la fuga de conocer y aceptar lo que existe y descubre que sus sentimientos son, al ( - ), soportables.

9.-Aunque ansiedad y temor parecen ser =, éste existe y aquélla es puritito onanismo mental (digo yo). El miedo existe cuando hay una amenaza externa tangible (alguien que te empuja al vacío desde un edificio alto, x ejem.); la ansiedad ocurre cuando echamos a andar nuestra cabecita loca y producimos inside us sentimientos semejantes al temor, cuando que no existe peligro externo concreto que nos amenace. (N. B.: ahí está la diferencia entre experimentar y pensar) Cuando el bato loco (dícese “el cliente”, no “el paciente”), está dispuesto a tolerar cierta incomodidad -que le producen sus visiones catastróficas- y a hacerse responsable de los sentimientos que esta produce, comienza a descubrir de qué manera se las arregla para soportar esa incomodidad. Da chance de que su cuerpo sea lo que es y aprende, simplemente por la percepción, cómo deforma su ser interno dejando el camino open para que → UN CAMBIO.

10.-Fritz Perls dice que la ansiedad es nuestro impulso vital, como energía, como excitación. ("el placer por la tensión", cuando apechuga -asume- el riesgo de experimentar lo nuevo). Cuando empiezo a tolerar mi ansiedad y a permanecer en contacto con ella, ya no se me opone, sino que fluye conmigo, así que empiezo a moverme de nuevo. He descubierto cómo puedo moverme hacia otros sentimientos permitiendo poco o mucho del dolor provocado por la ansiedad,. Uno no puede evitar pasar por lo que existe, pero se entera de que puede hacerlo, sin purrún.
.
Así que el cliente descubre tres circunstancias:

-El hecho de su fuga
-Su forma de evasión
-La naturaleza de esa experiencia interna que intenta bloquear al evitar una parte de su mundo.

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11.-ACEPTAR RESPONSABILIDAD.-. El quid es llegar a asumir que "necesitar" ≠ "desear". El cuerpo físico NECESITA, el cuerpo emocional DESEA Para sobrevivir se necesita H2O, alimento, descanso, O2; requerir, de otros, es desear. Asumir que "no poder" ≠ "no querer". Cuando el bato loco encuentra (¡descubrir!, ¡descubrir!) que "sí puede, mas no quiere", que "no necesita pero sí desea", que no "sucede tal " sino que "hago tal", que no "el día está triste", sino "estoy triste", etc., → tomar la responsabilidad de sí.

En lo concerniente al concepto de la "ayuda" del terapeuta, la posición Gestalt es:
".. Estaré contigo; pero TÚ HARÁS LO QUE ENCUENTRES NECESARIO". Es básico en Gestalt el "aprender a descubrir".













<"El Atrapador de osos".- Opera persuasiva y engañosamente, es repetitivo: te invita a entrar y espera; cuando casi has llegado, te propina un portazo en plena cara. Se ofrece a sí misma; amor, sexo, lo que quieras; y permanece cerca hasta que consigue que respondas. Entonces, sorpresivamente, se retira y te deja confundido y solo. Lo único que puede ofrecerte es la bancarrota emocional. (¡Ay, Marinita!, estás que ni pintada aquí).> }...


Interrumpo la escritura y saco de mi maletín la KCT ‘era. Ligia duerme. Introduzco la cinta del Concierto de Brandenburgo # 3 en G mayor de Bach. Cierro los párpados e inicia la marcha de esas estructuras musicales forjadas en la simpleza de dos tiempos: uno de ellos ocupado por dos octavos -que parten de una nota y su inmediata anterior- y, en el siguiente, se asienta la nota inicial con valor de un cuarto (¿acaso octavo con puntillo y silencio de corchea?, ¡qué importa!) que encuentra su respuesta en una estructura similar en los siguientes dos tiempos. Tras de ese modelo (en sí, un micro cosmos) se levanta, imponente, el envoltorio de esas pequeñas frases, las cuales se tornan interpenetración: de los violines pasa a los chelos, luego a las violas; y el clavecín, apenas marcando orden -con acordes- las florituras de los instrumentos de cuerda. Acentuaciones que señalan el rumbo de las pequeñas escapatorias hacia... ¡La Gloria!

