Sunday, August 20, 2006

Episodio 2

EPISODIO 2.-


LA SEÑORA DE PARÍS


Conocí a Ligia en el momento en que estaba replanteándome la vía para relacionarme con las mujeres, lo que fue motivado por un desencuentro amoroso con la mujer que hasta entonces consideré la más sensual, sensible, inteligente y hermosa que se había cruzado en mi vida.

No es aquí el lugar para hablar de ella, será en otro sitio y en otro tiempo; sólo diré que nunca en mi vida me habían temblado las rodillas, ni se me había quebrado la voz , ni me había puesto a temblar como gelatina por el simple hecho de encontrarla frente a mí clavándome la mirada, ¡qué mirada! Sólo logré que nos hiciéramos cuates. Le confesé mi enamoramiento en varias ocasiones, salimos a cafetear una que otra vez, fuimos al cine, nos echábamos mini-fajes disfrazados de saludos (estoy consciente de que yo le gustaba, pero hasta ahí), trabajamos juntos en un proyecto suyo: una meditación guiada -a la que yo le di el soporte musical de fondo y la hice de ingeniero de grabación- que versaba sobre los ángeles.

Ella ha sido es una de las mujeres que más me han influido. Le debo el haberme introducido en el estudio, y aplicación en mí mismo, de principios terapéuticos Gestalt, los que han modificado mi vida. Encontré puntos de contacto entre sus intereses intelectuales y los míos, relacionados con La New Age. Pero creo que lo que más tengo que agradecerle es el que me haya hecho volver a sentir el amor fluir dentro de mí. Aunque no se concretó una relación de pareja con ella, aprendí a verlo y sentirlo. (Nuestra cultura novo hispana está cargada con un fuerte bagaje de frustración amorosa; la canción mexicana no hace sino hablar de sucesos de desamor, rencor, sufrimiento, soledad, venganza). Y, bueno... como algún amigo me dijo una vez: “¿...y la alegría, el sentirte vivo, lo paseado, lo divertido y lo cogido?, -en una relación frustrada- ¿quién te lo quita?”. NADIE NI NADA.

El día que empecé a relacionarme con Ligia hice un último intento de convencer a aquélla de que fuera “la dueña de mis quincenas” y de mi corazón. Habíamos quedado de ir al cine, o a tomar un café al centro de Coyoacán. Fui a verla a su consultorio (¿ya dije que es terapeuta?) y me dijo que se cancelaban los planes porque estaba muy cansada. Que mejor me invitaba un cafecito ahí. Además, mencionó que se sentía un poco mal: “Me duele la panza”. Nos sentamos en el suelo, sobre la alfombra, y taza en mano comenzamos a platicar. Posé mi mano sobre su vientre y lo froté suavecito, con el pretexto del dolor. Instantes después me botó la mano bruscamente y reaccioné diciendo que no la iba a violar. Cambió de actitud y continué con el masaje panciano. Intenté besarla sin éxito. Y volví, como en innumerables ocasiones, a recriminarle que la quería y que estaba hiperenamorado y que me ponía a temblar - era obvio- sólo de la emoción de estar con ella; en fin... que quería con ella. Que la amaba y punto. Se levantó, (¿Quieres otro café?) y soltó su repertorio de frases disponibles, según el manual correspondiente, para mandar a la porra a un pretendiente que no quería que la pretendiera:

1.- “Tú y yo no tenemos los mismos orígenes” (Palabras más, palabras menos)
2.-”No estoy enamorada de ti”
3.-”Para nada necesito de un adolescente como tú” (¿Dónde más lo he escuchado?)
4.-”Eres tremendamente inmaduro”
5.-”Yo no podría vivir -jamás hablé de vivir con ella- con un cuate que se acuesta normalmente a las cinco de la mañana y hasta la madre” (¿De dónde sacó que soy así?)
6.-”Tú y yo no la vamos a hacer como pareja”
7.-”Yo te quiero mucho como amigo, nomás”
8.-”No me conoces”
9.-”No. No quiero experimentar”

