Wednesday, August 30, 2006

Abandónate al Vacío (Novela).


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Copy Rights, Gabriel Castillo-Herrera. 2006

Es una novela en la que el narrador, se desdobla en personaje principal (¿acaso único?) y se sitúa en una especie de limbo en torno del cual giran lo histórico, la realidad y la invención como frágiles estabilizadores entre la vida y la muerte.

En la columna de la derecha (previous posts) se reproducen algunos EPISODIOS . Si te interesas en ella, puedes solicitarla, impresa, a los correos:

arbolperenne@yahoo.com.mx o gabhomx@yahoo.com.mx

Friday, August 25, 2006

Epígrafe

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“Tu intelecto, cuya verdadera naturaleza es el vacío, pero que no debe ser mirado como el vacío de la nada sino como la misma inteligencia sin trabas, brillante, universal y feliz, es la conciencia misma: el Buda universal y bueno... “



El Libro Tibetano de los Muertos.

Thursday, August 24, 2006

FEBRERO

FEBRERO

febrero
FEBRERO.
La tierra me parió un mes de febrero
Mi sino: vivir sin porvenir;
Qué me importan los augurios
Si yo sólo vivo el hoy.

De niño me inculcaron los valores,
De todos sólo amé la libertad,
Abracé causas perdidas
Y muy caro lo pagué.

Te pude conocer años atrás,
El destino no quiso convenir,
Te mandó a París, yo aquí,
A hacer revolución.

Y, luego, derrotado en apariencia
No supe asumir mi libertad,
Me enrolé en rutinas diarias
Entonces me callé.

Y supe de amores con reproches,
De historias de celos con pasión
Y sembré dos bellas flores,
Hasta aquí yo era feliz.

Un día desperté sobresaltado,
Mi firma no hallaba su lugar
En los libros que no he escrito,
En la música de hoy.

Así que asumí mi compromiso,
Amor es igual que libertad,
Ella no lo entendió así
Y su puerta se cerró.

Me fui a rescatar lo olvidado,
Corriendo, a alcanzar el día de hoy
A beber lo no vivido,
A besar las que no amé.

Y, justo, hoy me encuentro a tu lado,
“...a tu lado...” es sólo un decir,
Qué irónica es la vida,
No me quieres amar.

Mas... sueño que te tengo a cada noche,
De modo que no quiero despertar,
Dime: ¿qué haría tu alma
Si no te soñara yo?

Algunos amigos son poetas,
A otros les ha dado por cantar;
Yo no tengo esas virtudes,
Hoy sólo sé vivir.

“Me enamoro de todo...” lo que vivo,
“... me conformo con nada,” lo esencial,
“un aroma, un abrazo...” Como dijo Joaquín.

Wednesday, August 23, 2006

Exordio y Preludio

EXORDIO

Los años se me han henchido. Ya no soy precisamente un joven, aunque represente alrededor de diez años menos de los que en realidad cuento. La mayoría, a mi edad, sólo se preocupa por engullir los años restantes para treparse al largo y anhelado sueño de la jubilación (aunque éstas alcancen tan sólo para no depender, en exclusiva, de los hijos o de otros parientes). Desde que nuestra senda se bifurcó, sigo indagando la ruta que tomará mi vida. Pareciera ser genético, pues sucede igual con Denis. Sólo Regis fue un tanto más “normal”, su camino ya estaba moldeado desde los 35 años; lo único que requería era un certero golpe de suerte y una pequeña ayuda de sus amigos para incursionar de lleno en las altas esferas de la política local, allá en el Querétaro de nuestro padre. Ese mínimo empujoncito nunca llegó; pero él se mantuvo firme, esperando, esperando, esperando hasta los días en que enfermó –parece que de frustración y soledad- y murió. Denis confía, aún sin resultado, que lo requieran de preparatorias y universidades (su generación política ya pasó y, por tanto, jamás será Subsecretario de Economía). Asegura que nosotros fuimos creados para tiempos históricos de rebeldía y protestas. Así lo asimiló. Escribe, tiene relaciones, pero no pertenecen al hato soberano de la administración pública ni la política, sino a la cofradía de los inconformes: quienes subsisten fuera del presupuesto. Otra circunstancia viviría si el flamígero dedo sexenal hubiera apuntado hacia Camacho en vez de a Colosio.

Tú, a diferencia de Regis y Denis, nunca estuviste al amparo de en esa madre protectora y alcahueta llamada nómina de la administración publica, ni en la política; sí en la seguridad social, 19 largos años. A la edad de 16, decidimos que te dedicarías a la música y la literatura; tu ingreso al IMSS fue circunstancial así como tu permanencia. Un buen –o mal- día marchaste en pos de ti y de las preteridas inquietudes adolescentes (sólo les diste un impasse demasiado largo), lo que te ha costado instalarte a las puertas del Infierno: hambre y pobreza que no conociste en aquellos tiempos de infancia en que Philippe sorteaba dificultades para mantenernos y enviarnos a la escuela -su primordial preocupación-; en recompensa, las puertas del Cielo se han abatido ante tu presencia, en cuanto a lo que te ha regalado una veleidosa vida que te empecinas en edificar estos últimos tiempos.

¿Sabes qué haces aquí? No. Aún no hallas el extremo de la madeja. Comprende: no se puede uno desentender de las cotidianas simplezas de la vida y sentarse a escribir o a componer música sin tener resuelto –medianamente- el problema inmanente del ser humano desde que la Historia es Historia (y aún antes): la subsistencia. Esa supuesta Creación Magnífica atribuida a Dios, a su imagen y semejanza -que no es tal, pues Él no tiene que trabajar para reproducir su existencia- nació defectuosa porque es menester comer antes de cultivar el espíritu. ¿Por qué los humanos deben de purgar condena por la desobediencia de un par de padres golosos que se comieron una vil manzana? ¡Castigos! ¡Castigos! ¡Pura represión! Dios no conocía las nuevas escuelas pedagógicas que pugnan por remitir al olvido la educación de la prole a base de imposiciones. Y no hay ocasión de fraguar un cup d’état, para eso –supongo- está San Miguel Arcángel en el Cielo y los gringos aquí en la Tierra; puesto que –como sabemos- Dios no es imparcial, según la incuestionable sapiencia de George W. Bush.

Pitecantrobush Desquiciatus.

Con tan sólo un maletín sin fondo, un mes de febrero llegaste a la vida para convertirte en su proxeneta. Demasiado flaco para ser atleta; demasiado fuerte para fingirte modesto. Demasiado pobre para ser conspicuo y tan rico que te compraste las nubes del suelo: Piscis.

Igualmente has forjado fortuna en desamores; aunque casi siempre ha habido una contigo. (Siempre).

El maletín lo has colmado con mil sueños, proyectos, sensaciones, conceptos y sentimientos; algunos se han fugado –escurriéndose furtivos- por un agujero en el fondo del ventrículo derecho. Reminiscencias son. Como tu mercedario barrio, las notas primeras sobre un diapasón de guitarra “hechiza”; unas tempranas hojas para plasmar ideas. Como la complicidad proscrita de los “CoFraGa’s” (Constantin, Francois y Gastón). Como... ¿dónde quedó su pañuelo?, aunque sé donde encontrar a la dueña: en un sorbo de café y en el humo de un recuerdo; de las demás no guardas memoria. Como: “...condenamos a Gustavo...” y las tanquetas frente a la “Voca 5”; los botes de la colecta y la propaganda abandonada bajo un auto al escuchar la sirena de una patrulla. Pero como no adivino lo que sentía nuestro hermano, oculto tras el miedo, en un departamento de Tlatelolco, no dejo que escape por la perforación.

La primera fue la segunda, porque a ésta la coloqué antes que aquella. No te esmeres, Gastón, en entender; yo tampoco lo hice, pero así lo dispuse.

Cuando la calle de Arcos de Belén enfermó de bodas; no supe quién sufrió el primer contagio. O, como si estuvieran en las taquillas de la Arena México en la época del año en que se convertía en pista de patinaje sobre hielo (o en las del metro Balderas a las 8:00 de la mañana); uno a uno, en filita, fueron adquiriendo boleto.

Nuestro Everton Club llanero se quedó sin sus cracks.

El zaguán del 69 se quedó como boca sin dientes y sus escaleras dejaron de ser el escondite de precoces decanos del beso y del dulce encanto de comprender, al amparo de las puertas discretas, la filosofía epicúrea bajo unas faldas.

No hubo más Refugio; aquel que llenamos de Cortázar, Sartre, Virginia W., Marx, Jefferson Airplanes, Quick Silver, Hendrix, “Gazapo”, “La Historia de O”, complots sesentaiocheros, toques de mota y filosofía oriental. La segunda versión del sacrílego escondite, sede de “Los Niños del Siete”, corrió la misma suerte: selló sus puertas porque, de centro de cultura y subversión, pasó a serlo de desmadre inocuo:

But night is a different world
Go out to find a girl
Come on, come on to dance all night…
-Vengan a echar desmadre-
To feel all right

( El Éxodo del Edén).

Un herético y malsano dios echó a los belenitas del callejero paraíso; los condenó –por cometer el pecado nupcial- a perder el sudor de cada noche por el pan de cada día. Sin embargo, a la distancia que da el reloj en perspectiva, casi en conjunto reconsideraron; aunque hubo reincidentes... El Señor los guarde inocentes.

A ti, Gastón, te veo ensimismado, sentado ante la computadora, escribiendo:

“ Y yo, que -como canta Sabina- nunca tuve más religión que un cuerpo de mujer, hoy comparto lo único que creo poseer -la vida- con una que se metió dentro del maletín y es quien –por ahora y no me planteo hasta cuándo- lo acompaña en su alocado tic-tac. Así, cuento con una voz interna que nunca me abandona; unas veces se manifiesta ella y otras yo. El diálogo sólo es nuestro. Y es pesado, muy pesado, tener un clon psíquico que –con voz femenina- me dicta lo que debo hacer; o... ¿es a la inversa? Supongo que debo deshacerme, en algún momento, de él / ella /yo otro; pero... ¿cómo la asesino sin morir yo mismo? ¡Qué absurdas ocurrencias las mías! ¿O son suyas? ¿Es mi superyó? Me hace sentir medio loco.
Estoy con Ligia –por ahora y no me planteo hasta cuándo, repito- porque es parte integral de mi aquí y ahora. Realmente, lo único que es nuestro es el eterno presente. No existe el mañana.

Denis me hizo comprender, desde que yo era muy pequeño, la finitud de la existencia. Fue contundente; tanto, que –además- me quedó claro que no había un más allá con ángeles y querubines como aleccionaban en la doctrina (según los amigos, yo nunca acudí); no había cielos ni infiernos: lo omnímodo estaba aquí en la tierra. Ni veníamos a sufrir. La vida es alegría y es hoy. ¿Y cómo era morirse? “No sé”, contestó mi hermano. Lo tuve que imaginar. Experimentarlo de a mentiritas. Era un vórtice negro y profundo que giraba velozmente generando turbulencias; un remolino que me arrastraba hacia un precipicio cuyo final no llegaba jamás; eterno, ignoto, inasible; me provocaba vértigo, que hacía zumbar los oídos, y una punzada agudísima en el vientre. Lo viví, lo pensé, lo soñé y lo inventé, hasta que dejó de lastimarme:

Lo asumí. Entender que la muerte no es ‘algo’ que suceda a otros, sino que –indefectiblemente-me sucederá, es amar la vida, encontrarle sentido. El impulso vital es entender qué es la muerte.”




(“I said : who put all those things in your head,
Things, that make me feel that I’m mad”).

PRELUDIO

// “When the music is over
Turn out the light”


(“Jumpin’ Jack Flash, It’s a Gas!”)


“Cancel my subscription to the resurrection
I got some friends inside”

(“Jumpin’… …Gas!”)

“Before I sink
Into the big sleep
I want to hear
The scream of the butterflies”

(“It’s a Gas, Gas, Gas …!”)

“Music is your only friend
Until the end, until the end,
Until the end”

(“Jumpin’ Jack Flash It’s a Gas!”) //


{ Mientras escribas, la voz de tu clon resonará, omnipresente, en tu mente (cuida que él / ella / yo otro no enmudezca) }
“¡Salta, salta ya! ¡Salta, salta ya!”

