Abandónate al Vacío (Episodio 4)
El rostro de John Lennon, pletórico de colores iridiscentes, simulaba sonreír; su mirada denotaba un brillo enigmático en el que yo creía encontrar un signo de concupiscencia.
TOMORROW NEVER KNOWS.
Turn off your mind, relax and float down stream,
It is not dying, it is not dying.
Mientras, hacíamos circular el trasporte que nos llevaba, inexorablemente, corriente abajo. Cada vez que se cumplía un ciclo, el medio era apagado. Constantin, en su papel de guía –gurú-, verificaba el estado de lucidez en que se encontraban sus apóstoles. Observaba la coloración de nuestras córneas y nos incitaba a hablar para encontrar algún indicio que denotara la calidad de nuestro estado de conciencia. “¿Cómo te sientes?”
Lay down all thoughts, surrender to the void,
It is shining, it is shining.
That you may see the meaning of within,
It is being, it is being.
Las estructuras de las escalas orientales germinaban en mi cerebro; florecían tan profusamente que casi podía ver cómo invadían cada rincón. Creía ver por dentro. Luego, el sonido de la guitarra que, intuyo, fue ejecutada con un pedal de volumen puesto que no se escucha el pick de la plumilla sobre las cuerdas, parecía trepanarme el cráneo para sumergirse en el nadir de mi conciencia, inconciencia y la nesciencia de mi comprensión y conceptuación estética. (¿Qué es eso?, no lo entiendo, no puedo digerirlo, no llego hasta allá). Cada inicio de frase, parecía suspenderse en el vacío y luego se resuelve, en el siguiente compás, con un regreso al punto de arranque. Ansiedad.
El canto, excitante, de la guitarra beatleana aún calaba en mi conciencia. Profundo. Sin resistencia. Parecía infinito, aunque ya había concluido instantes antes. “¡Claro!, ¡está grabado al revés! ¡Por eso no suena el plumazo!”. “No, lo que está grabado corriendo la cinta a la inversa es el fondo”. “¿Las cítaras?” “No son cítaras”. “¡Claro que lo son!”. “¿Lo repetimos?”. Nuevamente la guitarra. Una y otra vez, una y otra vez, sin que lográramos descifrar el secreto. Por lo demás, ni importaba; lo asombroso era que cada nota surgía de la nada: no asoma en la génesis; y, de improviso, se hace presente sin que, a ciencia cierta, haya un momento en el cual pueda descubrirse: “¡helo aquí!”. Grupos de seis notas que simulan correr hacia abajo en el pentagrama y que al siguiente compás inician trepándose a las líneas superiores para volver a desplomarse. Atrás, las notas corrían de un lado a otro, de arriba abajo, en un persistente divertimento; como niños jugando a la roña o perseguidos por duendes y gnomos. Un juego inocuo que sin embargo provocaba una sensación de desesperación o ansiedad tanto como mi emparejamiento con Edurne. Angustia. El rebote de la baqueta sobre la tarola, perennemente obsesivo, hueco envolvente. Pertinaz.
Lennon siguió cantando como si estuviera dirigiendo la voz hacia un contenedor rebosante de agua mientras que, pegado en la pared, me miraba y sonreía conminándome a encender, nuevamente, el medio. “Go, fucking guy, do it!”. Los colores de su faz resplandecían y alteraban el matiz. “Do it!”, insistió.
That love is all and love is everyone,
It is knowing, it is knowing.
And ignorance and hate may mourn the dead,
It is being, it is being.
- -¿Saben? Yo sé qué es estar como muerto.
- -¡Sácate! Ya estás bien marihuano.
- -Nooo, ¡me cae! Yo sé qué es estar muerto.
- -Dale un zape en la cabeza para que se le quite la grifera.
- ¡Nel, relax! ¡No inicien el desmadre! El que empiece, se va..
- Neta, aunque no me crean, yo sé lo que es estar muerto.
- ¿Sabes qué, güey? Eso es de otra rola. No te finjas el muy pasado y déjanos disfrutar el estar, así, tranquilitos y relajados, oyendo música. Si quieres hablar, hazlo sobre cuestiones trascendentes y no te claves en la babera. Ya no hagas tanto irigote.
- ¿Acaso la muerte no es un asunto trascendente?