Inocentemente, le pregunté: “¿Qué voy a hacer sin tu amor?” Contestó, casi grosera y levantándose rápidamente (estaba sentada en posición de flor de loto), un “no sé” con evidente gesto de “mevalemadrestuvida”. Le pedí que me permitiera abrazarla. Lo hice. Sentí que se me hundía el piso. Casi lloré (después que se fue lo intenté, pero no pude). Lo único que atiné a balbucear es que para mí lo más sagrado es la libertad, pero que por ella estaba dispuesto a perderla. Que no podía dejarla de amar. Que lo había intentado, pero sin éxito. Me dejó sin más argumentos al cortar con un: “¿Nos vamos?”.

Partió. Salí a caminar un rato. A deambular. Llegó la hora de irme a tocar a un antro de por el rumbo y con todo el dolor de mi corazón, agarré mi lira, tomé mi carricoche y me largué. Miento, ya no tenía carromato, lo acababa de vender. Tomé un taxi.

A partir de ahí -como dije arriba- decidí replantear mi actuar con las mujeres. Pensé que debía de ocultar mis sentimientos, que no me iba a abrir de capa. (¡Ah, qué farsante!)

Con Ligia el asunto fue tan rápido que no hubo tiempo de poner en marcha el plan concebido. Esa misma noche se presentó con Lorena y con el galán de ésta en el bar donde estaba yo tocando. Al final del último turno me acerqué a ella (ya nos habían presentado y alguien de los del grupo me había hecho notar que tenía buena pierna) y entre los vapores etílicos en mi cerebro, el sentimiento del rechazo de la terapeuta, lo cachondo de Ligia y mi donjuanismo balín, le dije que no me gustaba andarme por las ramas, que me gustaba mucho y que la quería conocer. Lorena y su galán -este cuate estaba palomeando con el grupo por esas fechas- la hicieron de alcahuetes; como yo no traía auto le dijeron a Ligia que me llevara a mi casa/estudio. Y me llevó. Sólo le di unos besitos traviesos y ya. Dijo que no era tan moderna para subir a mi escondrijo. Sin embargo, nueve días después ya estábamos en la cama. Después de quince días del primer encuentro amoroso eso parecía maratón: A diario, como si estuviéramos buscando romper récord. Horas y horas y a cada hora. Nos arrastró la necesidad del contacto físico. El deseo de anular la separatidad. ¿Acaso alejar el sentimiento de soledad? Qué sé yo.

Creo que en este fin de milenio, gracias al avance feminista y a la revolución sexual, la mujer está tomando, cada día un sitio más importante en las sociedades que en el mundo son. Al menos, en el mundo occidental. ¿Es válido aún hablar en esos términos en un mundo globalizado? Quizá no. Pero el caso es que el nuevo actuar de las mujeres está favoreciendo el derrumbamiento de estereotipos que ya están mostrando su nula “racionalidad”.

El hombre que desde tiempos inmemorables ha sido considerado el Rey de la Creación está siendo bajado a punta de patadas de su pedestal. Las mujeres se han encargado de demostrar que el macho es, en realidad, un castrado que se ha entronizado en un poder que él mismo se ha creado a partir de sistemas ideológicos como son las religiones cuyos dioses y figuras principales son hombres. Ellas lo creyeron por siglos y siglos.

Hoy, la mujer ya no está dispuesta a ser la gran mujer que está detrás de un gran hombre. No quiere estar detrás, quiere estar al parejo, cuando no delante. Cada mujer que se libera de un macho entona un canto de victoria que no es sólo el suyo, sino del género en su conjunto.