El esquema se repite una y mil veces, encontrando majestuosa replica otras tantas. Unos compases es melodía y otros acompañamiento. Unos momentos en primer plano y otros escasamente perceptible. La simplicidad de la base llevada a lo complejo de la estructura toda. Del piso a lo sublime. Allegro. Sí, la alegría por la vida. ¡La vida! Y esto es lo que los seres humanos han creado. Esta es la gran obra del Hombre en su paso sobre la Tierra. Lo que ha desarrollado en su afán, infrugífero, por alcanzar la estatura de los dioses. O, al menos, por acercárseles (ese es el sentido último del arte). Es una verdadera alegoría a la divinidad. Truculenta ironía: en su paso por el mundo, desde tiempos ignotos, ha creado y destruido una pléyade de fuerzas -extrínsecas- a las que les ha atribuido su propia creación, sin ver que es a la inversa; sin darse cuenta que sólo han sido producto de la lucha entre lo senil que pretende perpetuarse contra lo reciente que intenta instaurarse. (Lo voy a escribir en el cuaderno # 4 ahora mismo).

El Adagio parece ser, casi, una modulación para caer a otro tipo de compás (¿ 6 / 8 ?) en el cual se desenvuelve el tercer movimiento –otro Allegro- en el que se percibe la misma estructura del inicial, sin que sea la dominante, aun recatada; pero sigue ahí, presente, tras un sofisticado barroquismo en cuyo seno me sumerjo...

{CUADERNO # 4.-

1.- Matriarcado.- Mujeres educaban, administraban, (cuando agricultura: sembraban). El hombre mataba animales para comer; o mataba a otros hombres para arrebatarles lo que él no había podido cazar.

2.- Cuando inventa agricultura, se hacen sedentarios; pero como Natura no es experta en equidad, hay diferencias de su prodigalidad entre tribu y tribu; entre pueblo y pueblo. El esquema se reproduce: le pone en su progenitora a otros para arrebatarles lo que su tribu no tiene.

(Aquí viene).- En los ruquísimos tiempos, los humanos no se explicaban los fenómenos naturales. Su ignorancia los empujó a creer que eran fuerzas regidas por inteligencias superiores a las suyas, por lo que les otorgaron categoría divina: dioses.

Así como había diferencias entre los pueblos (económicas y, por ende, sociales), las había entre los pobladores. (Como, hasta la fecha, unos vivían para la supervivencia y otros tenían tiempo para pensar porque otros trabajaban para hacerles posible la suya). Estos personajes se convirtieron en detentadores del conocimiento; eran los sabios y los sacerdotes. Pero además eran quienes poseían el poder político y la fuerza (que les proveía del poder económico). Considerando que la ciencia, propiamente dicha, no existía, se comprenderá que su lugar lo suplían las primeras creencias religiosas y –en un punto de los tiempos- la filosofía. (1er. Papel de ésta: resolver en la cabeza, con el pensar, lo que sucede fuera de ella y que es inaccesible al entendimiento humano).
2 vertientes: Fe vs. Conocimiento Científico.
El desarrollo de las ciencias fue restringiendo el terreno de la fe y el de las creencias religiosas, obligando cambios en éstas últimas. Así, de adorar los fenómenos naturales, se cambió -o amplió- a otras divinidades como los animales astutos, fuertes o fieros. A los astros y planetas.

Esto acaece dentro del politeísmo.

Es necesario entender que los diferentes pueblos utilizaban sus creencias como método de dominio ideológico para mantener el económico, de fuerza (militar) y político. Y que cada nueva ideología respondía a la necesidad de modificar los procedimientos anteriores de dominio. Era sacudirse de lo viejo (como dije al inicio). Transformar el –entonces- pequeño mundo. Cada nuevo dominio imponía sus creencias, quien se desviara de ellas era considerado hereje (enemigo del sistema) y sujeto a penalidades varias; entre ellas la muerte.

No conocemos cómo las sociedades se convirtieron en patriarcales; pero significó una revolución que debió ocupar centurias, (¿milenios?). Los dioses masculinos fueron dejando en segundo término a las deidades femeninas. Devino transfiguración completa. Van surgiendo, al parejo, la familia, la propiedad privada, el Estado (patriarcal) y la Historia (leer Engels, para desarrollar).
Las religiones, los dioses, se van convirtiendo en antropomorfas y –luego- monoteístas. (Se entretejen: hay dioses mayores; y de acuerdo a las estructuras sociales humanas, se crean cortes celestiales. Dioses mayores y dioses menores. ¿resultado de pactos entre lo viejo y lo nuevo?¡A güevo!).