Tuesday, August 22, 2006

Episodio 1

EPISODIO 1.-

María nació el 25 de diciembre de 1910, pero no fue sino hasta hace diez años que se enteró de ello, pues siempre supuso que su onomástico era el día 23; sus hijos y esposo siempre se lo festejaban este último, hasta entonces. El menor de la descendencia fue quien realizó el hallazgo al tramitar la obtención de una copia del acta de nacimiento de su progenitora, la cual no aparecía por ningún lado. Descubrió más: que su abuelo acudió al Registro Civil con la niña María, neonata, a dar fe del alumbramiento la Navidad del año en que Madero llamó a la rebelión contra Porfirio Díaz.

Ella fue la tercera de cuatro hermanos. Según parece, el padre venía huyendo, junto con los tíos, de Salamanca, Guanajuato, de las revueltas campesinas previas al estallido de la revolución.

Contaba María que su padre y tíos poseían tierras de cultivo o eran hacendados en aquellos lares, pero merced a las sublevaciones de peones y labradores, tuvieron que huir a la capital de la República. Emigraron abandonando su prosapia y heredades. Ya aquí, señoritos de campo, no pudieron más que incorporarse al ejército de desocupados, viviendo en condiciones paupérrimas e insalubres, lo que trajo como consecuencia que el padre de María contrajera tifo, por lo que -en un lapso relativamente corto- abandonó el mundo de los vivos víctima de fiebres altísimas sin atención alguna. Supongo que de meningitis. Ella, no sabe si lo recuerda o alguien se lo contó; refiere que Don Victorio salía con ella en brazos gritando: “¡Ahí vienen esos tales por cuales revolucionarios, corran!”, lo cual era incierto, solamente era producto de su mente febril ya muy afectada.

La suerte de Guadalupe, madre de María, no fue muy diferente. Primero tuvo que repartir a los hijos -a quienes no podía mantener- con parientes, amigos, compadres y hasta con desconocidos. Siendo una época caracterizada por los grandes problemas que implicaba un movimiento social, con los tintes sui géneris de la Revolución Mexicana, (hambre, pobreza, enfermedades, falta de medicinas y grandes masas depauperadas liberadas de las haciendas), los hijos de Guadalupe pasaban de una casa a otra, lo que ocasionaba que se perdiera contacto entre ellos. Consiguió empleo en una fábrica de cerillos, donde se laboraba sin protección, por lo que -al cabo de un tiempo- terminó afectada de los pulmones, enferma de tisis, la que en pocos meses le arrancó la vida. María recuerda que su abuela la llevó al lecho donde su progenitora agonizaba, pero no la vio expirar.

María anduvo de la seca a la meca: con padrinos, tíos y una que otra familia perfectamente desconocida, al menos para ella. Una experiencia que marcó su vida –por cruel- fue con su tía Severa, que hacía honor a su nombre en demasía. Esta mujer la golpeaba porque “la mocosa” era incapaz de hacer las labores hogareñas con la misma celeridad que ella, que ya sobrepasaba la juventud. El tío, marido de doña Severa, le decía: “...si no quieres a esa niña regrésasela a su abuela, pero no la golpees...”; sin embargo aquella santa mujer no hacía el menor caso y se exoneraba construyendo un complejísimo andamiaje de justificaciones. Hasta que un día la abuela visitó a la niña y notó indicios de la última golpiza. La tía adujo que “...es que esta escuincla se acuesta a dormir con pan y las ratas la royeron, por eso está así...”. “¡Ah, pues qué ratas tan hijas de la tiznada!”, contestó la abuela, quien adivinaba la razón de las magulladuras y excoriaciones en el cuerpo de su nieta. Ese día se la llevó con ella.

Finalmente, María fue a parar con una familia que vivía en Palacio Nacional. Hoy ya no recuerda los nombres de sus protectores ni por qué habitaban ahí; parece que eran conserjes u ordenanzas. Después de una infancia llena de sufrimientos, inexplicablemente, sus recuerdos del periodo con esta familia son muy vagos.

Siendo ya una jovencita, empezó a trabajar en una fábrica de hilados y tejidos. Para entonces el país estaba en calma chicha. Estimo que fue en la década posterior al obregonismo, quizá durante los primeros años del gobierno callista. Parece ser que tuvo un pretendiente de apellido Revueltas, que militaba en el movimiento sindicalista y en el partido comunista, pero no recuerda si se llamaba Fermín o José.

Su instrucción académica se redujo a unos cuantos años de primaria, debido a los tiempos de guerra revolucionaria y porque en esos días se decía comúnmente: “¿para qué estudian las mujeres si se van a casar?”.

Philippe nació en Querétaro el 1 de agosto de 1905. Fue el menor de quince hermanos, de los cuales sólo sobrevivieron nueve. Su padre, de ascendencia francesa, era un pequeño empresario, industrial de la época. Su ramo eran los artículos de piel: cinturones, monturas para caballos y, prioritariamente, se dedicaba a la fabricación de calzado; guaraches, pues. Si se toma en cuenta que en ese entonces México -y sus provincias- pertenecían a una formación social predominantemente agraria, se comprenderá que la familia vivía más o menos bien, dado que el tipo de calzado más utilizado era el guarache, no el zapato. Por algún resentimiento con el abuelo, el papá de Philippe hizo una castellanización un tanto arbitraria de “Rousseau”, que era su apellido original, por “Russo”.


Al igual que María, su infancia transcurrió en tiempos de la revolución, Fue testigo del paso de villistas y obregonistas en fechas cercanas a la batalla de Celaya. Contempló la llegada de los heridos al convento anexo al templo de Santa Rosa Viterbo, que se encontraba frente a su domicilio. Ahí eran atendidos; lo cual es una exageración, pues no contaban con medicinas; así que, sin más, en ese lugar espantaban la muerte a rezos o abjurando de la fe si no se concedían las plegarias por obtener milagrosos –literalmente- alivios. Su hermano mayor –Pierre- fue herido en esa batalla; así que otro de ellos lo sustrajo del habilitado hospital y lo llevó a casa. Se arriesgó a viajar, en burro, a la Ciudad de México para conseguir alcohol y vendas, que era lo único que se podía obtener, para curar al herido casi en agonía. Se expuso a ser despojado -por salteadores, rebeldes o soldados federales- de las mercancías que llevaba para permutar por medicamentos (no había moneda que fuera aceptada por las diferentes facciones). Finalmente regresó con lo requerido y lograron salvarle el brazo perforado por una bala expansiva. El miembro quedó inmóvil para el resto de sus días, los que vivió en la Ciudad de México, donde emigró, dedicado a la carpintería y ebanistería.

Por aquellas fechas, el prolífico padre levantó, en una de las habitaciones, un muro falso tras del cual escondía grano y a sus dos jóvenes hijas en prevención de que éstas pudieran ser robadas por las huestes revolucionarias; ocultó el acceso con un gran ropero,. Con ingenio similar, otro de los hijos construyó un horno para hacer pan, al cual nombró “Horno de la Revolución”.

Philippe nunca pudo olvidar aquellos años. Sobremanera cuando, curioseando por el panteón, fue testigo del momento en que una carreta, arrastrada por mulas, descargaba un montón de cuerpos sin vida en la fosa común. El ruido que producían, se grabó en su mente por siempre. Sordo sonido de espeluznante oquedad.

Querétaro, como la mayoría de las provincias del centro de la República, era la típica ciudad en que se podía encontrar un centro de perdición en una esquina y, en la otra, donde expiar las culpas y los pecados: una iglesia. Durante algún tiempo, unos revolucionarios llegaban a la ciudad y las cerraban. Pero cuando llegaban los villistas, las volvían a abrir y el lugar se convertía en un centro de fiesta.

Yo no entiendo cómo es que residiendo en un lugar donde la religión dominaba por entero los aspectos de la vida, y perteneciendo a una familia muy devota, Philippe resultó ser un hereje irredento hasta el fin de sus días. Como las escuelas permanecían cerradas, su primera educación la recibió, junto con el catecismo y el estudio de la música, de religiosos: curas y monjas. Su padre, intentando cortar con su pasado francés -además de modificar su apellido-. (sin embargo, extrañamente, continuó dando a sus hijos apelativos franceses, costumbre que se extendió a los nietos), abjuró del calvinismo y se convirtió al catolicismo. ¿De dónde, pues, el ateísmo filipense?

Él y dos de sus hermanos (los tres menores fueron quienes recibieron el beneficio de la educación académica) estudiaron en la Escuela de Música Sacra, que hoy es el conservatorio de esa ciudad, pero él sería quien la tomaría como inclinación determinante para el resto de su vida. (El penúltimo llegó a recibirse de ingeniero mecánico en el IPN y Philippe estudió Filosofía en la Universidad Obrera fundada por Vicente Lombardo Toledano).

Previamente, ya en el periodo post revolucionario, estudió -lo que hoy es equivalente a la secundaria y la preparatoria- en el Colegio Civil de su ciudad natal.

De una primera unión procreó dos hijos. Esta unión no prosperó y la mujer marchó con la hija y él con un varón. Más tarde, durante los tiempos de gestación del movimiento obrero organizado en la Ciudad de México, partió hacia ésta -proletarizado- consiguiendo emplearse en una fábrica de productos químicos; después, en una escuela que, según entiendo, después se integró a un incipiente Instituto Politécnico Nacional.

María y Philippe se conocieron en las lides sindicales por los tiempos previos a la instauración de la CTM (él se adhirió al Partido Comunista). Nadie sabe cómo, pero decidieron compartir sus vidas. Con María engendró tres hijos. El otro, el primero, quedó en Querétaro al cuidado de la menor de las hermanas Russo, quien la hizo –a fin de cuentas- de madre del muchacho. Por tanto, Salvador –que así fue bautizado por deseo de su madre biológica- fue quien llevaba –según la usanza- el apellido por duplicado.

Así que los cuatro hermanos nacieron durante sendos periodos –y muy definidos- de la historia:

Uno, hijo de la provincia mexicana. Tres, de la metrópoli.

Uno, hijo del obregonismo. Otro, de la Expropiación Petrolera. Otro, de la 2ª Guerra. Otro, de post guerra.

Una adolescencia de canciones rancheras. Otra de mambos. Otra de rock presleyista. Otro de rock beatleano.

Uno que besaba la mano a papá. Otros que le cuestionaban sus puntos de vista.

A pesar de sus orígenes, Philippe no fue un padre impositivo, ni se valía de su condición de mero-mero del clan para ejercer su autoridad; por tanto los tres menores no entendían aquello del beso en la mano y la reverencia de Salvador hacia el padre cada vez que venía a México de visita. “¡Que bato tan loco!”


Sunday, August 20, 2006

Episodio 2

EPISODIO 2.-


LA SEÑORA DE PARÍS


Conocí a Ligia en el momento en que estaba replanteándome la vía para relacionarme con las mujeres, lo que fue motivado por un desencuentro amoroso con la mujer que hasta entonces consideré la más sensual, sensible, inteligente y hermosa que se había cruzado en mi vida.

No es aquí el lugar para hablar de ella, será en otro sitio y en otro tiempo; sólo diré que nunca en mi vida me habían temblado las rodillas, ni se me había quebrado la voz , ni me había puesto a temblar como gelatina por el simple hecho de encontrarla frente a mí clavándome la mirada, ¡qué mirada! Sólo logré que nos hiciéramos cuates. Le confesé mi enamoramiento en varias ocasiones, salimos a cafetear una que otra vez, fuimos al cine, nos echábamos mini-fajes disfrazados de saludos (estoy consciente de que yo le gustaba, pero hasta ahí), trabajamos juntos en un proyecto suyo: una meditación guiada -a la que yo le di el soporte musical de fondo y la hice de ingeniero de grabación- que versaba sobre los ángeles.

Ella ha sido es una de las mujeres que más me han influido. Le debo el haberme introducido en el estudio, y aplicación en mí mismo, de principios terapéuticos Gestalt, los que han modificado mi vida. Encontré puntos de contacto entre sus intereses intelectuales y los míos, relacionados con La New Age. Pero creo que lo que más tengo que agradecerle es el que me haya hecho volver a sentir el amor fluir dentro de mí. Aunque no se concretó una relación de pareja con ella, aprendí a verlo y sentirlo. (Nuestra cultura novo hispana está cargada con un fuerte bagaje de frustración amorosa; la canción mexicana no hace sino hablar de sucesos de desamor, rencor, sufrimiento, soledad, venganza). Y, bueno... como algún amigo me dijo una vez: “¿...y la alegría, el sentirte vivo, lo paseado, lo divertido y lo cogido?, -en una relación frustrada- ¿quién te lo quita?”. NADIE NI NADA.

