Wednesday, August 23, 2006

Exordio y Preludio

EXORDIO

Los años se me han henchido. Ya no soy precisamente un joven, aunque represente alrededor de diez años menos de los que en realidad cuento. La mayoría, a mi edad, sólo se preocupa por engullir los años restantes para treparse al largo y anhelado sueño de la jubilación (aunque éstas alcancen tan sólo para no depender, en exclusiva, de los hijos o de otros parientes). Desde que nuestra senda se bifurcó, sigo indagando la ruta que tomará mi vida. Pareciera ser genético, pues sucede igual con Denis. Sólo Regis fue un tanto más “normal”, su camino ya estaba moldeado desde los 35 años; lo único que requería era un certero golpe de suerte y una pequeña ayuda de sus amigos para incursionar de lleno en las altas esferas de la política local, allá en el Querétaro de nuestro padre. Ese mínimo empujoncito nunca llegó; pero él se mantuvo firme, esperando, esperando, esperando hasta los días en que enfermó –parece que de frustración y soledad- y murió. Denis confía, aún sin resultado, que lo requieran de preparatorias y universidades (su generación política ya pasó y, por tanto, jamás será Subsecretario de Economía). Asegura que nosotros fuimos creados para tiempos históricos de rebeldía y protestas. Así lo asimiló. Escribe, tiene relaciones, pero no pertenecen al hato soberano de la administración pública ni la política, sino a la cofradía de los inconformes: quienes subsisten fuera del presupuesto. Otra circunstancia viviría si el flamígero dedo sexenal hubiera apuntado hacia Camacho en vez de a Colosio.

Tú, a diferencia de Regis y Denis, nunca estuviste al amparo de en esa madre protectora y alcahueta llamada nómina de la administración publica, ni en la política; sí en la seguridad social, 19 largos años. A la edad de 16, decidimos que te dedicarías a la música y la literatura; tu ingreso al IMSS fue circunstancial así como tu permanencia. Un buen –o mal- día marchaste en pos de ti y de las preteridas inquietudes adolescentes (sólo les diste un impasse demasiado largo), lo que te ha costado instalarte a las puertas del Infierno: hambre y pobreza que no conociste en aquellos tiempos de infancia en que Philippe sorteaba dificultades para mantenernos y enviarnos a la escuela -su primordial preocupación-; en recompensa, las puertas del Cielo se han abatido ante tu presencia, en cuanto a lo que te ha regalado una veleidosa vida que te empecinas en edificar estos últimos tiempos.

¿Sabes qué haces aquí? No. Aún no hallas el extremo de la madeja. Comprende: no se puede uno desentender de las cotidianas simplezas de la vida y sentarse a escribir o a componer música sin tener resuelto –medianamente- el problema inmanente del ser humano desde que la Historia es Historia (y aún antes): la subsistencia. Esa supuesta Creación Magnífica atribuida a Dios, a su imagen y semejanza -que no es tal, pues Él no tiene que trabajar para reproducir su existencia- nació defectuosa porque es menester comer antes de cultivar el espíritu. ¿Por qué los humanos deben de purgar condena por la desobediencia de un par de padres golosos que se comieron una vil manzana? ¡Castigos! ¡Castigos! ¡Pura represión! Dios no conocía las nuevas escuelas pedagógicas que pugnan por remitir al olvido la educación de la prole a base de imposiciones. Y no hay ocasión de fraguar un cup d’état, para eso –supongo- está San Miguel Arcángel en el Cielo y los gringos aquí en la Tierra; puesto que –como sabemos- Dios no es imparcial, según la incuestionable sapiencia de George W. Bush.

Pitecantrobush Desquiciatus.

Con tan sólo un maletín sin fondo, un mes de febrero llegaste a la vida para convertirte en su proxeneta. Demasiado flaco para ser atleta; demasiado fuerte para fingirte modesto. Demasiado pobre para ser conspicuo y tan rico que te compraste las nubes del suelo: Piscis.

Igualmente has forjado fortuna en desamores; aunque casi siempre ha habido una contigo. (Siempre).

El maletín lo has colmado con mil sueños, proyectos, sensaciones, conceptos y sentimientos; algunos se han fugado –escurriéndose furtivos- por un agujero en el fondo del ventrículo derecho. Reminiscencias son. Como tu mercedario barrio, las notas primeras sobre un diapasón de guitarra “hechiza”; unas tempranas hojas para plasmar ideas. Como la complicidad proscrita de los “CoFraGa’s” (Constantin, Francois y Gastón). Como... ¿dónde quedó su pañuelo?, aunque sé donde encontrar a la dueña: en un sorbo de café y en el humo de un recuerdo; de las demás no guardas memoria. Como: “...condenamos a Gustavo...” y las tanquetas frente a la “Voca 5”; los botes de la colecta y la propaganda abandonada bajo un auto al escuchar la sirena de una patrulla. Pero como no adivino lo que sentía nuestro hermano, oculto tras el miedo, en un departamento de Tlatelolco, no dejo que escape por la perforación.