Pero agregadamente, se truecan los estereotipos: Hoy sabemos que hay mujeres abiertamente “hombreriegas”. Hoy sabemos de mujeres que son libertinas, hoy sabemos que existen parejas en las que la mujer es el sostén de la casa y el hombre quien se encarga de los quehaceres domésticos. Hoy vemos mujeres casadas que tienen lo que en buen castizo conocemos como “casa chica”. Mujeres que tienen un joven mancebo que les proporciona lo que sus malmaridos -criados con costumbres que ya no corresponden a la época- no les dan: placeres sexuales profundos y sin compromisos. Hoy vemos mujeres que se reúnen en bares a gozar de placeres etílicos y del cotorreo, buscando, no quien se las ligue, sino en franco plan de conquistadoras. Hoy sabemos de mujeres que acosan al hombre que les agrada hasta que lo hacen caer en su lecho (el de ellas) y lo despiden. Aquí no ha pasado nada. Y bien... ¿qué hombre puede resistirse a ser acosado?, ( y acostado). ¿A que le retiren el papel de donjuán para asumir el papel pasivo en la conquista? Nadie. Pero en ese acto pierde el rol que por siglos ha desempeñado. Muere por vanidad. Pero... ¡Qué rico!

QUÉ RICO.
(Me gustaría escribir acerca de los problemas de pareja).
Y morí por vanidad. Ligia empezó a hacerse parte de mí. Iba a mi estudio, el cual dejó de serlo para convertirse en EL LUGAR DE LAS CITAS DIVINAS. El lugar de nuestros encuentros amorosos. Tapicé las paredes con hojas con leyendas que hacían alusión a ella. Se presentaba siempre con un detalle. Llevó un juego de mesa y sillas de jardín que instalamos en la azotea. Los domingos comíamos, tomábamos vino blanco, nos asoleábamos (le fascina hacerlo, ella en bikini, yo encuerado) y nos hacíamos el amor como loquitos. Hacérnoslo era tarea cotidiana: lo mismo podía ser en las mañanas, cuando recién despertaba; o llegaba en las tardes para nuestro ritual lúdico y lúbrico. Me hice adicto, literalmente, a su cuerpo; a su piel, a su cabello, a su olor, a su boca, a sus ojos, a su vientre, a su mullido pubis... a sacralizar de su sexo.

Hablamos. Ella estaba separada, y yo. Tenía problemas con su ex. Planteé la relación como amasiato digamos... responsable, ella quiso que fuéramos pareja. Dijo que debía ser discreta con la relación que iniciamos en prevención de más problemas, yo dije que me hacía responsable de los eventuales problemas que pudiera provocarme nuestra relación, no la iba a ocultar.

Cambié de “profesión”. Dejé de hacer música para convertirme en amante de tiempo completo. Y cuando estaba solo, no lo estaba; porque ella llenaba mi mente: sus ojos semejaban ser ubicuos, siempre frente a los míos como dos mandalas que se empeñaban -yo me empeñaba- en retener mi mirada. Y cuando Li llegaba parecía iluminarme. Salíamos a pasear (pre o post coitum) en su MG ‘58. Gozo y desmadre total. Me regalaba ropa (no le gustaba que anduviera, como me gusta, en fachas), se preocupaba por mi apariencia personal (me peinaba , me cortaba el cabello, el bigote) y comenzó a llamarme “Bebé”. Logré hacer esta rockhistoria musicalizada.

PIEL DE DURAZNO.

Tú venías de vivir lejos del cielo,
De esconderte en ilusiones de sentir.
Tú venías de buscar sin encontrar
El calor de una pasión que se olvidó.
Alguien te leyó el tarot
Y, allí, aparecí;
Pero yo seguía sin saber de ti.

Yo venía de estar lejos de la vida,
De esconderme en remedos de amor.
Yo venía de estar lejos de mis sueños,
De pronto tus ojos tristes me encontré.
Tú esperabas a tu amiga
Ahí en nuestro bar;
“Quién es ella” a Lalo pregunté.