El día que empecé a relacionarme con Ligia hice un último intento de convencer a aquélla de que fuera “la dueña de mis quincenas” y de mi corazón. Habíamos quedado de ir al cine, o a tomar un café al centro de Coyoacán. Fui a verla a su consultorio (¿ya dije que es terapeuta?) y me dijo que se cancelaban los planes porque estaba muy cansada. Que mejor me invitaba un cafecito ahí. Además, mencionó que se sentía un poco mal: “Me duele la panza”. Nos sentamos en el suelo, sobre la alfombra, y taza en mano comenzamos a platicar. Posé mi mano sobre su vientre y lo froté suavecito, con el pretexto del dolor. Instantes después me botó la mano bruscamente y reaccioné diciendo que no la iba a violar. Cambió de actitud y continué con el masaje panciano. Intenté besarla sin éxito. Y volví, como en innumerables ocasiones, a recriminarle que la quería y que estaba hiperenamorado y que me ponía a temblar - era obvio- sólo de la emoción de estar con ella; en fin... que quería con ella. Que la amaba y punto. Se levantó, (¿Quieres otro café?) y soltó su repertorio de frases disponibles, según el manual correspondiente, para mandar a la porra a un pretendiente que no quería que la pretendiera:

1.- “Tú y yo no tenemos los mismos orígenes” (Palabras más, palabras menos)
2.-”No estoy enamorada de ti”
3.-”Para nada necesito de un adolescente como tú” (¿Dónde más lo he escuchado?)
4.-”Eres tremendamente inmaduro”
5.-”Yo no podría vivir -jamás hablé de vivir con ella- con un cuate que se acuesta normalmente a las cinco de la mañana y hasta la madre” (¿De dónde sacó que soy así?)
6.-”Tú y yo no la vamos a hacer como pareja”
7.-”Yo te quiero mucho como amigo, nomás”
8.-”No me conoces”
9.-”No. No quiero experimentar”

Inocentemente, le pregunté: “¿Qué voy a hacer sin tu amor?” Contestó, casi grosera y levantándose rápidamente (estaba sentada en posición de flor de loto), un “no sé” con evidente gesto de “mevalemadrestuvida”. Le pedí que me permitiera abrazarla. Lo hice. Sentí que se me hundía el piso. Casi lloré (después que se fue lo intenté, pero no pude). Lo único que atiné a balbucear es que para mí lo más sagrado es la libertad, pero que por ella estaba dispuesto a perderla. Que no podía dejarla de amar. Que lo había intentado, pero sin éxito. Me dejó sin más argumentos al cortar con un: “¿Nos vamos?”.

Partió. Salí a caminar un rato. A deambular. Llegó la hora de irme a tocar a un antro de por el rumbo y con todo el dolor de mi corazón, agarré mi lira, tomé mi carricoche y me largué. Miento, ya no tenía carromato, lo acababa de vender. Tomé un taxi.

A partir de ahí -como dije arriba- decidí replantear mi actuar con las mujeres. Pensé que debía de ocultar mis sentimientos, que no me iba a abrir de capa. (¡Ah, qué farsante!)

Con Ligia el asunto fue tan rápido que no hubo tiempo de poner en marcha el plan concebido. Esa misma noche se presentó con Lorena y con el galán de ésta en el bar donde estaba yo tocando. Al final del último turno me acerqué a ella (ya nos habían presentado y alguien de los del grupo me había hecho notar que tenía buena pierna) y entre los vapores etílicos en mi cerebro, el sentimiento del rechazo de la terapeuta, lo cachondo de Ligia y mi donjuanismo balín, le dije que no me gustaba andarme por las ramas, que me gustaba mucho y que la quería conocer. Lorena y su galán -este cuate estaba palomeando con el grupo por esas fechas- la hicieron de alcahuetes; como yo no traía auto le dijeron a Ligia que me llevara a mi casa/estudio. Y me llevó. Sólo le di unos besitos traviesos y ya. Dijo que no era tan moderna para subir a mi escondrijo. Sin embargo, nueve días después ya estábamos en la cama. Después de quince días del primer encuentro amoroso eso parecía maratón: A diario, como si estuviéramos buscando romper récord. Horas y horas y a cada hora. Nos arrastró la necesidad del contacto físico. El deseo de anular la separatidad. ¿Acaso alejar el sentimiento de soledad? Qué sé yo.

Creo que en este fin de milenio, gracias al avance feminista y a la revolución sexual, la mujer está tomando, cada día un sitio más importante en las sociedades que en el mundo son. Al menos, en el mundo occidental. ¿Es válido aún hablar en esos términos en un mundo globalizado? Quizá no. Pero el caso es que el nuevo actuar de las mujeres está favoreciendo el derrumbamiento de estereotipos que ya están mostrando su nula “racionalidad”.

El hombre que desde tiempos inmemorables ha sido considerado el Rey de la Creación está siendo bajado a punta de patadas de su pedestal. Las mujeres se han encargado de demostrar que el macho es, en realidad, un castrado que se ha entronizado en un poder que él mismo se ha creado a partir de sistemas ideológicos como son las religiones cuyos dioses y figuras principales son hombres. Ellas lo creyeron por siglos y siglos.

Hoy, la mujer ya no está dispuesta a ser la gran mujer que está detrás de un gran hombre. No quiere estar detrás, quiere estar al parejo, cuando no delante. Cada mujer que se libera de un macho entona un canto de victoria que no es sólo el suyo, sino del género en su conjunto.

Pero agregadamente, se truecan los estereotipos: Hoy sabemos que hay mujeres abiertamente “hombreriegas”. Hoy sabemos de mujeres que son libertinas, hoy sabemos que existen parejas en las que la mujer es el sostén de la casa y el hombre quien se encarga de los quehaceres domésticos. Hoy vemos mujeres casadas que tienen lo que en buen castizo conocemos como “casa chica”. Mujeres que tienen un joven mancebo que les proporciona lo que sus malmaridos -criados con costumbres que ya no corresponden a la época- no les dan: placeres sexuales profundos y sin compromisos. Hoy vemos mujeres que se reúnen en bares a gozar de placeres etílicos y del cotorreo, buscando, no quien se las ligue, sino en franco plan de conquistadoras. Hoy sabemos de mujeres que acosan al hombre que les agrada hasta que lo hacen caer en su lecho (el de ellas) y lo despiden. Aquí no ha pasado nada. Y bien... ¿qué hombre puede resistirse a ser acosado?, ( y acostado). ¿A que le retiren el papel de donjuán para asumir el papel pasivo en la conquista? Nadie. Pero en ese acto pierde el rol que por siglos ha desempeñado. Muere por vanidad. Pero... ¡Qué rico!

QUÉ RICO.
(Me gustaría escribir acerca de los problemas de pareja).
Y morí por vanidad. Ligia empezó a hacerse parte de mí. Iba a mi estudio, el cual dejó de serlo para convertirse en EL LUGAR DE LAS CITAS DIVINAS. El lugar de nuestros encuentros amorosos. Tapicé las paredes con hojas con leyendas que hacían alusión a ella. Se presentaba siempre con un detalle. Llevó un juego de mesa y sillas de jardín que instalamos en la azotea. Los domingos comíamos, tomábamos vino blanco, nos asoleábamos (le fascina hacerlo, ella en bikini, yo encuerado) y nos hacíamos el amor como loquitos. Hacérnoslo era tarea cotidiana: lo mismo podía ser en las mañanas, cuando recién despertaba; o llegaba en las tardes para nuestro ritual lúdico y lúbrico. Me hice adicto, literalmente, a su cuerpo; a su piel, a su cabello, a su olor, a su boca, a sus ojos, a su vientre, a su mullido pubis... a sacralizar de su sexo.

Hablamos. Ella estaba separada, y yo. Tenía problemas con su ex. Planteé la relación como amasiato digamos... responsable, ella quiso que fuéramos pareja. Dijo que debía ser discreta con la relación que iniciamos en prevención de más problemas, yo dije que me hacía responsable de los eventuales problemas que pudiera provocarme nuestra relación, no la iba a ocultar.

Cambié de “profesión”. Dejé de hacer música para convertirme en amante de tiempo completo. Y cuando estaba solo, no lo estaba; porque ella llenaba mi mente: sus ojos semejaban ser ubicuos, siempre frente a los míos como dos mandalas que se empeñaban -yo me empeñaba- en retener mi mirada. Y cuando Li llegaba parecía iluminarme. Salíamos a pasear (pre o post coitum) en su MG ‘58. Gozo y desmadre total. Me regalaba ropa (no le gustaba que anduviera, como me gusta, en fachas), se preocupaba por mi apariencia personal (me peinaba , me cortaba el cabello, el bigote) y comenzó a llamarme “Bebé”. Logré hacer esta rockhistoria musicalizada.

PIEL DE DURAZNO.

Tú venías de vivir lejos del cielo,
De esconderte en ilusiones de sentir.
Tú venías de buscar sin encontrar
El calor de una pasión que se olvidó.
Alguien te leyó el tarot
Y, allí, aparecí;
Pero yo seguía sin saber de ti.

Yo venía de estar lejos de la vida,
De esconderme en remedos de amor.
Yo venía de estar lejos de mis sueños,
De pronto tus ojos tristes me encontré.
Tú esperabas a tu amiga
Ahí en nuestro bar;
“Quién es ella” a Lalo pregunté.

Con esa fama que ellos me han hecho
Esperaban que saltara sobre ti;
Sin embargo sentí que algo me ató al piso,
Supe que contigo no podría ser igual.
Te exploré mientras cantaba
Ahí en nuestro bar,
A mis ojos yo les pregunté:

“¿Acaso habían visto, alguna vez, su pelo?
Flota sobre el aire como cuerpo astral.
¿Acaso habían visto su rostro griego,
Sus delicados hombros, su cintura ideal?”
Admiraba tus caderas
Ahí en nuestro bar
Y tus piernas no me dejaban ir.

Como yo nunca me ando por las ramas
A la siguiente vez que te volví a ver
Te dije “tú me gustas mucho”, sonreíste;
Más tarde en tu coche, probé, te besé.
“Tan moderna yo no soy,
No me puedo quedar”;
Y la luna tuvo que esperar.

Pero Cupido loco ya había decidido
Que tu piel de durazno se uniera a mí,
Así que al sábado siguiente nos citamos,
Bebimos vino blanco y te desnudé.
Y los cuerpos conjugamos
En presente de “amar”.
Ahora eres mía y yo de ti.

Tenemos hoy un escondite que nos guarda,
Llevaste una vajilla para dos, tú y yo;
Tenemos un “studio cauch”, nuestro lecho,
Cuatro juegos de sábanas, un edredón;
Pero es más importante
Tenernos tú y yo,
Tú eres mía y yo soy de ti.


De vez en vez me “secuestraba”. Me metía de contrabando a su morada para pasar la noche con ella. O nos íbamos al lar que tienen sus padres en Valle de Bravo. La primera ocasión me dijo: “te voy a raptar”. Quedó de pasar por mí temprano. Así lo hizo. Ya estaba preparado. Fue el colmo de la locura.