- Ya párale, bato; sabes que la regla de oro aquí es que nadie se freakee ni se ponga muy loco.
But listen to the color of your dreams,
It is not living, it is not living.
Or play the game “Existence” to the end,
Of the beginning, of the beginning,
Of the beginning, of the beginning
En la pared opuesta a Lennon, la Bardot parece disfrutar el conato de discusión entre los CoFraGa’s, amigos y gruppies; y sus carnosos labios aparentan invitar a humedecer la persistente resequedad de los míos; pero... ¿cómo hacer para utilizar la lengua si la siento pesadísima y pegada a su base. No podría besarla. Pero puedo tocarla con mis ojos. Ella es sensualidad personificada.
Siento ansiedad. No me gusta, es el anuncio del bajón; pero no puedo estar eternamente marihuano para evitar esa sensación. No yo; otros lo hacen, es su pedo. Me gusta darme dostres toques para tocar (toques para tocar, ¡qué loco!), escuchar música o, simplemente, “pensar –como dice mamá- en la inmortalidad del cangrejo”. Curro dice que lo acostumbra cuando coge. Esto prefiero hacerlo perfectamente lúcido. Para mí el sexo es súmmum. Sacramento terrenal. Me escucho (o, ¿te escucho?, ¿quién de los dos habla?) musitarle a Edurne que quiero hacerle el amor. Empiezo a perder la noción de las distancias en mi percepción ocular. Me pasé, me pasé. Entablo un diálogo con mi compañera pero sus palabras, las mías y las tuyas, Gastón, se revuelven en mi cerebro. ¿O es el tuyo? ¿Quién es quién, Gastón? Para colmo, ¡esta obsesiva, dependiente y posesiva! El diálogo se convierte en soliloquio:
“Quiero que te quedes para siempre conmigo, Gas. No quiero hacerlo, porque sólo te deseo. Pues entonces vamos a vivir juntos, trabajar juntos y amarnos olditaim. (Sí, eso quiero, estar metido en ti a perpetuidad). Tú cállate, idiota, yo soy el dueño del cuerpo. (Eso crees). Qué dices. No, a ti no te digo, le digo a él. A quién. No, no entiendes, es mi grifera, estoy muy loco. Yo te amo, sin ti me mato. (Me aterroriza estar lejos de ti, tengo miedo de no coger contigo). Pues entonces no te entiendo; si es así, por qué no quieres vivir conmigo. Está hablando él, no yo. ¿Quién él? Él / ella / yo otro. Qué estúpido te pusiste. Soy yo, pero es que no quiero que estemos viviendo con miedo; en realidad, si no estoy contigo no me voy a morir, ni me va a suceder absolutamente nada, ni a ti. Yo sí me muero sin ti. Lo supones (Y yo), pero no va a ser verdad; lo decimos y lo sentimos y lo creemos, pero es falso, no es cierto; y por ello es que no quiero permanecer contigo. Entonces eres masoquista y quieres causarte dolor haciendo lo que no quieres hacer. No quiero hacer lo que deseo hacer (eres un miedoso, haz lo que queremos, pinche Gastón) para evitar que caigamos en dependencias (nomás ensartarnos un ratito) pues lo único que conseguiremos será perder nuestra condición de seres libres, de seres de amor verdadero (¡Puff!, eso se lo dictó Ligia). Quién es Ligia; ah, andas con otra. Eso lo dijo él, no yo. Quién él. Él / ella / yo otro. Entonces no hemos avanzado nada; estamos como al principio. (‘Amar, amar, amar’; tú no sabes qué es eso; sólo somos un par de cínicos contenidos en un mismo cuerpo; sólo anhelamos cogernos a ésta y ... ¡ya!)”.
Of the beginning, of the beginning...
Los dedos corren sobre las teclas, persistentes, desde las notas de mayor altura a las bajas y, los que simulan ser alientos, –distorsionados- hacen lo propio, sin orden alguno. Avangard lennoniano. Paul Mc Cachetes da la espalda; George sonríe, sarcástico; Ringo, parece serio, pero nadie se lo cree; John pregunta: “¿nos echamos la que sigue?”. Él / ella / yo otro contesta “¡’Ora, pues!”. Edurne, desnuda de la cintura abajo y ante la mirada atónita de los demás, me baja los pantalones y se me encarama. Harrison hace suspirar su Gretch al ritmo de los movimientos con los que Edurne propicia mis penetraciones –que, a la vez, inspiran al guitarrista beatleano para ejecutar sus blue sounds- y, luego, coreo con John:
“I´m only sleeping...”