La primera fue la segunda, porque a ésta la coloqué antes que aquella. No te esmeres, Gastón, en entender; yo tampoco lo hice, pero así lo dispuse.

Cuando la calle de Arcos de Belén enfermó de bodas; no supe quién sufrió el primer contagio. O, como si estuvieran en las taquillas de la Arena México en la época del año en que se convertía en pista de patinaje sobre hielo (o en las del metro Balderas a las 8:00 de la mañana); uno a uno, en filita, fueron adquiriendo boleto.

Nuestro Everton Club llanero se quedó sin sus cracks.

El zaguán del 69 se quedó como boca sin dientes y sus escaleras dejaron de ser el escondite de precoces decanos del beso y del dulce encanto de comprender, al amparo de las puertas discretas, la filosofía epicúrea bajo unas faldas.

No hubo más Refugio; aquel que llenamos de Cortázar, Sartre, Virginia W., Marx, Jefferson Airplanes, Quick Silver, Hendrix, “Gazapo”, “La Historia de O”, complots sesentaiocheros, toques de mota y filosofía oriental. La segunda versión del sacrílego escondite, sede de “Los Niños del Siete”, corrió la misma suerte: selló sus puertas porque, de centro de cultura y subversión, pasó a serlo de desmadre inocuo:

But night is a different world
Go out to find a girl
Come on, come on to dance all night…
-Vengan a echar desmadre-
To feel all right

( El Éxodo del Edén).

Un herético y malsano dios echó a los belenitas del callejero paraíso; los condenó –por cometer el pecado nupcial- a perder el sudor de cada noche por el pan de cada día. Sin embargo, a la distancia que da el reloj en perspectiva, casi en conjunto reconsideraron; aunque hubo reincidentes... El Señor los guarde inocentes.

A ti, Gastón, te veo ensimismado, sentado ante la computadora, escribiendo:

“ Y yo, que -como canta Sabina- nunca tuve más religión que un cuerpo de mujer, hoy comparto lo único que creo poseer -la vida- con una que se metió dentro del maletín y es quien –por ahora y no me planteo hasta cuándo- lo acompaña en su alocado tic-tac. Así, cuento con una voz interna que nunca me abandona; unas veces se manifiesta ella y otras yo. El diálogo sólo es nuestro. Y es pesado, muy pesado, tener un clon psíquico que –con voz femenina- me dicta lo que debo hacer; o... ¿es a la inversa? Supongo que debo deshacerme, en algún momento, de él / ella /yo otro; pero... ¿cómo la asesino sin morir yo mismo? ¡Qué absurdas ocurrencias las mías! ¿O son suyas? ¿Es mi superyó? Me hace sentir medio loco.
Estoy con Ligia –por ahora y no me planteo hasta cuándo, repito- porque es parte integral de mi aquí y ahora. Realmente, lo único que es nuestro es el eterno presente. No existe el mañana.

Denis me hizo comprender, desde que yo era muy pequeño, la finitud de la existencia. Fue contundente; tanto, que –además- me quedó claro que no había un más allá con ángeles y querubines como aleccionaban en la doctrina (según los amigos, yo nunca acudí); no había cielos ni infiernos: lo omnímodo estaba aquí en la tierra. Ni veníamos a sufrir. La vida es alegría y es hoy. ¿Y cómo era morirse? “No sé”, contestó mi hermano. Lo tuve que imaginar. Experimentarlo de a mentiritas. Era un vórtice negro y profundo que giraba velozmente generando turbulencias; un remolino que me arrastraba hacia un precipicio cuyo final no llegaba jamás; eterno, ignoto, inasible; me provocaba vértigo, que hacía zumbar los oídos, y una punzada agudísima en el vientre. Lo viví, lo pensé, lo soñé y lo inventé, hasta que dejó de lastimarme:

Lo asumí. Entender que la muerte no es ‘algo’ que suceda a otros, sino que –indefectiblemente-me sucederá, es amar la vida, encontrarle sentido. El impulso vital es entender qué es la muerte.”




(“I said : who put all those things in your head,
Things, that make me feel that I’m mad”).

PRELUDIO

// “When the music is over
Turn out the light”


(“Jumpin’ Jack Flash, It’s a Gas!”)


“Cancel my subscription to the resurrection
I got some friends inside”

(“Jumpin’… …Gas!”)

“Before I sink
Into the big sleep
I want to hear
The scream of the butterflies”

(“It’s a Gas, Gas, Gas …!”)

“Music is your only friend
Until the end, until the end,
Until the end”

(“Jumpin’ Jack Flash It’s a Gas!”) //


{ Mientras escribas, la voz de tu clon resonará, omnipresente, en tu mente (cuida que él / ella / yo otro no enmudezca) }
“¡Salta, salta ya! ¡Salta, salta ya!”

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