Eran como las 8:00 de la mañana cuando tocó el timbre. Para esa hora yo ya tenía listo lo que íbamos a llevar: los equipajes, la grabadora, los KCT’s, la hielera de Lorena; el conjunto de lo requerido. Nos fuimos por la autopista, de suerte que, incluyendo los paradas para adquirir abastos que ya no guardo en mi memoria, arribamos como a las 11:30. Li me mostró la barraca y al poco rato ya estábamos poniendo los enseres en su sitio. Hacía un calor de todos los diablos; en cuanto terminamos de acondicionar el lugar, nos pusimos en traje de carácter (traje de baño y bikini). Montamos el juego desayunador del jardín y, cuando el Sol se encontraba en el cenit, ella dijo: “Voy por las cubitas, ya hace mucho calor”. Se fue directo a la cabaña mientras yo contemplaba el movimiento de sus caderas embelesado y pensando en el momento que tendría que llegar. Me deleitaba con el panorama (el del lago y el de sus caderas). Ese primer viaje a Valle nos permitió conocernos más. Ahí terminé de enamorarme como loco de Ligia. Perdí la razón y la mesura. ¡Qué bueno que lo hice!
Habiendo bebido las “cubitas” nos fuimos al aposento. Me quité el traje de baño luego nos acostamos. Comenzamos a acariciarnos y a besarnos. Luego de un rato, retiré de su cuerpo el bikini. La besé por todas partes, saboreándola aquí y allá, inhalando el perfume de sus rincones más recónditos, más húmedos, palpando sus accidentes, sus crestas y valles, la suave textura de su piel. Bebiendo su almíbar, ¿ o... su miel? Entregándole mi cuerpo para que ella hiciera lo propio. Susurrando palabras inventadas, dejando escapar tenues gemidos, callándolos con besos de fuego. Comiéndonos. Ligia es un poema. Nada más que eso. No la concibo diferente. Es su encarnación más alta. La penetré y nos abrazamos tan firmemente que entre su cuerpo y el mío no pudo pasar el aire siquiera. Mi sudor se diluyó en el suyo. Nos hicimos uno. No era posible identificar dónde terminaba su cuerpo y dónde el mío. La acometía suavemente, lento. A fondo. Luego de que el dominio del agua era absoluto, cedió el terreno al fuego. Enloquecimos. Empecé a entrar y salir de Ligia con fuerza, lo que me facilitaba la humedad absoluta de su introito. Embestí como toro en brama. Nos instamos posiciones uno y otra, hasta que llegó la explosión de la pasión. Nos vaciamos en reciprocidad. Derribamos las puertas del Paraíso. Alcanzamos la cima del Universo. Nos amalgamamos, nos fusionamos. Y nos confundimos. Tú eres yo y yo soy tú; somos un sólo ser. Estás dentro de mí, te contengo. Estoy dentro de ti, te contengo. Eres porque soy. Soy porque eres. Soy tú porque me regalas tu esencia. Eres yo porque te regalo la mía. Somos uno porque nuestras esencias se diluyen una en otra. Rezamos:

“SOMOS UNO”


“El amor es DESLEIR el yo.
Trascender en el otro y que el otro trascienda en uno.
Ascender al yo/nosotros”.


“SOMOS UN YO-TÚ”
“ÚNICO E IDÉNTICO”

Dormimos un rato, cansados. Bajamos de la alcoba. Nadamos un rato y luego pusimos carne en el asador. Cuando terminamos de comer, nos tiramos en el pasto para asolearnos, ya dije que a Li le encanta dorar su piel. El Sol comenzaba a ocultarse, nos miramos a los ojos y decidimos que era tiempo de volver al lecho. Y retomamos la senda del amor. Nos abismamos uno en otro. Sin medida, sin descanso, sin saber del mundo. Creímos haber alcanzado la eternidad. Evadidos de la luna y las estrellas.

Nos levantamos para tomar alimento y -claro- vino, que es el elíxir de los amantes. Miramos el cielo lleno de estrellas y pedimos: “Noche, deseamos que seas eterna”. Y pareciera que hubiera considerado nuestra plegaria. Una larga noche sin sueño, sólo para amar; sólo para entregarnos en reciprocidad. Sólo para saciar el deseo.

Los días que siguieron no fueron muy diferentes. Siempre he pensado que el amor es el único sustento que nutre, a la vez, el cuerpo y el espíritu. La práctica del sexo es liberadora de tensiones, pero agota. La práctica del sexo como expresión suprema del amor es fuente de vitalidad y es el camino hacia la trascendencia, hacia la consagración.

Nuestro TANTRA YOGA
o
nuestro tao del amor

Regresamos a México al tercer día, en la noche.

Empecé a tener dificultades de tipo económico. El grupo cada vez tenía menos tocadas, lo que se traducía en menores ingresos. Llegué a estar en la quiebra total. Se derivó de una diferencia de enfoques:
Mientras los demás miembros del grupo pugnaban por continuar ejecutando rock en español de los 60’s, refriteando lo que ya se ha refriteado miles de veces por grupos y más grupos de rucos y de medio jóvenes, mi propuesta era dedicarnos a crear canciones propias. La falta de recursos creativos por parte de dos elementos (a la sazón, los que tenían la sartén por el mango), creó un ambiente de hostilidad. Yo había sido el fundador del grupo; pero me dieron “pinochetazo”. Como para ellos la música era un pasatiempo, una fuga de sus chambas y de las broncas con sus esposas, rechazaban varios eventos y sólo aceptaban lo indispensable para tener unas cuántas entradas de lana. Como yo la requería, tenía que alinearme a lo que ellos deseaban; de lo contrario, no tendría ingresos. En el colmo de la manipulación, uno de ellos se ponía el traje de bueno, y cuando me las veía en dificultades me prestaba; obviamente con ello me tenía agarrado de los cojones, pues yo debería agradecerlo continuando en el grupo tocando lo que a él se le antojaba. Y llegó a creerse tan “cuate” que, aunque yo le prestaba el instrumento, un día se molestó porque no se lo llevé al lugar donde tocábamos; no lo hice, porque me fue imposible cargar teclado, guitarra y efectos para la lira. Yo no tenía medio de transporte. “Yo te hubiera pagado el taxi”, adujo. Pretendía hermosear sus heces con dinero. Bien podía haber pasado por mí, el sí tenía auto. Pero, para entonces, ese pendejo ya se creía mi patrón.

Poco después estalló la bomba. Los “préstamos” nunca se los regresé. Los tomé como pago. “Al Rescate de lo Olvidado”, que era el nombre del grupo, se acabó. Se fue al olvido.

Los caminos que toma la manipulación son intrincados. Mientras no asumimos la responsabilidad de nuestros actos depositamos en los demás (personas, fetiches, ídolos, dioses) la exoneración de culpas y pecados que no somos capaces de asumir. “Perdónalos Señor, no saben lo que hacen” es la justificación de los miserables. Esperar la absolución de Dios es la liberación del pobrediablismo mundano y del hombre ruin. Este “cuate” se preciaba de católico y sabía, estaba consciente, de sus “pecados”; pero cuando le sugerí que se perdonara, salió conque tenía remordimientos muy fuertes; arguyó que él no era nadie para absolverse, que sólo Dios lo podía hacer. Manipulador experto. Bueno, ya.

Un día, Li me dijo que Lorena estaba tratando de hacer un negocio vendiendo ropa artesanal en Francia. Existía un punto a favor del proyecto: ésta tenía un amigo -francés- que vivía en París, que aunque hacía mucho tiempo que no sabía de él, lo podría localizar para comentarle del proyecto y de la factibilidad de llevarlo a cabo con buenos resultados. Yo sé que Lorena hace mil proyectos pero no lleva a término ninguno. En cambio, Ligia, es capaz de hacer lo que se propone, por muy descabellado que parezca. Y, de ya, comenzó a ver en agencias de viajes los mejores planes. Un buen día se presentó en mi refugio con libros de francés y folletos de tours. Me los comentó. Yo, como me encontraba al borde de la supervivencia, pensé que esos planes no podrían incluirme: no tenía ni un peso partido por la mitad. Dijo: “las cosas van a salir bien”; que no me preocupara. Días después llegó y me comunicó que Lorena y su galán habían tronado y que no iban a ir; que además tenía que atender lo relacionado con un concurso para obtener la concesión de unas tareas de mantenimiento. ¿Qué hacer? “Nos vamos nosotros” contestó Ligia. Cuando comenté lo de mi precaria situación le comuniqué que yo no iría. Contestó: “Así de fácil, si no vas tú... yo tampoco”.

Nos acompañarían dos amigas de Lorena.

Por esas fechas tuve que mudarme de estudio-casa porque, como me retrasaba con la renta, me pidieron desocupar. Ligia desapareció unos días, pero faltando una noche para partir, se hizo presente. “Bebé, paso por ti a las cuatro de la mañana”.

Al día siguiente, la paranoia en su máxima expresión: Eran las cuatro y veinte y Ligia no llegaba. ¿Se quedó dormida? ¿Decidió irse sola? No. Sucedió que su hija quería acompañarla a tomar el vuelo y en lo que la convencía de que no se molestara (mejor tomaría un taxi, como sucedió), se retrasó. Cabe mencionar que aunque yo asistí a la boda de su enana (después contaré ese episodio), sigo en el anonimato para la gente cercana a Li; les hizo creer que se viajaría solamente con las dos amigas de Lorena. Escuché el auto -a esa hora no podía ser otro - y salí. Efectivamente, era ella; me apuró asegurando que perderíamos el avión. Como ya tenía mi equipaje listo y a un lado de la puerta, de inmediato abordamos. En unos cuantos minutos ya estábamos en el aeropuerto, prestos para la epopeya. Las amigas no habían llegado.



“... I know that I’m ready to leave…”







Friday, August 18, 2006

Episodio 3

EPISODIO 3.-


Debido a la propaganda anticomunista en época de John Foster Dulles, Secretario de Estado de Eisehower, “ruso” se había tornado, de gentilicio, en epíteto para denominar a los abominados soviéticos. Eran los tiempos de la “Guerra Fría”. Así que, dadas las simpatías que los Russo manifestaban hacia la Unión Soviética, los amigos de Regis simplificaron el apellido de la familia, rebautizándolos con el apodo de “los Rusos”. En tal virtud, Regis y Denis se convirtieron en “Ruso Grande” y “Ruso Chico”. Gastón, poseedor de una aureola ausente que lo aproximaba a lo inmaterial, y que para los mayores carecía de personalidad propia, era una especie de lapa denisciana. Un doble de menor edad, del que sólo pudo desprenderse hasta llegada la fecha de un suceso definitorio en la vida de ambos.

“Los Rusos”, que habían sido influidos por Philippe en cuanto a sus convicciones políticas, confrontaban sus puntos de vista, para reafirmarlos, alegando con vehemencia. Gastón era pasivo escucha de las largas pláticas de aquéllos. Se convertía en el único asistente al auditorio dispuesto en el comedor familiar durante las mesas redondas (aunque la de casa era rectangular) convocadas por la testa tribal rusoniana. Tema frecuente, era el Estado Mexicano.

El Estado emanado de la Revolución, decían, había resultado autoritario y continuador del esquema heredado de los emperadores aztecas, representados por los grandes tlatoanis, cuyo poder era absoluto. Abajo, un sistema piramidal (o... ¿multipiramidal?, nunca lo definieron) en el cual, en cada estamento, hay un cacique /súbdito que le debe obediencia al del piso superior; pero, a su vez, reproduce el esquema ejerciendo un poder igualmente absoluto sobre un sector del mismo estamento. Allí, en esa misma planta, existen otros depositarios de símil poder, lo que permite que se mantenga un equilibrio de fuerzas que asegura la paz en cada planta y por ende, en toda la pirámide, aún a coste de que en el basamento (el cual es el más numeroso y donde el poder se “socializa” con arreglo ciertas reglas que permiten beneficios colectivos) haya descontento y condiciones adversas para poder crear una sociedad con sencillo acceso a lo que hoy se denomina “mínimo de satisfactores”. El sistema legado de la Corona Española, absolutista, no era muy diferente. De ahí el sistema de cacicazgos y caudillismo previos al movimiento armado de 1910, decían. Estas contexturas continuaron vigentes después de concluida la gesta.

Carranza, Obregón y Calles fueron los ejes de un sistema de concentración de poder en una sola persona. El primero intenta perpetuarse, de facto, en detrimento de La Convención de Aguascalientes. El segundo, lo intenta reeligiéndose. Ambos mueren, violencia de por medio, sin conseguirlo. El tercero, lo logra, temporalmente, erigiéndose como caudillo. Después crea un partido en el que encuentran cabida la suma de actores otrora beligerantes (nueva versión de lo que fue “El Abrazo de Acatempan”, la formación del Ejercito Trigarante y la consumación de la Independencia, con lo cual se inaugura una nueva forma de hacer política a través de la concertación pacífica y el diálogo civilizado: mismo fin, pero con ideologías e intereses antagónicos -un pacto entre enemigos- que quedan acrisolados mediante el reparto de beneficios y cuotas de poder que se traducen en corrupción tolerada, como hasta nuestros días). Entre tanto, domina el escenario político poniendo y quitando presidentes que le sean leales. Además, dentro el partido, crea instancias de poder que le fueran afines: líderes del naciente movimiento obrero organizado y masificado devenido de la mano de obra liberada de las haciendas al fin de la guerra.