Con esa fama que ellos me han hecho
Esperaban que saltara sobre ti;
Sin embargo sentí que algo me ató al piso,
Supe que contigo no podría ser igual.
Te exploré mientras cantaba
Ahí en nuestro bar,
A mis ojos yo les pregunté:

“¿Acaso habían visto, alguna vez, su pelo?
Flota sobre el aire como cuerpo astral.
¿Acaso habían visto su rostro griego,
Sus delicados hombros, su cintura ideal?”
Admiraba tus caderas
Ahí en nuestro bar
Y tus piernas no me dejaban ir.

Como yo nunca me ando por las ramas
A la siguiente vez que te volví a ver
Te dije “tú me gustas mucho”, sonreíste;
Más tarde en tu coche, probé, te besé.
“Tan moderna yo no soy,
No me puedo quedar”;
Y la luna tuvo que esperar.

Pero Cupido loco ya había decidido
Que tu piel de durazno se uniera a mí,
Así que al sábado siguiente nos citamos,
Bebimos vino blanco y te desnudé.
Y los cuerpos conjugamos
En presente de “amar”.
Ahora eres mía y yo de ti.

Tenemos hoy un escondite que nos guarda,
Llevaste una vajilla para dos, tú y yo;
Tenemos un “studio cauch”, nuestro lecho,
Cuatro juegos de sábanas, un edredón;
Pero es más importante
Tenernos tú y yo,
Tú eres mía y yo soy de ti.


De vez en vez me “secuestraba”. Me metía de contrabando a su morada para pasar la noche con ella. O nos íbamos al lar que tienen sus padres en Valle de Bravo. La primera ocasión me dijo: “te voy a raptar”. Quedó de pasar por mí temprano. Así lo hizo. Ya estaba preparado. Fue el colmo de la locura.

Eran como las 8:00 de la mañana cuando tocó el timbre. Para esa hora yo ya tenía listo lo que íbamos a llevar: los equipajes, la grabadora, los KCT’s, la hielera de Lorena; el conjunto de lo requerido. Nos fuimos por la autopista, de suerte que, incluyendo los paradas para adquirir abastos que ya no guardo en mi memoria, arribamos como a las 11:30. Li me mostró la barraca y al poco rato ya estábamos poniendo los enseres en su sitio. Hacía un calor de todos los diablos; en cuanto terminamos de acondicionar el lugar, nos pusimos en traje de carácter (traje de baño y bikini). Montamos el juego desayunador del jardín y, cuando el Sol se encontraba en el cenit, ella dijo: “Voy por las cubitas, ya hace mucho calor”. Se fue directo a la cabaña mientras yo contemplaba el movimiento de sus caderas embelesado y pensando en el momento que tendría que llegar. Me deleitaba con el panorama (el del lago y el de sus caderas). Ese primer viaje a Valle nos permitió conocernos más. Ahí terminé de enamorarme como loco de Ligia. Perdí la razón y la mesura. ¡Qué bueno que lo hice!
Habiendo bebido las “cubitas” nos fuimos al aposento. Me quité el traje de baño luego nos acostamos. Comenzamos a acariciarnos y a besarnos. Luego de un rato, retiré de su cuerpo el bikini. La besé por todas partes, saboreándola aquí y allá, inhalando el perfume de sus rincones más recónditos, más húmedos, palpando sus accidentes, sus crestas y valles, la suave textura de su piel. Bebiendo su almíbar, ¿ o... su miel? Entregándole mi cuerpo para que ella hiciera lo propio. Susurrando palabras inventadas, dejando escapar tenues gemidos, callándolos con besos de fuego. Comiéndonos. Ligia es un poema. Nada más que eso. No la concibo diferente. Es su encarnación más alta. La penetré y nos abrazamos tan firmemente que entre su cuerpo y el mío no pudo pasar el aire siquiera. Mi sudor se diluyó en el suyo. Nos hicimos uno. No era posible identificar dónde terminaba su cuerpo y dónde el mío. La acometía suavemente, lento. A fondo. Luego de que el dominio del agua era absoluto, cedió el terreno al fuego. Enloquecimos. Empecé a entrar y salir de Ligia con fuerza, lo que me facilitaba la humedad absoluta de su introito. Embestí como toro en brama. Nos instamos posiciones uno y otra, hasta que llegó la explosión de la pasión. Nos vaciamos en reciprocidad. Derribamos las puertas del Paraíso. Alcanzamos la cima del Universo. Nos amalgamamos, nos fusionamos. Y nos confundimos. Tú eres yo y yo soy tú; somos un sólo ser. Estás dentro de mí, te contengo. Estoy dentro de ti, te contengo. Eres porque soy. Soy porque eres. Soy tú porque me regalas tu esencia. Eres yo porque te regalo la mía. Somos uno porque nuestras esencias se diluyen una en otra. Rezamos:

“SOMOS UNO”


“El amor es DESLEIR el yo.
Trascender en el otro y que el otro trascienda en uno.
Ascender al yo/nosotros”.


“SOMOS UN YO-TÚ”
“ÚNICO E IDÉNTICO”

Dormimos un rato, cansados. Bajamos de la alcoba. Nadamos un rato y luego pusimos carne en el asador. Cuando terminamos de comer, nos tiramos en el pasto para asolearnos, ya dije que a Li le encanta dorar su piel. El Sol comenzaba a ocultarse, nos miramos a los ojos y decidimos que era tiempo de volver al lecho. Y retomamos la senda del amor. Nos abismamos uno en otro. Sin medida, sin descanso, sin saber del mundo. Creímos haber alcanzado la eternidad. Evadidos de la luna y las estrellas.

Nos levantamos para tomar alimento y -claro- vino, que es el elíxir de los amantes. Miramos el cielo lleno de estrellas y pedimos: “Noche, deseamos que seas eterna”. Y pareciera que hubiera considerado nuestra plegaria. Una larga noche sin sueño, sólo para amar; sólo para entregarnos en reciprocidad. Sólo para saciar el deseo.

Los días que siguieron no fueron muy diferentes. Siempre he pensado que el amor es el único sustento que nutre, a la vez, el cuerpo y el espíritu. La práctica del sexo es liberadora de tensiones, pero agota. La práctica del sexo como expresión suprema del amor es fuente de vitalidad y es el camino hacia la trascendencia, hacia la consagración.

Nuestro TANTRA YOGA
o
nuestro tao del amor

Regresamos a México al tercer día, en la noche.

Empecé a tener dificultades de tipo económico. El grupo cada vez tenía menos tocadas, lo que se traducía en menores ingresos. Llegué a estar en la quiebra total. Se derivó de una diferencia de enfoques:
Mientras los demás miembros del grupo pugnaban por continuar ejecutando rock en español de los 60’s, refriteando lo que ya se ha refriteado miles de veces por grupos y más grupos de rucos y de medio jóvenes, mi propuesta era dedicarnos a crear canciones propias. La falta de recursos creativos por parte de dos elementos (a la sazón, los que tenían la sartén por el mango), creó un ambiente de hostilidad. Yo había sido el fundador del grupo; pero me dieron “pinochetazo”. Como para ellos la música era un pasatiempo, una fuga de sus chambas y de las broncas con sus esposas, rechazaban varios eventos y sólo aceptaban lo indispensable para tener unas cuántas entradas de lana. Como yo la requería, tenía que alinearme a lo que ellos deseaban; de lo contrario, no tendría ingresos. En el colmo de la manipulación, uno de ellos se ponía el traje de bueno, y cuando me las veía en dificultades me prestaba; obviamente con ello me tenía agarrado de los cojones, pues yo debería agradecerlo continuando en el grupo tocando lo que a él se le antojaba. Y llegó a creerse tan “cuate” que, aunque yo le prestaba el instrumento, un día se molestó porque no se lo llevé al lugar donde tocábamos; no lo hice, porque me fue imposible cargar teclado, guitarra y efectos para la lira. Yo no tenía medio de transporte. “Yo te hubiera pagado el taxi”, adujo. Pretendía hermosear sus heces con dinero. Bien podía haber pasado por mí, el sí tenía auto. Pero, para entonces, ese pendejo ya se creía mi patrón.