Para lo definitorio en ese respecto, acá, de este lado del mundo, en su lucha contra lo viejo, lo nuevo toma como dios principal al Sol. Ocurre en Egipto.

(¡Chin!, ya vamos a llegar. Sólo completaré unas notas para utilizarlas un poco después. ¿Cómo ves, Gastón?).

Los griegos le sitúan un Sol detrás de la cabeza a Apolo –un hijo de su dios principal- para hacer más sutil el dominio hacia los vencidos. (Así, los españoles crean una virgen con rasgos indígenas para suavizar la conquista). Un símbolo del pasado, vencido, en sincretismo con lo nuevo. A Jesús –hijo de Dios- el catolicismo lo representa semejante: ¡con un sol tras la cabeza!; sólo que trastoca el sentido haciéndolo figurar como un halo de santidad... }

(Eso que se ve abajo parece ser New York).







EPISODIO 7.-


A Salvador le correspondió el desentendimiento de su padre. A Regis y Denis, el periodo de mediana prosperidad, ya que Philippe trabajó sucesivamente en una fábrica de productos químicos y en una escuela, ocupaciones que le redituaban ingresos decorosos; pero luego enfermó de los ojos -cuando nació Gastón- y fue despedido sin más. Pidió asilo en la casa paterna, en Querétaro, lo cual le fue negado inicialmente por su madre en virtud de que no estaba casado por la Iglesia con María. Por cuestiones prácticas, mas no por convicción, accedió a la exigencia de su progenitora, con lo que pudo llevarse a su prole y atenderse médicamente sin presiones económicas –al menos no catastróficas- hasta sanar.

A su regreso a la Ciudad de México, encontró dificultades para emplearse, y después de mucho buscar –sin éxito- decidió ir a ver a unos paisanos que había conocido en la Escuela de Música Sacra, en su infancia, que se dedicaban a esa actividad desde hacía muchos años en la capital. Y a eso se avocó.

Desencantado de las vulgares grillas sindicales desde sus tiempos de activista, cuando la creación de la CTM (de donde fueron hechos a un lado los luchadores sociales que provenían de las filas del Partido Comunista), nunca simpatizó con los grupos de truhanes que “partían el queso” en las filas de los filarmónicos que se liaban entre ellos para mantener el monopolio de las mejores fuentes. Así que se dedicó a desempeñar sus labores en las ceremonias religiosas, tocando el violín. Y conoció desde otro enfoque, ya no como maestros, sino como patrones, a los representantes de Dios sobre la Tierra. Santos señores que se muestran más interesados en lo terrenal que en lo celestial. En lo material que en lo espiritual. El estándar de vida de los Russo decayó. La cabeza de familia perteneció a la generación de comunistas que asumían que su lucha por las reivindicaciones proletarias debía darse desde una posición de identificación con los obreros y campesinos pobres que poblaban el país: Marx había desarrollado su obra en la peor de las miserias. Así debía ser. Habría que inmolarse en aras de la paupérrima y heroica clase destinada a tomar el poder.

Pero no les pasaba por las mientes Engels.

La familia vivía en una zona de la ciudad en la que su condición económica y social no encajaba. Los vecinos de esa parte, que correspondía al centro, a la ciudad vieja, que alguna vez –en los años veinte- eran los límites, pertenecían a la clase media, a la vieja aristocracia venida a menos (gente decente), y, por efectos de la guerra civil en España, a exiliados de la misma. Pero vivían en subarriendo, compartiendo el departamento con dos profesionales de la medicina. Para no importunar las actividades de éstos en el trato con sus pacientes, fue que los tres Russo menores se enseñaran a callejeros. La calle se convirtió en hogar, en segunda escuela. Y no era mala; entonces, aunque existía pobreza, México era una gran ciudad-país (por aquello de que “...fuera de México –la ciudad- todo es Cuautitlán...”) que permitía que los jóvenes pudieran tener expectativas. Era posible escalar, en una o dos generaciones, la pirámide social: de la clase trabajadora a las clases medias. Hoy, eso ya no es posible.