Los cálculos políticos de Calles fallan; no pudo impedir que el PNR candidateara como nuevo depositario del poder presidencial a Lázaro Cárdenas. El partido escoge a un hombre que no va a permitirse pasar a la historia como uno más de los “presidentes nopalitos”; uno que no va a aceptar que le presten el poder. El general michoacano resulta electo y comienza a ejercer la dirección del país sin seguir los dictados del caudillo. Las negociaciones dentro del partido, a fin de preservar “la unidad revolucionaria” consiguen que varios callistas sean incluidos en el gabinete. El presidente, para poder enfrentar esa situación, se alía con líderes y grupos de obreros que no comulgan con la CROM (la central que le es incondicional al “Jefe Máximo”); con campesinos; con intelectuales de izquierda; y, habiéndose fortalecido, se distancia de Calles. Como cuenta con el apoyo de grupos y gente progresista salida de la Revolución y con la izquierda de diversos matices -comunistas, inclusive- esta situación es tomada como pretexto para que la gente de Calles conspire contra el gobierno. Entre tanto, muchos emplazamientos a huelga son resueltos en favor de los obreros, ante lo cual los empresarios instan al “Jefe Máximo” a sujetar al orden al presidente. Éste, una y otra vez afirma que no está en contra del sector patronal, pero que no se puede declarar partidario de que los obreros subsistan bajo un régimen laboral injusto.

El otrora radical Calles, se había convertido en un propiciador de los negocios norteamericanos y europeos, principalmente en el ramo del petróleo. Había permitido a los miembros de “La Familia Revolucionaria” que le eran leales, entre los que se hallaban los líderes obreros, que se hicieran millonarios gracias a canonjías, corruptelas y negocios turbios. El creador de un régimen bonapartista, al que posteriormente sacrificó en el altar del PNR, aunque pretendía perpetuarse como sumo sacerdote de la nueva religión institucionalista de la Revolución, abiertamente criticaba y culpaba a Cárdenas del clima de inestabilidad (que él mismo provocaba) y de ser un político que tendía hacia el “extremismo de izquierda”.

“El Jefe Máximo” no es capaz de comprender que en México nunca más se obtendrá el poder mediante golpes de estado.

El presidente reorganiza el gabinete para deshacerse de los callistas. Caen, por consiguiente, gobernadores. Una limpia total en los niveles de poder.

Después de un simulado autoexilio, con el que pretendía manipular la opinión pública, Calles regresa y se vuelve más agresivo su discurso contra Cárdenas, a quien acusa de conducir al país hacia el comunismo y de favorecer la dañina agitación de los obreros. El presidente acrecienta su estatura y expulsa del país a Calles junto con sus allegados; y, en ese acto, se extingue para siempre la figura del presidente-caudillo que tanto daño le ha hecho a México a través de su historia.
“I said:
Even though you know what you know
I know that I’m ready to leave…”

(Es por esas fechas, en medio de ese periodo de grandes movilizaciones obreras que fueron el preámbulo de la expropiación petrolera, que Philippe y María se conocen).

Los Russo (o, los “rusos”) afirmaban que la Expropiación constituyó una segunda manifestación de independencia. O, quizá, la verdadera; ya que la de 1821, coincidían, sólo había trasladado el dominio de la riqueza de manos de la Corona Española a los españoles nacidos en América (los criollos civiles, militares y del clero) sin que se hubiera modificado, en esencia, la estructura económica, principalmente en cuanto a la distribución, lo que impidió una transformación de la sociedad en su conjunto. Ello trajo como consecuencia que durante los siguientes años no hubiera paz. Las luchas entre facciones (que, grosso modo, se pueden sintetizar en el perenne enfrentamiento de criollos ricos contra criollos de la clase media ilustrada aliados al mestizaje, sirviéndose –ambos- de los indígenas como carne de cañón) fueron aprovechadas para una nueva apropiación de las riquezas nacionales por parte de Inglaterra, Holanda, Francia y Estados Unidos, país que no sólo se apropió de sectores de la riqueza nacional, sino de la mitad del territorio. Y ya en tiempos de “mucha administración y poca política” porfiriana, el régimen entregó nuevamente a los extranjeros otro tanto de los bienes del país. Resultaría absurdo considerar independiente a un país cuya riqueza seguía en manos extranjeras; riqueza que era explotada mediante fuerzas productivas de carácter capitalista en una nación en la que las relaciones de producción no se correspondían con aquellas. Relaciones de producción aún ligadas a la tenencia de la tierra, no a la típica propiedad industrial. Por eso es que la Revolución devino necesidad histórica.

“Necesidad histórica”. Yo no entendía bien a bien el contenido de las pláticas y discusiones entre mis hermanos y nuestro padre. Mi memoria guardaba los hechos narrados. Comprendía que los güeritos eran los fregones y los prietos los fregados. Pero de lo que llamaban “aspectos teóricos”... ¡caput! Como si hablaran en alemán. Pero, eso sí, me esforzaba por liarlo a lo inteligible mientras me ocupaba de coser botones sobre un trozo de tela, obraje a destajo que mamá y yo (y en ocasiones mis ruso-hermanos, por ganarse unos centavos) realizábamos para una vecina, madre de la Güera Klee (que mantenía perpetuamente enamorados a los adolescentes del rumbo, el amor inalcanzable). Ignoro cuál sería el objeto de esa actividad, pero lo que adquiría significado era que me correspondía una parte del pago por desarrollarla. Denis se afanaba en mostrarme la similitud entre lo que ellos hablaban y el particular:

- -¿Ves? La señora Klee es la güerita y emplea a los medio prietos que somos nosotros.
- Pero nosotros no somos indígenas...
- Pero somos mestizos medio pobres. ¿Entiendes?
- La señora Klee... ¿nos explota?
- ¡No, no lo veas así! Lo que sucede es que su negocio no es una empresa capitalista, en toda la extensión de la palabra. Es como en los inicios del mercantilismo... en la Edad Media... en Europa, Gastón; ella pudiera ser como la maestra en un pequeño taller artesanal que, para entregarle su producto al gran comerciante de los burgos, requiere contratar mano de obra que, ni siquiera, es asalariada aún.

Me quedé igual que antes, pero fingí entender. “...¡Ah, entonces todavía no es trabajo asalariado! Ya comprendo, Denis. O sea... ¡Ah, claro!”

Denis no es más que cuatro años mayor que yo; pero siempre ha sido un perfecto ratón de biblioteca. Además, el más asiduo interlocutor de Philippe; pues Regis –en esa época- ya no permanecía mucho tiempo en las “mesas redondas”, rectangulares, del comedor.

Philippe siempre se preocupó porque desarrolláramos una afición por los libros. Así, uno de los paseos nocturnos preferidos era ir a la Alameda. Ahí estaba la Librería de Cristal, verdaderamente de cristal. Y nos pasábamos horas frente a las vitrinas. Y entrábamos a hojear y otear uno y otro. Nos hechizaban los libros; tanto, que Regis desarrolló una depurada técnica para obtenerlos en gratuidad para, así, incrementar el acervo cultural de los Russo: entrar a las librerías grandes (Zaplana fue la principal promotora de donaciones) con un estuche, vacío, de máquina de escribir portátil e ir introduciendo, subrepticiamente, los textos para el enriquecimiento (de hecho, construcción) de la Biblioteca Russo. Hubo que diseñar y fabricar dos nuevos libreros en el taller escolar de carpintería de Regis y Denis. Yo no contribuí. Fui asignado al taller de imprenta del conjunto colegial que había surgido como emblema de la Revolución y que se había edificado sobre los escombros de una cárcel que representaba lo infame de la tiranía a la que el movimiento armado iniciado en 1810 dio fin. Las artes y oficios revestían una vital importancia dentro de los programas diseñados para las generaciones pos revolucionarias; la finalidad era fomentar en los alumnos una visión amplia del mundo; en última instancia, darles elementos para que, quienes no tuvieran la oportunidad de seguir estudiando, pudieran encontrar en ello una suerte de sostén económico. Una preparación que integraría al individuo a la sociedad por dos caminos: el académico y el laboral, acorde con el desarrollo económico del país en esa época específica.

Tuesday, August 15, 2006

Abandónate al Vacío (Episodio 4)

El rostro de John Lennon, pletórico de colores iridiscentes, simulaba sonreír; su mirada denotaba un brillo enigmático en el que yo creía encontrar un signo de concupiscencia.

TOMORROW NEVER KNOWS.

Turn off your mind, relax and float down stream,
It is not dying, it is not dying.

Mientras, hacíamos circular el trasporte que nos llevaba, inexorablemente, corriente abajo. Cada vez que se cumplía un ciclo, el medio era apagado. Constantin, en su papel de guía –gurú-, verificaba el estado de lucidez en que se encontraban sus apóstoles. Observaba la coloración de nuestras córneas y nos incitaba a hablar para encontrar algún indicio que denotara la calidad de nuestro estado de conciencia. “¿Cómo te sientes?”

Lay down all thoughts, surrender to the void,
It is shining, it is shining.

That you may see the meaning of within,
It is being, it is being.

Las estructuras de las escalas orientales germinaban en mi cerebro; florecían tan profusamente que casi podía ver cómo invadían cada rincón. Creía ver por dentro. Luego, el sonido de la guitarra que, intuyo, fue ejecutada con un pedal de volumen puesto que no se escucha el pick de la plumilla sobre las cuerdas, parecía trepanarme el cráneo para sumergirse en el nadir de mi conciencia, inconciencia y la nesciencia de mi comprensión y conceptuación estética. (¿Qué es eso?, no lo entiendo, no puedo digerirlo, no llego hasta allá). Cada inicio de frase, parecía suspenderse en el vacío y luego se resuelve, en el siguiente compás, con un regreso al punto de arranque. Ansiedad.

El canto, excitante, de la guitarra beatleana aún calaba en mi conciencia. Profundo. Sin resistencia. Parecía infinito, aunque ya había concluido instantes antes. “¡Claro!, ¡está grabado al revés! ¡Por eso no suena el plumazo!”. “No, lo que está grabado corriendo la cinta a la inversa es el fondo”. “¿Las cítaras?” “No son cítaras”. “¡Claro que lo son!”. “¿Lo repetimos?”. Nuevamente la guitarra. Una y otra vez, una y otra vez, sin que lográramos descifrar el secreto. Por lo demás, ni importaba; lo asombroso era que cada nota surgía de la nada: no asoma en la génesis; y, de improviso, se hace presente sin que, a ciencia cierta, haya un momento en el cual pueda descubrirse: “¡helo aquí!”. Grupos de seis notas que simulan correr hacia abajo en el pentagrama y que al siguiente compás inician trepándose a las líneas superiores para volver a desplomarse. Atrás, las notas corrían de un lado a otro, de arriba abajo, en un persistente divertimento; como niños jugando a la roña o perseguidos por duendes y gnomos. Un juego inocuo que sin embargo provocaba una sensación de desesperación o ansiedad tanto como mi emparejamiento con Edurne. Angustia. El rebote de la baqueta sobre la tarola, perennemente obsesivo, hueco envolvente. Pertinaz.
Lennon siguió cantando como si estuviera dirigiendo la voz hacia un contenedor rebosante de agua mientras que, pegado en la pared, me miraba y sonreía conminándome a encender, nuevamente, el medio. “Go, fucking guy, do it!”. Los colores de su faz resplandecían y alteraban el matiz. “Do it!”, insistió.


That love is all and love is everyone,
It is knowing, it is knowing.

And ignorance and hate may mourn the dead,
It is being, it is being.


- -¿Saben? Yo sé qué es estar como muerto.
- -¡Sácate! Ya estás bien marihuano.
- -Nooo, ¡me cae! Yo sé qué es estar muerto.
- -Dale un zape en la cabeza para que se le quite la grifera.
- ¡Nel, relax! ¡No inicien el desmadre! El que empiece, se va..
- Neta, aunque no me crean, yo sé lo que es estar muerto.
- ¿Sabes qué, güey? Eso es de otra rola. No te finjas el muy pasado y déjanos disfrutar el estar, así, tranquilitos y relajados, oyendo música. Si quieres hablar, hazlo sobre cuestiones trascendentes y no te claves en la babera. Ya no hagas tanto irigote.
- ¿Acaso la muerte no es un asunto trascendente?
- Ya párale, bato; sabes que la regla de oro aquí es que nadie se freakee ni se ponga muy loco.

But listen to the color of your dreams,
It is not living, it is not living.

Or play the game “Existence” to the end,
Of the beginning, of the beginning,
Of the beginning, of the beginning


En la pared opuesta a Lennon, la Bardot parece disfrutar el conato de discusión entre los CoFraGa’s, amigos y gruppies; y sus carnosos labios aparentan invitar a humedecer la persistente resequedad de los míos; pero... ¿cómo hacer para utilizar la lengua si la siento pesadísima y pegada a su base. No podría besarla. Pero puedo tocarla con mis ojos. Ella es sensualidad personificada.