La Gretch vuelve a suspirar, enmarcando el clímax. En un rincón del Refugio, que insiste en acercarse y alejarse, veo uno de los zapatos verdes de Edurne. Y me escucho susurrar: “No pongan She Said, esa pieza eyecta una circunstancia indeterminada que espanta”. “No te pongas paranoico; sólo estás muy marihuano”, dijo Francois.
¿Cuánto tiempo ha transcurrido? Alucinado, envuelto en visiones de mil colores (¿qué madre le pusieron a la leche, cabrones?) me sumerjo en el vórtice oscuro; pero quedo inmóvil en cierto punto sólo para contemplar cómo es que Edurne se despeña; cae por una ladera; lento, pero sin remedio. “¡Si no te quedas conmigo, me mato!”, grita en su trayecto al infinito negro absoluto. ¿No te das cuenta de que ya estás muerta? Este abismo no tiene retorno si no asumes que para volver, necesariamente, tienes que irte. Deja de chantajearme, no podemos seguir juntos: yo sigo vivo y tú estás en camino del último descenso. ¿No te das color? Lo único que tienes es pavor. Eres un recelo envuelto en sudario de mujer. Cobardía, sólo cobardía; aunque no es temor a lo que te va a suceder, sino a lo que vas a sentir. Un miedo que ni siquiera lo es, porque el miedo es la reacción a un peligro inminente. Esta caída no es real, es una visión catastrófica. Es la muerte en vida, porque estás en medio de una existencia vacua. Por eso estás yéndote a la oscuridad. Estás invadida de angustia. Abandónate al vacío para renacer; deja de asirte de mí. Es el único sendero para retornar al mundo de los vivos. Si no lo haces, vagarás eternamente en el reino de las ánimas
…And your bird can sing, you can hear me?…
Veo, al fondo, tu cuerpo desmembrado y tu zapatito verde. ¡Lo hiciste! Ahora tendrás que vivir tu propio duelo, aliviarte, rescatarte y volver de la gruta de las tinieblas.
TOMORROW NEVER KNOWS.
Turn off your mind, relax and float down stream,
It is not dying, it is not dying.
Mientras, hacíamos circular el trasporte que nos llevaba, inexorablemente, corriente abajo. Cada vez que se cumplía un ciclo, el medio era apagado. Constantin, en su papel de guía –gurú-, verificaba el estado de lucidez en que se encontraban sus apóstoles. Observaba la coloración de nuestras córneas y nos incitaba a hablar para encontrar algún indicio que denotara la calidad de nuestro estado de conciencia. “¿Cómo te sientes?”
Lay down all thoughts, surrender to the void,
It is shining, it is shining.
That you may see the meaning of within,
It is being, it is being.
Las estructuras de las escalas orientales germinaban en mi cerebro; florecían tan profusamente que casi podía ver cómo invadían cada rincón. Creía ver por dentro. Luego, el sonido de la guitarra que, intuyo, fue ejecutada con un pedal de volumen puesto que no se escucha el pick de la plumilla sobre las cuerdas, parecía trepanarme el cráneo para sumergirse en el nadir de mi conciencia, inconciencia y la nesciencia de mi comprensión y conceptuación estética. (¿Qué es eso?, no lo entiendo, no puedo digerirlo, no llego hasta allá). Cada inicio de frase, parecía suspenderse en el vacío y luego se resuelve, en el siguiente compás, con un regreso al punto de arranque. Ansiedad.