Poco después estalló la bomba. Los “préstamos” nunca se los regresé. Los tomé como pago. “Al Rescate de lo Olvidado”, que era el nombre del grupo, se acabó. Se fue al olvido.

Los caminos que toma la manipulación son intrincados. Mientras no asumimos la responsabilidad de nuestros actos depositamos en los demás (personas, fetiches, ídolos, dioses) la exoneración de culpas y pecados que no somos capaces de asumir. “Perdónalos Señor, no saben lo que hacen” es la justificación de los miserables. Esperar la absolución de Dios es la liberación del pobrediablismo mundano y del hombre ruin. Este “cuate” se preciaba de católico y sabía, estaba consciente, de sus “pecados”; pero cuando le sugerí que se perdonara, salió conque tenía remordimientos muy fuertes; arguyó que él no era nadie para absolverse, que sólo Dios lo podía hacer. Manipulador experto. Bueno, ya.

Un día, Li me dijo que Lorena estaba tratando de hacer un negocio vendiendo ropa artesanal en Francia. Existía un punto a favor del proyecto: ésta tenía un amigo -francés- que vivía en París, que aunque hacía mucho tiempo que no sabía de él, lo podría localizar para comentarle del proyecto y de la factibilidad de llevarlo a cabo con buenos resultados. Yo sé que Lorena hace mil proyectos pero no lleva a término ninguno. En cambio, Ligia, es capaz de hacer lo que se propone, por muy descabellado que parezca. Y, de ya, comenzó a ver en agencias de viajes los mejores planes. Un buen día se presentó en mi refugio con libros de francés y folletos de tours. Me los comentó. Yo, como me encontraba al borde de la supervivencia, pensé que esos planes no podrían incluirme: no tenía ni un peso partido por la mitad. Dijo: “las cosas van a salir bien”; que no me preocupara. Días después llegó y me comunicó que Lorena y su galán habían tronado y que no iban a ir; que además tenía que atender lo relacionado con un concurso para obtener la concesión de unas tareas de mantenimiento. ¿Qué hacer? “Nos vamos nosotros” contestó Ligia. Cuando comenté lo de mi precaria situación le comuniqué que yo no iría. Contestó: “Así de fácil, si no vas tú... yo tampoco”.

Nos acompañarían dos amigas de Lorena.

Por esas fechas tuve que mudarme de estudio-casa porque, como me retrasaba con la renta, me pidieron desocupar. Ligia desapareció unos días, pero faltando una noche para partir, se hizo presente. “Bebé, paso por ti a las cuatro de la mañana”.

Al día siguiente, la paranoia en su máxima expresión: Eran las cuatro y veinte y Ligia no llegaba. ¿Se quedó dormida? ¿Decidió irse sola? No. Sucedió que su hija quería acompañarla a tomar el vuelo y en lo que la convencía de que no se molestara (mejor tomaría un taxi, como sucedió), se retrasó. Cabe mencionar que aunque yo asistí a la boda de su enana (después contaré ese episodio), sigo en el anonimato para la gente cercana a Li; les hizo creer que se viajaría solamente con las dos amigas de Lorena. Escuché el auto -a esa hora no podía ser otro - y salí. Efectivamente, era ella; me apuró asegurando que perderíamos el avión. Como ya tenía mi equipaje listo y a un lado de la puerta, de inmediato abordamos. En unos cuantos minutos ya estábamos en el aeropuerto, prestos para la epopeya. Las amigas no habían llegado.



“... I know that I’m ready to leave…”







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