Siento ansiedad. No me gusta, es el anuncio del bajón; pero no puedo estar eternamente marihuano para evitar esa sensación. No yo; otros lo hacen, es su pedo. Me gusta darme dostres toques para tocar (toques para tocar, ¡qué loco!), escuchar música o, simplemente, “pensar –como dice mamá- en la inmortalidad del cangrejo”. Curro dice que lo acostumbra cuando coge. Esto prefiero hacerlo perfectamente lúcido. Para mí el sexo es súmmum. Sacramento terrenal. Me escucho (o, ¿te escucho?, ¿quién de los dos habla?) musitarle a Edurne que quiero hacerle el amor. Empiezo a perder la noción de las distancias en mi percepción ocular. Me pasé, me pasé. Entablo un diálogo con mi compañera pero sus palabras, las mías y las tuyas, Gastón, se revuelven en mi cerebro. ¿O es el tuyo? ¿Quién es quién, Gastón? Para colmo, ¡esta obsesiva, dependiente y posesiva! El diálogo se convierte en soliloquio:

“Quiero que te quedes para siempre conmigo, Gas. No quiero hacerlo, porque sólo te deseo. Pues entonces vamos a vivir juntos, trabajar juntos y amarnos olditaim. (Sí, eso quiero, estar metido en ti a perpetuidad). Tú cállate, idiota, yo soy el dueño del cuerpo. (Eso crees). Qué dices. No, a ti no te digo, le digo a él. A quién. No, no entiendes, es mi grifera, estoy muy loco. Yo te amo, sin ti me mato. (Me aterroriza estar lejos de ti, tengo miedo de no coger contigo). Pues entonces no te entiendo; si es así, por qué no quieres vivir conmigo. Está hablando él, no yo. ¿Quién él? Él / ella / yo otro. Qué estúpido te pusiste. Soy yo, pero es que no quiero que estemos viviendo con miedo; en realidad, si no estoy contigo no me voy a morir, ni me va a suceder absolutamente nada, ni a ti. Yo sí me muero sin ti. Lo supones (Y yo), pero no va a ser verdad; lo decimos y lo sentimos y lo creemos, pero es falso, no es cierto; y por ello es que no quiero permanecer contigo. Entonces eres masoquista y quieres causarte dolor haciendo lo que no quieres hacer. No quiero hacer lo que deseo hacer (eres un miedoso, haz lo que queremos, pinche Gastón) para evitar que caigamos en dependencias (nomás ensartarnos un ratito) pues lo único que conseguiremos será perder nuestra condición de seres libres, de seres de amor verdadero (¡Puff!, eso se lo dictó Ligia). Quién es Ligia; ah, andas con otra. Eso lo dijo él, no yo. Quién él. Él / ella / yo otro. Entonces no hemos avanzado nada; estamos como al principio. (‘Amar, amar, amar’; tú no sabes qué es eso; sólo somos un par de cínicos contenidos en un mismo cuerpo; sólo anhelamos cogernos a ésta y ... ¡ya!)”.

Of the beginning, of the beginning...

Los dedos corren sobre las teclas, persistentes, desde las notas de mayor altura a las bajas y, los que simulan ser alientos, –distorsionados- hacen lo propio, sin orden alguno. Avangard lennoniano. Paul Mc Cachetes da la espalda; George sonríe, sarcástico; Ringo, parece serio, pero nadie se lo cree; John pregunta: “¿nos echamos la que sigue?”. Él / ella / yo otro contesta “¡’Ora, pues!”. Edurne, desnuda de la cintura abajo y ante la mirada atónita de los demás, me baja los pantalones y se me encarama. Harrison hace suspirar su Gretch al ritmo de los movimientos con los que Edurne propicia mis penetraciones –que, a la vez, inspiran al guitarrista beatleano para ejecutar sus blue sounds- y, luego, coreo con John:

“I´m only sleeping...”

La Gretch vuelve a suspirar, enmarcando el clímax. En un rincón del Refugio, que insiste en acercarse y alejarse, veo uno de los zapatos verdes de Edurne. Y me escucho susurrar: “No pongan She Said, esa pieza eyecta una circunstancia indeterminada que espanta”. “No te pongas paranoico; sólo estás muy marihuano”, dijo Francois.

¿Cuánto tiempo ha transcurrido? Alucinado, envuelto en visiones de mil colores (¿qué madre le pusieron a la leche, cabrones?) me sumerjo en el vórtice oscuro; pero quedo inmóvil en cierto punto sólo para contemplar cómo es que Edurne se despeña; cae por una ladera; lento, pero sin remedio. “¡Si no te quedas conmigo, me mato!”, grita en su trayecto al infinito negro absoluto. ¿No te das cuenta de que ya estás muerta? Este abismo no tiene retorno si no asumes que para volver, necesariamente, tienes que irte. Deja de chantajearme, no podemos seguir juntos: yo sigo vivo y tú estás en camino del último descenso. ¿No te das color? Lo único que tienes es pavor. Eres un recelo envuelto en sudario de mujer. Cobardía, sólo cobardía; aunque no es temor a lo que te va a suceder, sino a lo que vas a sentir. Un miedo que ni siquiera lo es, porque el miedo es la reacción a un peligro inminente. Esta caída no es real, es una visión catastrófica. Es la muerte en vida, porque estás en medio de una existencia vacua. Por eso estás yéndote a la oscuridad. Estás invadida de angustia. Abandónate al vacío para renacer; deja de asirte de mí. Es el único sendero para retornar al mundo de los vivos. Si no lo haces, vagarás eternamente en el reino de las ánimas

…And your bird can sing, you can hear me?…

Veo, al fondo, tu cuerpo desmembrado y tu zapatito verde. ¡Lo hiciste! Ahora tendrás que vivir tu propio duelo, aliviarte, rescatarte y volver de la gruta de las tinieblas.


Monday, August 14, 2006

Episodios 5, 6, 7 y 8

EPISODIO 5.-


Nuestro pequeño universo infantil y adolescente estaba constituido por dos realidades. La frontera entre una y otra era Arcos de Belem. Hacia el norte, se situaba la vieja Ciudad de México con sus herencias históricas y culturales: La Ciudad de los Palacios. Al sur, desde veinte años antes, habían empezado a delinearse los primeros barrios periféricos, los primeros asentamientos de desplazados por una provincia cuyo campirano costumbrismo no ofrecía las posibilidades de desarrollo ni, tampoco, niveles económicos satisfactorios como los de la gran metrópoli que respondía, paulatinamente, a la transmutación de un país eminentemente agrario en uno incipientemente industrial.

Hacia el norte, los oriundos de la gran capital; hacia el sur los inmigrantes. Hacia el norte quienes se empleaban en el comercio y el área de servicios; hacia el sur, quienes se empleaban como obreros fabriles y en el pequeño comercio. Hacia el norte quienes aspiraban, o –al menos- tenían la oportunidad de escalar la pirámide social mediante mejores niveles de escolaridad; hacia el sur quienes sólo aspiraban a ganar mejores salarios que los obtenidos en sus tierras de procedencia. Hacia el norte, las clases medias y resabios de una vieja aristocracia venida a menos que añoraba el pasado y los iberomex, descendientes de exiliados de la Guerra Civil en España; hacia el sur, el proletariado atraído por la urbe y los oficios. Hacia el norte, los grandes hoteles, el centro comercial y cultural; hacia el sur, las vulcanizadoras, los lavaderos en los patios; el dormitorio público y sus “... ese ñero del oriente, presta un veinte” y su Banda del Araña; los talleres y sus balatas, sus cambio de aceite; los tugurios, los prostíbulos (aunque de nuestro lado estaba el tradicional: Las Vizcaínas).

Sin embargo, como cualquier frontera con esas características, Arcos de Belem ofrecía sitios donde ambos tipos de población confluían. Ahí estaban la iglesia del barrio y la escuela (según parece, la más grande del país en ese tiempo, inaugurada, años antes -durante el periodo presidencial de Abelardo Rodríguez- como un símbolo de la revolución triunfante sobre el antiguo régimen; se alzó, precisamente, sobre lo que fue la Cárcel de Belén). Consecuentemente daba asiento a otro signo de la modernidad pos revolucionaria: Televicentro, compañero de generación de nuestra palomilla. Los otros medios de comunicación, las radiodifusoras, se encontraban a unas cuantas cuadras de la frontera, hacia el norte: XEW, en Ayuntamiento; XEQ, en José Ma. Marroquí; Radio Mil, en Ayuntamiento; Radio Centro, en Victoria o Artículo 123, no recuerdo bien; sólo XEDF, que inició sus transmisiones en los tempranos 60’s y cuyos contenidos eran eminentemente de carácter popular, se encontraba en el lado sur, en Dr. Río de la Loza.

La frontera, por otra parte, ofrecía amplias posibilidades de socialización entre los niños y adolescentes de ambas márgenes: la calle era poco transitada y empedrada, lo que favorecía el acercamiento, la convivencia, entablar lazos amistosos y la colaboración en organización de juegos, amén del disfrute, compartido, del ocio. La inocua vagancia. Más allá, al sur de la frontera, se localizaba el México Bronco: Dr. Andrade, Dr. Jiménez (pertenecientes al Barrio de Campo Florido). Sin embargo, el lado norte albergaba células de ese mundo ajeno a nosotros: la calle de Delicias, con su fabrica de cigarros, su mercado informal –tipo tiangüis- sobre el arroyo de la calle, sus vecindades de mil patios. La frontera no era un territorio violento; estaba normada por tácitos pactos de no agresión entablados por las sabias generaciones de jóvenes que nos precedieron, supongo. Los surotas y los delicianos peleaban entre sí o contra invasores allende los límites del territorio neutral (un tramo pequeño de Río de la Loza, otro de Niños Héroes, Balderas –con extensión a La Ciudadela-, Av. Juárez, San Juan de Letrán y Arcos de Belem).

[Más allá de ese cinturón suriano, se asentaban las clases medias emergentes: Narvarte. Al oeste, noroeste y suroeste –Juárez, Cuauhtémoc, Roma e Hipódromo Condesa-, desde tiempos anteriores a la inmigración pos revolucionaria, habitaba la rancia aristocracia, la gente decente forjada durante el porfiriato. Los nuevos ricos, los hijos del alemanismo, estaban muy lejos: Polanco y Las Lomas de Chapultepec. Casi por entero, el norte y el este albergaban otros cinturones de pobreza, con inserciones middle-class como Jardín Balbuena.

Por mucho que nos creamos los reyes de la Creación, la especie más inteligente, la sublimación de la Naturaleza, etc., a los humanos nos sigue moviendo la más prosaica de las motivaciones: el hambre. Esa es la razón última de la migración; sea esta enfocada en niveles macro y micro. Los poderosos han creado grandes culturas sobre los hombros de la gran masa de desposeídos que, en determinado momento, no pueden soportar más ese vacío –que deviene agudo dolor- en las entrañas. Es lo que propicia las ideas de cambio; y este puede ser violento o pacífico: la masa se vuelve sobre los poderosos y les reclama su cuota. Sucedió en las antiguas culturas y sucede en las modernas: Roma no pudo contener las invasiones de quienes llamaba bárbaros; igual sucede, actualmente, con los norteamericanos que no pueden contener a quienes llama –con igual carga semántica que lo hacían los romanos- latinos, igual que Europa entera no puede contener a los africanos y musulmanes. Así la añeja Ciudad de los Palacios no pudo detener a quienes llamaba indios y pelados. emanados de la pobreza y el hambre que privaba en sus lugares de nacimiento. A final de cuentas, las invasiones prosperan porque el mismo desarrollo de las sociedades requiere de esa fuerza de trabajo como capital variable y para ampliar el mercado interno como consumidores. Pero permíteme continuar}.

Hubo un hecho propiciatorio para que los linderos de la ciudad vieja se modernizaran: el paso del presidente Ruiz Cortines de Los Pinos a Palacio Nacional. El Regente del Distrito Federal ordenó que Arcos de Belén fuera pavimentada, contara con un buen sistema de drenaje. Con ello, las obras acabaron con la gran diversión de las inundaciones: se acabaron los juegos con barquitos de papel y el chapotear por el empedrado. Alinearon la calle, así que algunos edificios fueron derruidos para dar paso fluido al transporte vehicular; su majestad, el automóvil, acabó con las festividades del 24 de septiembre a media calle. No hubo más torito, volantines, rueda de la fortuna, caballitos, romería ni cohetes. Demolieron el hotel, el billar, lo que quedaba del convento mercedario (ahí encontraron cazuelas repletas de monedas viejas y oro, así como esqueletos de nonatos producto de impías relaciones de clérigos y monjas), La Cien (una vieja escuela primaria) y el viejo Cine Alambra. A punto estuvieron de entregar a la piqueta una parte de nuestra escuela: El Centro Escolar Revolución; pero una rápida movilización de padres de familia y maestros impidieron que en aras de la modernidad de la combustión interna se atentara contra la educación. “Son los enemigos de la Revolución –la escuela había sido construida sobre las ruinas de la Cárcel de Belén- que quieren destruir nuestros frescos” gritaba una maestra en uno de los mítines de repulsa a las intenciones de ampliar la calle en detrimento de nuestro centro educativo.

