Wednesday, November 14, 2007

De Cibernarrativa (Tomo 5) "Es que tú me haces 'esto' "






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Imagen: "Danza". Gabriel Castillo-Herrera.

“TÚ ME HACES ESTO”


Un cuento de Gabriel Castillo-Herrera.

La verdad es que no entiendo a tu hermano. Te pedí que vinieras porque necesito un consejo. ¿Qué mejor que el tuyo? Supongo que tú lo conoces mejor que nadie; son hermanos, crecieron juntos, tenían amigos comunes, novias amigas entre sí. ¿Lo conoces bien? No, no te encojas de hombros. ¿Quién puede conocerlo mejor que tú? /Sí, tráigame un americano bien cargado, lo necesito/. Aunque, viéndolo bien, tú y él son bastante diferentes; a leguas se nota que eres más buena onda que él. ¡Que si lo sabré yo! No sé en qué estaba pensando cuando te corté para andar con tu hermano; pero bueno... /¿tienen cigarros?/ ... eso ya no tiene remedio. Lo único malo que tienes, es que eres un mujeriego. /¡Ay!, lo prendí por el filtro: Dame otro/ Sucede que tu hermanito es un artista en eso de voltearte las cosas. Lo peor es que termina por hacerme sentir que tiene razón y que yo soy la mala. Y es hasta después que me doy cuenta de que me la voltea. Siempre pasa así. Le llamo la atención por algo que me hizo y sale con /gracias, señorita/ “... es que tú me haces esto y l’otro” y me desarma; ya no sé qué decir. /Pásame la crema, plis/. Me quedo muda y entonces él comienza a reclamarme por lo que dice que le hice /préstame tu encendedor, se me apagó el cigarro/ ¡No!, ¡cómo crees! La semana pasada tuvimos una de esas discusiones y se lo dije: “Déjame terminar, no me interrumpas” y no supe ni cómo, pero me enredó. Dijo que siempre le hago eso, que nunca lo dejo hablar y que por eso nunca podemos comunicarnos. Total, que de querellante pasé a culpable. Siempre es así, y ahí me quedo callada como estúpida y convencida de que soy yo la que está mal. Y es hasta las mil y una noches que me doy cuenta de que volvió a manipularme con su “es que tú me haces tal y tal”. /Aquella que está con el señor de lentes... ¿no es Sofía, la que fue tu novia en la prepa? ¡Ay, qué cínico eres! Bueno, pero al menos, contigo, ya sabe una a qué atenerse; no que con tu brother... / En la fiesta de nuestro aniversario, ¿te acuerdas?, fue el último en llegar. Y... ¿sabes por qué? Pues porque se fue a echar unos tragos con los amigos del Tec. Y yo con la pena; ya ves que ya estaban ahí tus papás y todos los invitados. Cuando llegó, lo jalé a la cocina y le reclamé y ¿con qué crees que salió?; la misma cantaleta: “es que tú me hiciste lo mismo en el día de mi cumpleaños, ¿no te acuerdas?”. Sí, pero bien sabes que fue porque llevé a Betito al doctor y tenía muchos pacientes. Pero me envolvió en su rollo y a fin de cuentas ahí estoy pidiéndole perdón /estamos bien, sí señor; no, no nos falta nada, gracias/ por lo sucedido el día de su cumpleaños. /¿Queeeé? ¿Es Godínez el que está con Sofía? ¡Qué acabado está! ¡Pero si era el más chico de todos los del salón! Ya nos vieron ¡Hola!/ ¿Qué por qué no entramos a terapia? ¡Pero si ya lo hicimos y él la abandonó cuando el terapeuta le dijo que estaba manipulando los hechos y que tenía que responsabilizarse de sus actos en vez de transferir culpas! Le pedí que regresáramos y salió con que “lo que pasa es que tú me haces esto para ponerme en ridículo con el terapeuta”, y ahí estoy, otra vez, con la cruda moral del ¿realmente lo hago? Me hace dudar y llenarme de culpas, pero... ¡nooo! No soy yo la de la bronca. Bueno, sí, tienes razón, yo también soy parte de la bronca porque no puedo romper el esquema. Sí, sí tienes razón. ¿Por qué no hablas con él? Seguro a ti sé te hará caso. ¡Chin!, ahí vienen Godínez y Sofía. /¡Hola! ¿Qué si todavía andamos? ¡No!, ahora somos cuñados. Sí me casé con Roberto. No, este sigue de solterito y de... como siempre, Chofis; tú y yo sabemos de qué estoy hablando. ¿Y ustedes, qué onda? ¡Ah, órale! Así que se piensan matrisuicidar, ¡bien, pues inviten! Sí, dame tu e-mail. Claro, yo le digo al Robert. Chao./ ¿En qué estábamos? O ¿crees que, de plano, deba pensar en dejar a tu hermano? ¡Ay, maldito! ¿serías capaz de andar con la esposa de tu hermano? No, yo sé que lo dices de cotorreo por alegrarme el rato. Pero se me hace que este parcito de ex compañeros sí pensó que andamos de cuernófilos, ¿verdad? A ver si no van de chismosos con Roberto para darle motivos que justifiquen su próxima canallada por la que, cuando le reclame, me salga con un “es que tú me haces esto de andar poniéndome los cuernos con mi hermano”, es capaz. Y yo soy tan idiota que de seguro me convencería de sentirme culpable. /Señorita, ¿nos da la cuenta?/ Gracias cuñadito; gracias por –al menos- escucharme. Créeme, que cuando te estaba esperando me sentía super intranquila. Ahorita me siento bien; hasta contenta. Yo dejo la propina. ¿Te doy un aventón? ¡Ah, vaya! Bueno, ¡uuumm! Te quiero. Cuídate. (Este sí que es un tipazo. El único defecto es su devoción por el género femenino; pero, al menos, es derecho; una sabe a qué atenerse con él. Además, yo me lo tendría bien cogidito, para que no anduviera con tentaciones por otros lados) /Es un Chevy rojo, placas 4, 6, 3. Sí, sí; rojo, del Estado de México/ (¿Cómo lo dejé escapar? Me hubiera casado con el cuñis. Bueno, Minerva... ¿y por qué no lo intentas de nuevo?; ya lo dije: así, Roberto, podría tener una buena razón por la cual decir... “¡ay, es que tú me haces esto!”). /Gracias joven. ¿Mis llaves? ¡Ah!, en el tablero. Gracias/.