El canto, excitante, de la guitarra beatleana aún calaba en mi conciencia. Profundo. Sin resistencia. Parecía infinito, aunque ya había concluido instantes antes. “¡Claro!, ¡está grabado al revés! ¡Por eso no suena el plumazo!”. “No, lo que está grabado corriendo la cinta a la inversa es el fondo”. “¿Las cítaras?” “No son cítaras”. “¡Claro que lo son!”. “¿Lo repetimos?”. Nuevamente la guitarra. Una y otra vez, una y otra vez, sin que lográramos descifrar el secreto. Por lo demás, ni importaba; lo asombroso era que cada nota surgía de la nada: no asoma en la génesis; y, de improviso, se hace presente sin que, a ciencia cierta, haya un momento en el cual pueda descubrirse: “¡helo aquí!”. Grupos de seis notas que simulan correr hacia abajo en el pentagrama y que al siguiente compás inician trepándose a las líneas superiores para volver a desplomarse. Atrás, las notas corrían de un lado a otro, de arriba abajo, en un persistente divertimento; como niños jugando a la roña o perseguidos por duendes y gnomos. Un juego inocuo que sin embargo provocaba una sensación de desesperación o ansiedad tanto como mi emparejamiento con Edurne. Angustia. El rebote de la baqueta sobre la tarola, perennemente obsesivo, hueco envolvente. Pertinaz.
Lennon siguió cantando como si estuviera dirigiendo la voz hacia un contenedor rebosante de agua mientras que, pegado en la pared, me miraba y sonreía conminándome a encender, nuevamente, el medio. “Go, fucking guy, do it!”. Los colores de su faz resplandecían y alteraban el matiz. “Do it!”, insistió.
That love is all and love is everyone,
It is knowing, it is knowing.
And ignorance and hate may mourn the dead,
It is being, it is being.
- -¿Saben? Yo sé qué es estar como muerto.
- -¡Sácate! Ya estás bien marihuano.
- -Nooo, ¡me cae! Yo sé qué es estar muerto.
- -Dale un zape en la cabeza para que se le quite la grifera.
- ¡Nel, relax! ¡No inicien el desmadre! El que empiece, se va..
- Neta, aunque no me crean, yo sé lo que es estar muerto.
- ¿Sabes qué, güey? Eso es de otra rola. No te finjas el muy pasado y déjanos disfrutar el estar, así, tranquilitos y relajados, oyendo música. Si quieres hablar, hazlo sobre cuestiones trascendentes y no te claves en la babera. Ya no hagas tanto irigote.
- ¿Acaso la muerte no es un asunto trascendente?
- Ya párale, bato; sabes que la regla de oro aquí es que nadie se freakee ni se ponga muy loco.
But listen to the color of your dreams,
It is not living, it is not living.
Or play the game “Existence” to the end,
Of the beginning, of the beginning,
Of the beginning, of the beginning
En la pared opuesta a Lennon, la Bardot parece disfrutar el conato de discusión entre los CoFraGa’s, amigos y gruppies; y sus carnosos labios aparentan invitar a humedecer la persistente resequedad de los míos; pero... ¿cómo hacer para utilizar la lengua si la siento pesadísima y pegada a su base. No podría besarla. Pero puedo tocarla con mis ojos. Ella es sensualidad personificada.
Siento ansiedad. No me gusta, es el anuncio del bajón; pero no puedo estar eternamente marihuano para evitar esa sensación. No yo; otros lo hacen, es su pedo. Me gusta darme dostres toques para tocar (toques para tocar, ¡qué loco!), escuchar música o, simplemente, “pensar –como dice mamá- en la inmortalidad del cangrejo”. Curro dice que lo acostumbra cuando coge. Esto prefiero hacerlo perfectamente lúcido. Para mí el sexo es súmmum. Sacramento terrenal. Me escucho (o, ¿te escucho?, ¿quién de los dos habla?) musitarle a Edurne que quiero hacerle el amor. Empiezo a perder la noción de las distancias en mi percepción ocular. Me pasé, me pasé. Entablo un diálogo con mi compañera pero sus palabras, las mías y las tuyas, Gastón, se revuelven en mi cerebro. ¿O es el tuyo? ¿Quién es quién, Gastón? Para colmo, ¡esta obsesiva, dependiente y posesiva! El diálogo se convierte en soliloquio:
“Quiero que te quedes para siempre conmigo, Gas. No quiero hacerlo, porque sólo te deseo. Pues entonces vamos a vivir juntos, trabajar juntos y amarnos olditaim. (Sí, eso quiero, estar metido en ti a perpetuidad). Tú cállate, idiota, yo soy el dueño del cuerpo. (Eso crees). Qué dices. No, a ti no te digo, le digo a él. A quién. No, no entiendes, es mi grifera, estoy muy loco. Yo te amo, sin ti me mato. (Me aterroriza estar lejos de ti, tengo miedo de no coger contigo). Pues entonces no te entiendo; si es así, por qué no quieres vivir conmigo. Está hablando él, no yo. ¿Quién él? Él / ella / yo otro. Qué estúpido te pusiste. Soy yo, pero es que no quiero que estemos viviendo con miedo; en realidad, si no estoy contigo no me voy a morir, ni me va a suceder absolutamente nada, ni a ti. Yo sí me muero sin ti. Lo supones (Y yo), pero no va a ser verdad; lo decimos y lo sentimos y lo creemos, pero es falso, no es cierto; y por ello es que no quiero permanecer contigo. Entonces eres masoquista y quieres causarte dolor haciendo lo que no quieres hacer. No quiero hacer lo que deseo hacer (eres un miedoso, haz lo que queremos, pinche Gastón) para evitar que caigamos en dependencias (nomás ensartarnos un ratito) pues lo único que conseguiremos será perder nuestra condición de seres libres, de seres de amor verdadero (¡Puff!, eso se lo dictó Ligia). Quién es Ligia; ah, andas con otra. Eso lo dijo él, no yo. Quién él. Él / ella / yo otro. Entonces no hemos avanzado nada; estamos como al principio. (‘Amar, amar, amar’; tú no sabes qué es eso; sólo somos un par de cínicos contenidos en un mismo cuerpo; sólo anhelamos cogernos a ésta y ... ¡ya!)”.
Of the beginning, of the beginning...
Los dedos corren sobre las teclas, persistentes, desde las notas de mayor altura a las bajas y, los que simulan ser alientos, –distorsionados- hacen lo propio, sin orden alguno. Avangard lennoniano. Paul Mc Cachetes da la espalda; George sonríe, sarcástico; Ringo, parece serio, pero nadie se lo cree; John pregunta: “¿nos echamos la que sigue?”. Él / ella / yo otro contesta “¡’Ora, pues!”. Edurne, desnuda de la cintura abajo y ante la mirada atónita de los demás, me baja los pantalones y se me encarama. Harrison hace suspirar su Gretch al ritmo de los movimientos con los que Edurne propicia mis penetraciones –que, a la vez, inspiran al guitarrista beatleano para ejecutar sus blue sounds- y, luego, coreo con John:
“I´m only sleeping...”
La Gretch vuelve a suspirar, enmarcando el clímax. En un rincón del Refugio, que insiste en acercarse y alejarse, veo uno de los zapatos verdes de Edurne. Y me escucho susurrar: “No pongan She Said, esa pieza eyecta una circunstancia indeterminada que espanta”. “No te pongas paranoico; sólo estás muy marihuano”, dijo Francois.
¿Cuánto tiempo ha transcurrido? Alucinado, envuelto en visiones de mil colores (¿qué madre le pusieron a la leche, cabrones?) me sumerjo en el vórtice oscuro; pero quedo inmóvil en cierto punto sólo para contemplar cómo es que Edurne se despeña; cae por una ladera; lento, pero sin remedio. “¡Si no te quedas conmigo, me mato!”, grita en su trayecto al infinito negro absoluto. ¿No te das cuenta de que ya estás muerta? Este abismo no tiene retorno si no asumes que para volver, necesariamente, tienes que irte. Deja de chantajearme, no podemos seguir juntos: yo sigo vivo y tú estás en camino del último descenso. ¿No te das color? Lo único que tienes es pavor. Eres un recelo envuelto en sudario de mujer. Cobardía, sólo cobardía; aunque no es temor a lo que te va a suceder, sino a lo que vas a sentir. Un miedo que ni siquiera lo es, porque el miedo es la reacción a un peligro inminente. Esta caída no es real, es una visión catastrófica. Es la muerte en vida, porque estás en medio de una existencia vacua. Por eso estás yéndote a la oscuridad. Estás invadida de angustia. Abandónate al vacío para renacer; deja de asirte de mí. Es el único sendero para retornar al mundo de los vivos. Si no lo haces, vagarás eternamente en el reino de las ánimas
…And your bird can sing, you can hear me?…
Veo, al fondo, tu cuerpo desmembrado y tu zapatito verde. ¡Lo hiciste! Ahora tendrás que vivir tu propio duelo, aliviarte, rescatarte y volver de la gruta de las tinieblas.
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