No recuerdo cuánto duraron las obras; pero sí que nos divertíamos haciendo tronar palomas de a peso y cohetes coreanos dentro de los tubos de desagüe que esperaban el turno de ser instalados. En ocasiones, nos introducíamos en una excavación bajo las vías del tranvía “para ver las chispitas” que producía el roce de las ruedas metálicas con las vías al reducir la velocidad para dar vuelta y tomar Luis Moya. En la otra esquina, empezaron a construir un edificio alto al cual nos introdujimos una vez, furtivamente, para brincar temerariamente, dada nuestra corta edad, de su azotea a la del contiguo. Pero no quiero recordarlo. No quiero hacerlo. Hace daño. No quiero rememorar detalles. Quiero borrarlo de mi memoria. Que nadie lo cuente. Atentaría contra el curso de la historia.

Cuando terminaron las obras, la calle contaba con dos carriles separados por camellones con flores. ¡Cuánta belleza! Levantaron las vías y nunca más hubo tranvías en los que Francois y otros viajaban de mosca. Ni volví a contemplar marchas campesinas como aquella que me intrigó tanto –años atrás- en la que los henriquiztas gritaban: “¡Ruiz Cortines güey!”. Y así continuó por muchos años la nueva imagen de la frontera belenita, solo afeada por las múltiples Barda Arana como testimonio de lo que el zapapico tumbó. Hasta que el metro se llevó las flores y ocurrieron las primeras emigraciones de las familias originarias y las inmigraciones bárbaras, fenómeno propiciado por el viraje económico y social de nuestro pequeño mundo que, de barrio –clase media- viejo, se convirtió –merced a la obra pública y al modernísimo transporte- en territorio ocupado por la invasión hambrienta de alcanzar mejores acomodos. La frontera fue derribada. Cayó... El Muro de Belén.






EPISODIO 6.-

¨{Manuscritos Filofóforos, por V. I. Lenón (O séase yo mero), para matar el tiempo en tanto dura el vuelo a Güeva York y luego a Roma.

CUADERNO # 1

1.- Según Gestalt, son 3 los estados del ser:
-El mundo interno, experimentado en lo emocional y lo físico.
-El mundo exterior, experimentado mediante los sentidos.
-El pensar, la zona intermedia (¿abreviatura? ZIM).

2.- Se basa en existencialismo; se ocupa de problemas generados por negativa a aceptar responsabilidad de lo que somos y hacemos. Pertenece a corriente humanista

3.- Diferencia ÷ experiencia y pensamiento, y después se ocupa de lo que EXPERIMENTAMOS, no de lo que pensamos.

4.- El organismo humano y su entorno, que incluye a otros seres: es una sola entidad. (NB: El concepto existencialista del "Yo soy yo y mi circunstancia").

5.- “Experiencia” significa "estar en contacto" con uno mismo y con el mundo. (Entonces no estoy orate: Él / ella / yo otro es estar en contacto contigo, que es conmigo mismo, ¿no, Gastón Clon?).
6.- Al sustraerse de experiencia (evadirla, pues’n) se pierde la percepción, separándose + y + del propio potencial. Eso = neurosis. (¡Chin!, creo que me hablan)

EVASION, ANSIEDAD Y PERCEPCIÓN

7.- Cuando dejamos "aquí y ahora", = "evasión". Es necesario “darse cuenta” de fuga propia y después arriesgarse a experiencia; "estar con" y "dejar que las cosas sucedan”

8.-El bato loco (yo merengues) supone que huye de los hechos, pero de a devis huye de sus sentimientos. Cuando decide afrontar experiencia, prescinde de la fuga de conocer y aceptar lo que existe y descubre que sus sentimientos son, al ( - ), soportables.

9.-Aunque ansiedad y temor parecen ser =, éste existe y aquélla es puritito onanismo mental (digo yo). El miedo existe cuando hay una amenaza externa tangible (alguien que te empuja al vacío desde un edificio alto, x ejem.); la ansiedad ocurre cuando echamos a andar nuestra cabecita loca y producimos inside us sentimientos semejantes al temor, cuando que no existe peligro externo concreto que nos amenace. (N. B.: ahí está la diferencia entre experimentar y pensar) Cuando el bato loco (dícese “el cliente”, no “el paciente”), está dispuesto a tolerar cierta incomodidad -que le producen sus visiones catastróficas- y a hacerse responsable de los sentimientos que esta produce, comienza a descubrir de qué manera se las arregla para soportar esa incomodidad. Da chance de que su cuerpo sea lo que es y aprende, simplemente por la percepción, cómo deforma su ser interno dejando el camino open para que → UN CAMBIO.

10.-Fritz Perls dice que la ansiedad es nuestro impulso vital, como energía, como excitación. ("el placer por la tensión", cuando apechuga -asume- el riesgo de experimentar lo nuevo). Cuando empiezo a tolerar mi ansiedad y a permanecer en contacto con ella, ya no se me opone, sino que fluye conmigo, así que empiezo a moverme de nuevo. He descubierto cómo puedo moverme hacia otros sentimientos permitiendo poco o mucho del dolor provocado por la ansiedad,. Uno no puede evitar pasar por lo que existe, pero se entera de que puede hacerlo, sin purrún.
.
Así que el cliente descubre tres circunstancias:

-El hecho de su fuga
-Su forma de evasión
-La naturaleza de esa experiencia interna que intenta bloquear al evitar una parte de su mundo.

<>

11.-ACEPTAR RESPONSABILIDAD.-. El quid es llegar a asumir que "necesitar" ≠ "desear". El cuerpo físico NECESITA, el cuerpo emocional DESEA Para sobrevivir se necesita H2O, alimento, descanso, O2; requerir, de otros, es desear. Asumir que "no poder" ≠ "no querer". Cuando el bato loco encuentra (¡descubrir!, ¡descubrir!) que "sí puede, mas no quiere", que "no necesita pero sí desea", que no "sucede tal " sino que "hago tal", que no "el día está triste", sino "estoy triste", etc., → tomar la responsabilidad de sí.

En lo concerniente al concepto de la "ayuda" del terapeuta, la posición Gestalt es:
".. Estaré contigo; pero TÚ HARÁS LO QUE ENCUENTRES NECESARIO". Es básico en Gestalt el "aprender a descubrir".













<"El Atrapador de osos".- Opera persuasiva y engañosamente, es repetitivo: te invita a entrar y espera; cuando casi has llegado, te propina un portazo en plena cara. Se ofrece a sí misma; amor, sexo, lo que quieras; y permanece cerca hasta que consigue que respondas. Entonces, sorpresivamente, se retira y te deja confundido y solo. Lo único que puede ofrecerte es la bancarrota emocional. (¡Ay, Marinita!, estás que ni pintada aquí).> }...


Interrumpo la escritura y saco de mi maletín la KCT ‘era. Ligia duerme. Introduzco la cinta del Concierto de Brandenburgo # 3 en G mayor de Bach. Cierro los párpados e inicia la marcha de esas estructuras musicales forjadas en la simpleza de dos tiempos: uno de ellos ocupado por dos octavos -que parten de una nota y su inmediata anterior- y, en el siguiente, se asienta la nota inicial con valor de un cuarto (¿acaso octavo con puntillo y silencio de corchea?, ¡qué importa!) que encuentra su respuesta en una estructura similar en los siguientes dos tiempos. Tras de ese modelo (en sí, un micro cosmos) se levanta, imponente, el envoltorio de esas pequeñas frases, las cuales se tornan interpenetración: de los violines pasa a los chelos, luego a las violas; y el clavecín, apenas marcando orden -con acordes- las florituras de los instrumentos de cuerda. Acentuaciones que señalan el rumbo de las pequeñas escapatorias hacia... ¡La Gloria!

El esquema se repite una y mil veces, encontrando majestuosa replica otras tantas. Unos compases es melodía y otros acompañamiento. Unos momentos en primer plano y otros escasamente perceptible. La simplicidad de la base llevada a lo complejo de la estructura toda. Del piso a lo sublime. Allegro. Sí, la alegría por la vida. ¡La vida! Y esto es lo que los seres humanos han creado. Esta es la gran obra del Hombre en su paso sobre la Tierra. Lo que ha desarrollado en su afán, infrugífero, por alcanzar la estatura de los dioses. O, al menos, por acercárseles (ese es el sentido último del arte). Es una verdadera alegoría a la divinidad. Truculenta ironía: en su paso por el mundo, desde tiempos ignotos, ha creado y destruido una pléyade de fuerzas -extrínsecas- a las que les ha atribuido su propia creación, sin ver que es a la inversa; sin darse cuenta que sólo han sido producto de la lucha entre lo senil que pretende perpetuarse contra lo reciente que intenta instaurarse. (Lo voy a escribir en el cuaderno # 4 ahora mismo).

El Adagio parece ser, casi, una modulación para caer a otro tipo de compás (¿ 6 / 8 ?) en el cual se desenvuelve el tercer movimiento –otro Allegro- en el que se percibe la misma estructura del inicial, sin que sea la dominante, aun recatada; pero sigue ahí, presente, tras un sofisticado barroquismo en cuyo seno me sumerjo...

{CUADERNO # 4.-

1.- Matriarcado.- Mujeres educaban, administraban, (cuando agricultura: sembraban). El hombre mataba animales para comer; o mataba a otros hombres para arrebatarles lo que él no había podido cazar.

2.- Cuando inventa agricultura, se hacen sedentarios; pero como Natura no es experta en equidad, hay diferencias de su prodigalidad entre tribu y tribu; entre pueblo y pueblo. El esquema se reproduce: le pone en su progenitora a otros para arrebatarles lo que su tribu no tiene.

(Aquí viene).- En los ruquísimos tiempos, los humanos no se explicaban los fenómenos naturales. Su ignorancia los empujó a creer que eran fuerzas regidas por inteligencias superiores a las suyas, por lo que les otorgaron categoría divina: dioses.

Así como había diferencias entre los pueblos (económicas y, por ende, sociales), las había entre los pobladores. (Como, hasta la fecha, unos vivían para la supervivencia y otros tenían tiempo para pensar porque otros trabajaban para hacerles posible la suya). Estos personajes se convirtieron en detentadores del conocimiento; eran los sabios y los sacerdotes. Pero además eran quienes poseían el poder político y la fuerza (que les proveía del poder económico). Considerando que la ciencia, propiamente dicha, no existía, se comprenderá que su lugar lo suplían las primeras creencias religiosas y –en un punto de los tiempos- la filosofía. (1er. Papel de ésta: resolver en la cabeza, con el pensar, lo que sucede fuera de ella y que es inaccesible al entendimiento humano).
2 vertientes: Fe vs. Conocimiento Científico.
El desarrollo de las ciencias fue restringiendo el terreno de la fe y el de las creencias religiosas, obligando cambios en éstas últimas. Así, de adorar los fenómenos naturales, se cambió -o amplió- a otras divinidades como los animales astutos, fuertes o fieros. A los astros y planetas.

Esto acaece dentro del politeísmo.

Es necesario entender que los diferentes pueblos utilizaban sus creencias como método de dominio ideológico para mantener el económico, de fuerza (militar) y político. Y que cada nueva ideología respondía a la necesidad de modificar los procedimientos anteriores de dominio. Era sacudirse de lo viejo (como dije al inicio). Transformar el –entonces- pequeño mundo. Cada nuevo dominio imponía sus creencias, quien se desviara de ellas era considerado hereje (enemigo del sistema) y sujeto a penalidades varias; entre ellas la muerte.