Philippe distribuía su tiempo entre el “hueso” (coloquialismo que define la ejecución musical contratada individualmente para un evento), leer el periódico (“Excelsior”), revistas (“Siempre”, “Política”, “URSS”, el “Boletín de Información de la Embajada de la Unión Soviética”, del que era suscriptor), amén de recabar datos científicos (textos de Física) y filosóficos (materialismo dialéctico) para redactar un libro sobre la técnica del violín. Además, de vez en vez acudía a reuniones con sus amigos, paisanos y compañeros de profesión.

María se encargaba de las labores hogareñas. Hacía “milagros” para estirar el gasto, preparaba, atendía y llevaba a los hijos a la escuela (excepto a Regis, que ya era un jovencito y se trasladaba por su cuenta), hacía la comida, lavaba, planchaba y hacía corajes porque su marido gastaba con sus cuates la poca “lana” que ganaba. Ella tenía unas cuantas cuasi amigas entre las vecinas.

Sí, él era partidario de los beneficios del socialismo, enemigo de la explotación del hombre por el hombre y de la igualdad en el conglomerado de los hombres; pero no de las mujeres. Mucho menos la de casa. Nunca lavó un plato, nunca se sirvió de comer, nunca barrió ni fue por el mandado. Ahí la dialéctica no funcionaba. ¡Que viva la liberación de los pueblos oprimidos!, pero no la de las oprimidas. Discutían por ello en términos que Gastón no entendía. Necedades.

Nunca salían juntos. Las reuniones con la familia eran casi nulas. Hubo algunas visitas de los hermanos varones de María. Las visitas quincenales de Salvador. Los primeros años, grandes fiestas en la casa del Tío Pierre. No más. Ella visitaba a uno de sus hermanos, más o menos frecuentemente, acompañándose de Denis y Gastón, pues tenían primos de edades similares. Visitaba, además, a una concuña –con la misma compañía-, Elena, esposa de un hermano, ya fallecido, de Philippe. Y más primos; con estos fue con quienes existió, quizá, la mayor cercanía. Fueron los únicos contactos familiares.

Philippe hacía, frecuentemente, paseos nocturnos en compañía de Denis y Gastón. Uno de los más acostumbrados era por La Alameda. Los hermanos miraban furtivamente las estatuas de mujeres encadenadas –desnudas- que se encontraban sobre Avenida Juárez. Regis ya no participaba de esas caminatas; prefería estar con sus amigos. Él fue el primer adolescente a quien tuvo que corregir su padre: el primer rebelde; cuando cursaba la preparatoria dejó de ser un buen estudiante, prefiriendo pasársela dando paseos en moto –que quién sabe en dónde conseguía- hasta que un mal día estuvo a punto de perder la vida en un fallido trance acrobático. Salvador fue el hijo a quien, a pesar de no vivir dentro del núcleo familiar, no hubo que aleccionar; el trato hacia su papá estaba regido por una especie de devoción y muestras de respeto que los menores no acostumbraban. Y no era que éstos no lo respetaran, sino que el del mayor era un comportamiento fuera de contexto; el propio de una sociedad tradicionalista que aún no se permitía un contacto más estrecho con la representación de la autoridad paterna. Menos comprensible si se toma en cuenta que el propio Philippe fomentó el cuestionamiento de esos valores, ya en desuso, en sus hijos. Sin embargo, Salvador no cambió sus actitudes sino hasta muchos años después, cuando recibió la única reprimenda por parte de nuestro padre debido a cierta actitud que tomó contra uno de los tíos. Entonces se retiró para siempre, tan abruptamente, que jamás volvimos a saber de él, lo cual constituyó un duro golpe para Philippe.


“…I know what it is to be sad…”





EPISODIO 8.-


El 2 de octubre no asistí a la manifestación de Tlatelolco por andar con El Curro mirando aparadores en los repertorios de Mesones y Venustiano Carranza; comparábamos precios de instrumentos. Él quería comprar un bajo eléctrico –lo cual, desde hace treinta años, no ha hecho- para tocar en el grupo que formábamos Constantin, Francois (mis primos) y yo. Denis sí fue: quedó atrapado en un departamento dentro de la unidad habitacional; los vecinos brindaron escondite a los muchachos que huían de la persecución del ejército y de las balas del Batallón Olimpia.