No conocemos cómo las sociedades se convirtieron en patriarcales; pero significó una revolución que debió ocupar centurias, (¿milenios?). Los dioses masculinos fueron dejando en segundo término a las deidades femeninas. Devino transfiguración completa. Van surgiendo, al parejo, la familia, la propiedad privada, el Estado (patriarcal) y la Historia (leer Engels, para desarrollar).
Las religiones, los dioses, se van convirtiendo en antropomorfas y –luego- monoteístas. (Se entretejen: hay dioses mayores; y de acuerdo a las estructuras sociales humanas, se crean cortes celestiales. Dioses mayores y dioses menores. ¿resultado de pactos entre lo viejo y lo nuevo?¡A güevo!).

Para lo definitorio en ese respecto, acá, de este lado del mundo, en su lucha contra lo viejo, lo nuevo toma como dios principal al Sol. Ocurre en Egipto.

(¡Chin!, ya vamos a llegar. Sólo completaré unas notas para utilizarlas un poco después. ¿Cómo ves, Gastón?).

Los griegos le sitúan un Sol detrás de la cabeza a Apolo –un hijo de su dios principal- para hacer más sutil el dominio hacia los vencidos. (Así, los españoles crean una virgen con rasgos indígenas para suavizar la conquista). Un símbolo del pasado, vencido, en sincretismo con lo nuevo. A Jesús –hijo de Dios- el catolicismo lo representa semejante: ¡con un sol tras la cabeza!; sólo que trastoca el sentido haciéndolo figurar como un halo de santidad... }

(Eso que se ve abajo parece ser New York).







EPISODIO 7.-


A Salvador le correspondió el desentendimiento de su padre. A Regis y Denis, el periodo de mediana prosperidad, ya que Philippe trabajó sucesivamente en una fábrica de productos químicos y en una escuela, ocupaciones que le redituaban ingresos decorosos; pero luego enfermó de los ojos -cuando nació Gastón- y fue despedido sin más. Pidió asilo en la casa paterna, en Querétaro, lo cual le fue negado inicialmente por su madre en virtud de que no estaba casado por la Iglesia con María. Por cuestiones prácticas, mas no por convicción, accedió a la exigencia de su progenitora, con lo que pudo llevarse a su prole y atenderse médicamente sin presiones económicas –al menos no catastróficas- hasta sanar.

A su regreso a la Ciudad de México, encontró dificultades para emplearse, y después de mucho buscar –sin éxito- decidió ir a ver a unos paisanos que había conocido en la Escuela de Música Sacra, en su infancia, que se dedicaban a esa actividad desde hacía muchos años en la capital. Y a eso se avocó.

Desencantado de las vulgares grillas sindicales desde sus tiempos de activista, cuando la creación de la CTM (de donde fueron hechos a un lado los luchadores sociales que provenían de las filas del Partido Comunista), nunca simpatizó con los grupos de truhanes que “partían el queso” en las filas de los filarmónicos que se liaban entre ellos para mantener el monopolio de las mejores fuentes. Así que se dedicó a desempeñar sus labores en las ceremonias religiosas, tocando el violín. Y conoció desde otro enfoque, ya no como maestros, sino como patrones, a los representantes de Dios sobre la Tierra. Santos señores que se muestran más interesados en lo terrenal que en lo celestial. En lo material que en lo espiritual. El estándar de vida de los Russo decayó. La cabeza de familia perteneció a la generación de comunistas que asumían que su lucha por las reivindicaciones proletarias debía darse desde una posición de identificación con los obreros y campesinos pobres que poblaban el país: Marx había desarrollado su obra en la peor de las miserias. Así debía ser. Habría que inmolarse en aras de la paupérrima y heroica clase destinada a tomar el poder.

Pero no les pasaba por las mientes Engels.

La familia vivía en una zona de la ciudad en la que su condición económica y social no encajaba. Los vecinos de esa parte, que correspondía al centro, a la ciudad vieja, que alguna vez –en los años veinte- eran los límites, pertenecían a la clase media, a la vieja aristocracia venida a menos (gente decente), y, por efectos de la guerra civil en España, a exiliados de la misma. Pero vivían en subarriendo, compartiendo el departamento con dos profesionales de la medicina. Para no importunar las actividades de éstos en el trato con sus pacientes, fue que los tres Russo menores se enseñaran a callejeros. La calle se convirtió en hogar, en segunda escuela. Y no era mala; entonces, aunque existía pobreza, México era una gran ciudad-país (por aquello de que “...fuera de México –la ciudad- todo es Cuautitlán...”) que permitía que los jóvenes pudieran tener expectativas. Era posible escalar, en una o dos generaciones, la pirámide social: de la clase trabajadora a las clases medias. Hoy, eso ya no es posible.

Philippe distribuía su tiempo entre el “hueso” (coloquialismo que define la ejecución musical contratada individualmente para un evento), leer el periódico (“Excelsior”), revistas (“Siempre”, “Política”, “URSS”, el “Boletín de Información de la Embajada de la Unión Soviética”, del que era suscriptor), amén de recabar datos científicos (textos de Física) y filosóficos (materialismo dialéctico) para redactar un libro sobre la técnica del violín. Además, de vez en vez acudía a reuniones con sus amigos, paisanos y compañeros de profesión.

María se encargaba de las labores hogareñas. Hacía “milagros” para estirar el gasto, preparaba, atendía y llevaba a los hijos a la escuela (excepto a Regis, que ya era un jovencito y se trasladaba por su cuenta), hacía la comida, lavaba, planchaba y hacía corajes porque su marido gastaba con sus cuates la poca “lana” que ganaba. Ella tenía unas cuantas cuasi amigas entre las vecinas.

Sí, él era partidario de los beneficios del socialismo, enemigo de la explotación del hombre por el hombre y de la igualdad en el conglomerado de los hombres; pero no de las mujeres. Mucho menos la de casa. Nunca lavó un plato, nunca se sirvió de comer, nunca barrió ni fue por el mandado. Ahí la dialéctica no funcionaba. ¡Que viva la liberación de los pueblos oprimidos!, pero no la de las oprimidas. Discutían por ello en términos que Gastón no entendía. Necedades.

Nunca salían juntos. Las reuniones con la familia eran casi nulas. Hubo algunas visitas de los hermanos varones de María. Las visitas quincenales de Salvador. Los primeros años, grandes fiestas en la casa del Tío Pierre. No más. Ella visitaba a uno de sus hermanos, más o menos frecuentemente, acompañándose de Denis y Gastón, pues tenían primos de edades similares. Visitaba, además, a una concuña –con la misma compañía-, Elena, esposa de un hermano, ya fallecido, de Philippe. Y más primos; con estos fue con quienes existió, quizá, la mayor cercanía. Fueron los únicos contactos familiares.

Philippe hacía, frecuentemente, paseos nocturnos en compañía de Denis y Gastón. Uno de los más acostumbrados era por La Alameda. Los hermanos miraban furtivamente las estatuas de mujeres encadenadas –desnudas- que se encontraban sobre Avenida Juárez. Regis ya no participaba de esas caminatas; prefería estar con sus amigos. Él fue el primer adolescente a quien tuvo que corregir su padre: el primer rebelde; cuando cursaba la preparatoria dejó de ser un buen estudiante, prefiriendo pasársela dando paseos en moto –que quién sabe en dónde conseguía- hasta que un mal día estuvo a punto de perder la vida en un fallido trance acrobático. Salvador fue el hijo a quien, a pesar de no vivir dentro del núcleo familiar, no hubo que aleccionar; el trato hacia su papá estaba regido por una especie de devoción y muestras de respeto que los menores no acostumbraban. Y no era que éstos no lo respetaran, sino que el del mayor era un comportamiento fuera de contexto; el propio de una sociedad tradicionalista que aún no se permitía un contacto más estrecho con la representación de la autoridad paterna. Menos comprensible si se toma en cuenta que el propio Philippe fomentó el cuestionamiento de esos valores, ya en desuso, en sus hijos. Sin embargo, Salvador no cambió sus actitudes sino hasta muchos años después, cuando recibió la única reprimenda por parte de nuestro padre debido a cierta actitud que tomó contra uno de los tíos. Entonces se retiró para siempre, tan abruptamente, que jamás volvimos a saber de él, lo cual constituyó un duro golpe para Philippe.


“…I know what it is to be sad…”





EPISODIO 8.-


El 2 de octubre no asistí a la manifestación de Tlatelolco por andar con El Curro mirando aparadores en los repertorios de Mesones y Venustiano Carranza; comparábamos precios de instrumentos. Él quería comprar un bajo eléctrico –lo cual, desde hace treinta años, no ha hecho- para tocar en el grupo que formábamos Constantin, Francois (mis primos) y yo. Denis sí fue: quedó atrapado en un departamento dentro de la unidad habitacional; los vecinos brindaron escondite a los muchachos que huían de la persecución del ejército y de las balas del Batallón Olimpia.

Constantin también acudió; pero alcanzó a salir instantes antes de que se armara la balacera. Mi padre, que iba arribando a la plaza, lo detuvo en su loca salida al toparse casualmente con él. “¡Tío, tío: están disparando!, ¡están disparando! ¡Tío: Denis está dentro; está dentro, tío!”.

Philippe lo tranquilizó como pudo y lo condujo a casa. Para entonces, El Curro y yo ya habíamos regresado. Al salir del repertorio Wagner, que estaba en la calle Venustiano Carranza, nos percatamos de la balacera en el mitin, pues hasta ahí se escuchaban; por ello decidimos regresar. Esa tarde tendríamos ensayo; de hecho, fue la razón por la que Constantin abandonó la reunión.

Cuando me enteré de que Denis se había quedado en Tlatelolco, pregunté a mi padre qué haríamos. “Esperar, Gastón. Esperar”. Mamá le dio pan y azúcar a Constantin, cuyo rostro parecía ser de papel, y habló con su concuña para comunicarle que el sobrino estaba bien; pero que sería mejor que se quedara en nuestra casa, pues estaba muy asustado. La tía accedió, temerosa de que Constantin pudiera ser detenido por la policía en el trayecto a su hogar. Como Francois era totalmente apolítico, no tuvo la atención de ir ni al ensayo, suponiendo que nosotros iríamos al mitin.

Papá sugirió que, si dieran las nueve y mi hermano no hubiera llegado, fuera a preguntar sobre el paradero de éste a Negrete o a Dávila, dos compañeros suyos de Economía. Y así lo hice, pues Denis no aparecía. Negrete vivía en Artículo 123. Cuando llegué, acompañado por El Curro y Constantin, salió a recibirnos y de inmediato me preguntó por mi hermano. “No sé, por eso te vengo a ver”. Refirió que él se había sentido mal, por lo cual abandonó el mitin a temprana hora, mucho antes de que entrara el ejército; como había estado con Dávila –el otro compañero- y con Denis, entonces dedujo que ellos habían quedado atrapados. “No dejes de avisarme si sabes de él”, solicitó. Nos despedimos.

Para cuando regresé, Denis ya se encontraba, a salvo, en Arcos de Belén. Relató que, cuando empezó la balacera, se introdujo en la unidad y fue a guarecerse en un departamento en el que unos vecinos les dieron alojamiento. Por ello, prácticamente, no había presenciado la matanza. Más tarde, cuando llegó el rumor de que los soldados estaban allanando las viviendas en busca de estudiantes escondidos, el dueño del apartamento les pidió que se marcharan para no ocasionarle problemas. Y, muy a su pesar, así lo hicieron; uno por uno, pues en grupo serían fácilmente identificados. A él le tocó en suerte abandonar el lugar con un señor que, ante la eventualidad de ser detenidos, le sugirió asegurar que era su sobrino. Este hombre era un altísimo funcionario de la Secretaría de Gobernación que casualmente se encontraba en Tlatelolco. Urdiendo ese ardid pudieron salir.

Más noche, habló la mamá de Dávila. Denis le explicó que estaban juntos; pero cuando empezaron los disparos lo perdió de vista, aunque suponía que –al igual que él- se había refugiado en un departamento, pues corrieron en la misma dirección: hacia dentro, en vez de tratar de salir. El problema con Dávila es que era un connotado trotzko, por lo que creían que si caía con sus huesos en el “bote” la pasaría mal. Y así fue; a los dos días de desaparecido; la mamá y la novia lo encontraron. La novia conocía amigos que –al igual que su padre- eran periodistas que tenían “conectes” y lo localizaron.

Dávila se pasó un buen rato preso por “... ¡mire nomás qué patillotas de agitador comunista se carga este individuo, señor juez...” según acusación de un agente del ministerio público. Los conocidos de la novia intercedieron para que saliera libre relativamente pronto. Él, hasta hoy, sigue preso del coraje, de la frustración y del resentimiento; prisionero del odio contra el sistema. Como muchos.

“...who put all those things in your head…”