Constantin también acudió; pero alcanzó a salir instantes antes de que se armara la balacera. Mi padre, que iba arribando a la plaza, lo detuvo en su loca salida al toparse casualmente con él. “¡Tío, tío: están disparando!, ¡están disparando! ¡Tío: Denis está dentro; está dentro, tío!”.

Philippe lo tranquilizó como pudo y lo condujo a casa. Para entonces, El Curro y yo ya habíamos regresado. Al salir del repertorio Wagner, que estaba en la calle Venustiano Carranza, nos percatamos de la balacera en el mitin, pues hasta ahí se escuchaban; por ello decidimos regresar. Esa tarde tendríamos ensayo; de hecho, fue la razón por la que Constantin abandonó la reunión.

Cuando me enteré de que Denis se había quedado en Tlatelolco, pregunté a mi padre qué haríamos. “Esperar, Gastón. Esperar”. Mamá le dio pan y azúcar a Constantin, cuyo rostro parecía ser de papel, y habló con su concuña para comunicarle que el sobrino estaba bien; pero que sería mejor que se quedara en nuestra casa, pues estaba muy asustado. La tía accedió, temerosa de que Constantin pudiera ser detenido por la policía en el trayecto a su hogar. Como Francois era totalmente apolítico, no tuvo la atención de ir ni al ensayo, suponiendo que nosotros iríamos al mitin.

Papá sugirió que, si dieran las nueve y mi hermano no hubiera llegado, fuera a preguntar sobre el paradero de éste a Negrete o a Dávila, dos compañeros suyos de Economía. Y así lo hice, pues Denis no aparecía. Negrete vivía en Artículo 123. Cuando llegué, acompañado por El Curro y Constantin, salió a recibirnos y de inmediato me preguntó por mi hermano. “No sé, por eso te vengo a ver”. Refirió que él se había sentido mal, por lo cual abandonó el mitin a temprana hora, mucho antes de que entrara el ejército; como había estado con Dávila –el otro compañero- y con Denis, entonces dedujo que ellos habían quedado atrapados. “No dejes de avisarme si sabes de él”, solicitó. Nos despedimos.

Para cuando regresé, Denis ya se encontraba, a salvo, en Arcos de Belén. Relató que, cuando empezó la balacera, se introdujo en la unidad y fue a guarecerse en un departamento en el que unos vecinos les dieron alojamiento. Por ello, prácticamente, no había presenciado la matanza. Más tarde, cuando llegó el rumor de que los soldados estaban allanando las viviendas en busca de estudiantes escondidos, el dueño del apartamento les pidió que se marcharan para no ocasionarle problemas. Y, muy a su pesar, así lo hicieron; uno por uno, pues en grupo serían fácilmente identificados. A él le tocó en suerte abandonar el lugar con un señor que, ante la eventualidad de ser detenidos, le sugirió asegurar que era su sobrino. Este hombre era un altísimo funcionario de la Secretaría de Gobernación que casualmente se encontraba en Tlatelolco. Urdiendo ese ardid pudieron salir.

Más noche, habló la mamá de Dávila. Denis le explicó que estaban juntos; pero cuando empezaron los disparos lo perdió de vista, aunque suponía que –al igual que él- se había refugiado en un departamento, pues corrieron en la misma dirección: hacia dentro, en vez de tratar de salir. El problema con Dávila es que era un connotado trotzko, por lo que creían que si caía con sus huesos en el “bote” la pasaría mal. Y así fue; a los dos días de desaparecido; la mamá y la novia lo encontraron. La novia conocía amigos que –al igual que su padre- eran periodistas que tenían “conectes” y lo localizaron.

Dávila se pasó un buen rato preso por “... ¡mire nomás qué patillotas de agitador comunista se carga este individuo, señor juez...” según acusación de un agente del ministerio público. Los conocidos de la novia intercedieron para que saliera libre relativamente pronto. Él, hasta hoy, sigue preso del coraje, de la frustración y del resentimiento; prisionero del odio contra el sistema. Como muchos.

“...who put all those things in your head…”


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